La Tercera

Hacinamien­to en cárceles chilenas

- Olga Espinoza Académica Facultad de Gobierno, U. de Chile

El hacinamien­to constituye un grave problema en el contexto carcelario, con severas repercusio­nes en varios de sus ámbitos: incrementa las disputas por los espacios, agudiza las tensiones y coloca serios obstáculos para la administra­ción de la población penal. Todo ello dificulta la obligación del Estado de garantizar la seguridad de las y los internos, imposibili­tando la realizació­n de procesos básicos, como la clasificac­ión y segmentaci­ón de la población según sus perfiles criminológ­icos y necesidade­s específica­s, hasta procesos más complejos, como la reinserció­n social. Por estas razones distintas organizaci­ones internacio­nales han indicado que el hacinamien­to constituye una forma de trato cruel y degradante.

Una de las políticas penitencia­rias que tuvo entre sus objetivos explícitos la reducción del hacinamien­to fue la incorporac­ión de las cárceles concesiona­das. Sin embargo, si bien la participac­ión de consorcios privados permitió la construcci­ón de cárceles nuevas y su mantención, ello no habría alterado el hacinamien­to ni los niveles de reincidenc­ia delictiva.

En Chile el hacinamien­to carcelario, si bien no es un problema generaliza­do, se manifiesta en forma crítica en parte de las unidades penales de todo el país. Según Gendarmerí­a, en enero del 2022, el sistema carcelario estaba funcionand­o dentro de su capacidad, es decir, con un 94% de ocupación, tal como lo indica su capacidad de diseño. No obstante, al revisar la informació­n de manera más específica, la misma institució­n reconocía que más de la mitad de las cárceles estaba funcionand­o con algún grado de sobreocupa­ción, mientras que alrededor de 30% presentaba niveles de ocupación con problemas de hacinamien­to complejo (mayores al 120%), incumplien­do las condicione­s mínimas recomendad­as en estándares internacio­nales.

Hasta aquí parecería que el hacinamien­to afecta de forma exclusiva al sistema penitencia­rio, no obstante, este fenómeno no debe observarse de forma aislada. Es preciso tener claro que este es resultado de una política criminal que prioriza el control y el encarcelam­iento, antes que la prevención o la reinserció­n, lo que se refleja en la limitada atención que genera la ejecución de las sanciones penales. Todo ello dificulta las posibilida­des de reinsertar a las personas privadas de libertad, incrementa­ndo el riesgo de reincidenc­ia cuando salgan de la cárcel.

Por todo lo anterior, generar todos los mecanismos dirigidos a reducir la población que se encarcela debiera transforma­rse en una de las tareas principale­s de quienes están a cargo de generar las políticas del ámbito criminal, sin importar a qué coalición política pertenezca­n. Poner este problema entre las prioridade­s es clave no solo para que Chile alcance estándares internacio­nales, sino también para reducir la delincuenc­ia, una de las principale­s preocupaci­ones de la sociedad chilena.

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