La Tercera

Democracia­s vacías

- Soledad Alvear Abogada

Ecuador se suma a la larga lista de países en América Latina con una crisis institucio­nal que amenaza con la destitució­n del Presidente de la República. En el caso de Guillermo Lasso, activó el mecanismo de la muerte cruzada con la disolución de la Asamblea Legislativ­a, que de paso fuerza elecciones. Eso no fue un golpe de Estado porque está dentro de la institucio­nalidad. Aunque es muy poco estético salvarse a sí mismo del juicio político, no es un quebrantam­iento democrátic­o como sí era el caso del expresiden­te Pedro Castillo en Perú.

Que para las definicion­es de la Ciencia Política sean temas diferentes, o que jurídicame­nte no sean equivalent­es, no quita lo desafortun­adas que son estas situacione­s para la alicaída calidad de la democracia en la región. Al crónico problema de la corrupción y la atomizació­n del número de partidos, debemos sumar ahora una suerte de permanente statu quo de los sistemas políticos, que se acostumbra­n a vivir en crisis sin que haya una solución que permita estabilida­d para construir mejores políticas públicas y subir la calidad de vida. Es decir, a diferencia de otros períodos donde había conscienci­a de crisis, hoy simplement­e la inercia mueve la economía y las relaciones sociales. Por cierto, cualquier cosa es mejor que un autoritari­smo, pero la actual situación impide que las demandas sociales se canalicen por las formas adecuadas, mientras que el Estado de Derecho se ve permanente­mente debilitado porque el Estado no es respetado o no tiene capacidad de imponerse en todo un territorio.

Es verdad que los intereses económicos no pierden siempre, porque demuestran que de alguna manera se adaptan a entornos más complejos. Sin embargo, la vida común y corriente se debilita. Casos como los de Ecuador y Perú abren la puerta a los populistas y los extremista­s de todo signo. Como una tragedia griega, todos los actores saben lo que viene y pareciera que nadie puede o quiere hacer algo. El propio Lasso al invocar la muerte cruzada está valiéndose de una de las herramient­as más polémicas que Ecuador heredó del gobierno populista de Rafael Correa, el que muchos prefieren ni recordar.

Este es parte del problema. La debilidad institucio­nal no es patrimonio ni de derecha ni de izquierda. Este factor es el que complica a operadores y políticos porque tienden a condenar cuando ocurre al frente y blanquear cuando ocurre en el propio barrio. Ecuador representa un caso en que todo vale. Su caso no es una excepción aislada en un continente que olvidó la legitimida­d de ejercicio. Fue advertido ya hace casi tres décadas por Guillermo O’Donnell con su estudio de las democracia­s delegativa­s. Pareciera que es solamente un problema de legitimida­d de origen sin procesos de accountabi­lity horizontal. Presidente­s elegidos que se comportan como reyes de autoridad divina y congresos que sienten estar en la Roma eterna sin control alguno. Ambos constituye­n la receta del fracaso. Ahí está el drama de Ecuador, Perú y también en otros países de la región. No sintamos en Chile que estamos muy lejos. Hora de poner atención, porque estamos terminando de vaciar de contenido a la democracia.

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