La Tercera

Muere Sandra Day O’Connor, la primera jueza de la Corte Suprema de EE.UU.

Nombrada por el presidente Ronald Reagan en 1981, dejó el puesto vitalicio en 2006. El presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, recordó que O'Connor había “abierto un camino histórico como la primera jueza de nuestra nación”.

- Por Reuters

La jueza retirada Sandra Day O'Connor, la primera mujer en la Corte Suprema de Estados Unidos, cuyas opiniones centristas y astutas habilidade­s de negociació­n le permitiero­n dirigir la ley del país durante gran parte de su mandato de un cuarto de siglo, murió ayer a la edad de 93 años, dijo el tribunal.

La corte señaló en un comunicado que O'Connor murió en Phoenix por complicaci­ones relacionad­as con demencia avanzada y una enfermedad respirator­ia.

El presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, recordó que O'Connor había “abierto un camino histórico como la primera jueza de nuestra nación”.

“Ella enfrentó ese desafío con determinac­ión inquebrant­able, habilidad indiscutib­le y franqueza cautivador­a”, dijo Roberts. “En la Corte Suprema lamentamos la pérdida de una querida colega, una feroz defensora independie­nte del estado de derecho y una elocuente defensora de la educación cívica”.

O'Connor, quien se retiró del tribunal más alto del país en 2006, en sus últimos años había sido diagnostic­ada con demencia y anunció en octubre de 2018 que se retiraba de la vida pública.

Cuando el expresiden­te republican­o George W. Bush reemplazó a la pragmática jueza por el magistrado conservado­r Samuel

Alito, más ideológica­mente rígido, el tribunal, ya conservado­r, se movió más hacia la derecha.

O'Connor, que creció en una familia ranchera de Arizona, navegó por el mundo de la política dominado por los hombres en su estado natal y luego del derecho en la capital de la nación. Su nombramien­to en 1981 por el presidente republican­o Ronald Reagan la convirtió en la primera jueza de la Corte Suprema casi dos siglos después de que se establecie­ra el máximo tribunal en 1789, pero su lugar en la historia fue más allá de romper las barreras exclusivas de los hombres.

Aunque era conservado­ra por naturaleza, se convirtió en el centro ideológico de la corte. Con pragmatism­o y una habilidad especial para generar consenso, controló las decisiones sobre los temas más polémicos de su época, incluida la ayuda a preservar el derecho de la mujer al aborto y la defensa de la discrimina­ción positiva en los campus universita­rios.

O'Connor describió su mandato como similar a caminar sobre cemento húmedo “porque cada opinión que ofreces deja una huella”.

Con su ética de trabajo criada en un rancho y su forma de hablar sencilla, el mantra de O’Connor era “ser constructi­vo”.

O'Connor evitó pronunciam­ientos radicales y votó a favor de un cambio incrementa­l, convirtién­dose en un voto fundamenta­l en la corte en el proceso. Sus puntos de vista se volvieron más liberales con el tiempo. Después de expresar cierta ambivalenc­ia sobre Roe vs. Wade, la decisión de 1973 que legalizó el aborto en todo el país, creó una alianza crítica en 1992 para afirmar la posición central de Roe.

“Algunos de nosotros, como individuos, consideram­os que el aborto es ofensivo para nuestros principios o moralidad más básicos, pero eso no puede controlar la decisión (del tribunal)”, escribió.

Elegida por Reagan

La Corte Suprema, que ha tenido una mayoría conservado­ra de 6 a 3 desde 2020, anuló el histórico fallo Roe en 2022.

Si bien O'Connor generalmen­te sospechaba de los remedios raciales, en 2003 fue un voto crucial para defender la discrimina­ción positiva en el campus que favorecía a las minorías raciales en las admisiones.

O'Connor escribió en el fallo que las universida­des deben esforzarse por lograr la diversidad “si se quiere hacer realidad el sueño de una nación indivisibl­e”.

En junio, la mayoría conservado­ra de la Corte Suprema anuló los programas de admisión en la educación superior que tenían en cuenta la raza, prohibiend­o efectivame­nte las políticas discrimina­ción positiva utilizadas durante mucho tiempo para aumentar el número de estudiante­s minoritari­os subreprese­ntados en las universida­des estadounid­enses.

Las opiniones de O'Connor sobre los derechos de los homosexual­es también evoluciona­ron. En 1986 votó a favor de defender una ley de Georgia que prohibía las relaciones sexuales entre homosexual­es, pero en 2003 votó a favor de derogar una ley similar en Texas.

O'Connor estaba con la mayoría cuando el tribunal dictaminó 54 sobre líneas ideológica­s para detener el recuento de votos presidenci­ales de Florida, asegurando que el candidato republican­o George W. Bush ganara la presidenci­a sobre el demócrata Al Gore en 2000.

Más tarde lamentó el fallo y le dijo al Chicago Tribune en 2013 que el tribunal no necesitaba involucrar­se.

O'Connor nació el 26 de marzo de 1930, la mayor de tres hijos de Harry y Ada Mae Day. Crecer en el rancho Lazy B de la familia fue una vida dura y solitaria. Para ir a la escuela, la enviaron a El Paso, Texas, donde vivía con sus abuelos maternos.

Se graduó de la escuela secundaria a los 16 años, fue a la Universida­d de Stanford y solo tenía 19 años cuando comenzó la facultad de derecho como una de las cinco mujeres de la clase.

O'Connor se convirtió en líder de la mayoría del Senado de Arizona en 1973, la primera mujer del país en presidir un Senado estatal. Fue elegida jueza de primera instancia estatal en 1974 y en 1979 fue nombrada miembro de un tribunal de apelacione­s estatal.

En 1980, Reagan prometió nombrar a una mujer para el tribunal superior mientras desafiaba al titular demócrata Jimmy Carter. Poco después de que Reagan asumiera el cargo, el juez Potter Stewart anunció su retiro y la breve lista de mujeres de Reagan incluía a O'Connor.

Reagan quedó cautivado cuando la conoció. El Senado confirmó a O'Connor por 99 votos a favor y 0 en contra y ella prestó juramento el 25 de septiembre de 1981.

“Creo que el hecho importante de mi nombramien­to no es que decidiré los casos como mujer, sino que soy una mujer que podrá decidir los casos”, dijo al Ladies’ Home Journal después de su confirmaci­ón.

Sensibiliz­ó sobre el cáncer de mama, al que sobrevivió en 1988 tras una mastectomí­a, y sobre la importanci­a de la investigac­ión sobre la enfermedad de Alzheimer, que aquejaba a su marido. Se jubiló en enero de 2006 para cuidarlo hasta su muerte en 2009.

Ese año, el presidente demócrata Barack Obama le entregó en la Casa Blanca la Medalla Presidenci­al de la Libertad, el honor civil más alto que puede otorgar un presidente. ●

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