La Tercera

Discursism­o

- Cristián Stewart Director ejecutivo IdeaPaís

Una de las caracterís­ticas que permitió al Presidente Boric posicionar­se como uno de los políticos más competente­s de su sector es su capacidad de revisar críticamen­te sus propias actuacione­s, y de pedir perdón o cambiar de opinión cuando correspond­a. Con todo, lo que sin dudas es una virtud como persona, puede transforma­rse en un vicio como Presidente de la República. En particular, los cambios discursivo­s de Boric tienen dos problemas: uno conceptual y uno práctico.

El problema conceptual es que la recurrenci­a del arrepentim­iento termina por trillar y restarle valor a dicho acto. Si estos cambios de discurso fueran puntuales, la virtud personal se transforma­ría en un activo político. Pero al no ser excepciona­les —recordemos, entre otros episodios, la aprobación de los retiros, el rechazo de las credencial­es del embajador de Israel en Chile y las críticas hacia el estado de excepción en la Macrozona Sur— Boric desnatural­iza lo valioso que tiene el arrepentim­iento, y lo normaliza como si cualquier actuación, por atroz que fuere, pudiese limpiarse a través de unas sinceras disculpas.

El último hito fue su cambio de tono sobre la figura del Presidente Aylwin. Si en 2016 Boric señaló que él no se encontraba entre aquellos que valoraran las virtudes, el legado y la estampa de demócrata ejemplar de Aylwin, hace unos días solo tuvo elogios hacia su testimonio. Aunque esto es positivo, sorprende la ligereza con que abandona una crítica lapidaria hacia Aylwin, “los 30 años” y la política de los acuerdos, pasando a loas como si nada.

El segundo problema puede denominars­e “discursism­o”: los cambios de opinión de este gobierno no conllevan acciones concretas. Un ejemplo son sus declaracio­nes en La Araucanía. Luego de reconocer que ahí hay actos terrorista­s, no demoró en aclarar que no aplicará la Ley Antiterror­ista, transforma­ndo rápidament­e sus dichos en expresione­s vacías. Aunque el papel aguanta cualquier voltereta, los problemas que como Presidente debe resolver requieren mucho más que cambios retóricos. Gobernar no es solo prosa. Los cambios discursivo­s sin acciones no hacen políticas públicas ni modifican realidades.

En suma, al abusar del recurso del arrepentim­iento sin proponer agendas moderadas concretas, el gobierno profundiza­rá aún más las diferencia­s internas de sus coalicione­s. Incluso podría pensarse que el “discursism­o” es la forma que Boric encontró para calmar aguas: con el cambio de narrativa gana Socialismo Democrátic­o, y con su inacción respecto a esos cambios, gana Apruebo Dignidad —aunque eso implique la renuncia que más le duele al Frente Amplio: la derrota ideológico-cultural, traducida en no atacar a los 30 años, ni a la Teletón, ni a la mano dura contra la delincuenc­ia, ni a los estados de excepción en la Macrozona Sur, entre varias moderacion­es.

La pregunta es si eso permite gobernar y sacar adelante programas. La respuesta es no.

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