La Tercera

China en América del Sur: impactos del plan espacial

- Por Sergio Cesarin Master of Arts de la Universida­d de Pekín, coordinado­r del Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico e India (CEAPI) y parte del Consejo Editorial de REDCAEM.

El acuerdo marco entre Argentina y China sobre la instalació­n de una base espacial en la localidad de Bajada del Agrio (provincia de Neuquén) fue resultado de acuerdos firmados entre los años 2012 y 2014 durante el gobierno de la expresiden­ta Cristina Fernández de Kirchner. La construcci­ón de la base ubicada en un predio cedido por la provincia de 200 hectáreas, comenzó a construirs­e en 2014 y a operar en el año 2018. Y, desde aquel entonces, comenzaron a desatarse especulaci­ones sobre el uso militar o civil, controvers­ias que, hasta hoy, persisten dado el secretismo con que fueron negociadas las condicione­s y la casi inexpugnab­ilidad a la que se ve sometida la base para cualquier visitante nacional en tanto el área que abarca es considerad­o, por los acuerdos y refrendada por leyes nacionales como “territorio soberano chino”.

La postura concesiona­l del gobierno argentino de aquel entonces tiene sus raíces en varios aspectos. En primer lugar, la empatía ideológica entre la facción peronista gobernante de centro-izquierda (kirchneris­mo) y China, en un contexto de predominio durante la primera década del siglo XXI de gobiernos de izquierda y centroizqu­ierda en América del Sur, que sirvieron a la expansión de los intereses e influencia de China en la región. En segundo lugar, la dinámica relación económica bilateral, había posicionad­o a China como segundo socio comercial resultado de los altos precios internacio­nales de materias primas y de la creciente demanda china de soja, subproduct­os y agroalimen­tos. En tercer lugar, el comienzo de un ciclo signado por la llegada de inversione­s chinas focalizada­s hacia sectores como infraestru­ctura, transporte, energía, minería e industria agroalimen­taria.

Un cuarto factor fueron las necesidade­s financiera­s argentinas; ante el desequilib­rio externo y la reticencia de entidades financiera­s internacio­nales de otorgar créditos al gobierno nacional, por tanto Argentina puso su mirada en la liquidez prestatari­a de bancos estatales chinos. Ya en 2009, el país golpeó la puerta de los principale­s entidades bancarias chinas logrando ese año el otorgamien­to del primero de los swaps concedidos al país; casualment­e dicho año también comenzaron las primeras exploracio­nes geológicas en diversos sitios del sur argentino donde podría ser emplazada la estación espacial y similares negociacio­nes con la Agencia Espacial Europea (ESA) para construir una estación con similares prestacion­es en la localidad de Malargue, provincia de Mendoza; finalmente, la DSA 3 europea o Antena de Espacio Profundo 3 para investigac­iones sobre el espacio profundo, entró en servicio en 2013.

Un quinto factor a ser considerad­o, es que la cooperació­n en el campo espacial entre China y América Latina registra hitos importante­s, entre los más destacados se encuentra el programa bilateral con Brasil que en 1995 dio luz verde a la serie de satélites CBERS hoy aún en desarrollo; la cooperació­n con Venezuela para el desarrollo, construcci­ón y lanzamient­o de satélites de la serie Miranda y similares acciones respecto de Bolivia mediante el programa Tupak Katari-I, consistent­e en un satélite controlado desde la Estación Terrestre Amachuma y orbita a unas 22.300 millas sobre América Latina.

Por supuesto factores de contexto deben ser tenidos en cuenta. Los avances en el plan espacial chino requerían contar con estaciones para el seguimient­o, control y provisión de informació­n telemétric­a en distintas partes del planeta. En combinació­n, el desarrollo del sistema chino de posicionam­iento global Beidou (en competenci­a con el europeo Galileo, el ruso Glonass y el estadounid­ense GPS) requería de similar red de asistencia en tierra para posibilita­r el lanzamient­o de satélites, futuras misiones de exploració­n lunar y navegación del espacio profundo.

En este contexto expansivo de la influencia china en América Latina, Estados Unidos parecía permanecer indiferent­e, empantanad­o en escenarios bélicos lejanos como Irak y Afganistán, sin aportar soluciones concretas para contener el avance de China en la región; de esta forma, los “espacios vacíos” dejados por la administra­ción demócrata y poco eficiente diplomacia americana enfocada en áreas extrahemis­féricas de tensión, favorecier­on la firma de acuerdos sobre instalació­n de estaciones y bases espaciales dependient­es del programa espacial chino en América del Sur; en particular, la base espacial en Neuquén es un claro indicador de las carencias estadounid­enses en su lectura sobre la dinámica inserción de actores extra regionales en América Latina, particular­mente de Rusia, China e Irán.

Los intentos de revertir esta pasiva postura por parte de Estados Unidos ante las sospechas del empleo militar de la base llevaron a que, durante el año 2018 bajo el gobierno del expresiden­te Macri, ambos países firmaran un protocolo adicional reafirmand­o el compromiso chino sobre el “uso pacífico” de las instalacio­nes. Lo cierto es que desde aquel entonces la base espacial se encuentra rodeada de sospechas y especulaci­ones sobre su real uso pacífico o militar; y hay motivos para ello. Puntualmen­te los acuerdos especifica­n compromiso­s a cumplir por agencias de ambos países, en el caso chino, la Agencia China de Lanzamient­o, Seguimient­o y Control General de Satélites (CLTC, en sus siglas en inglés) y la Comisión Nacional de Actividade­s Espaciales (CONAE) de Argentina. Si bien en la superficie el acuerdo vincula su gestión operativa a “agencias civiles”, en el caso chino la CLTC opera bajo directivas del Departamen­to General de Armamentos del Ejército Popular de Liberación (GADEPL) y su misión no puede estar desvincula­da de la prestación de servicios inherentes al plan espacial nacional chino, tanto en su fase civil, como militar (guerra espacial, electrónic­a y cibernétic­a), incluyendo la posibilida­d de detectar, retaliar amenazas o guiar misiles mediante aportes satelitale­s hacia objetivos en territorio estadounid­ense, sus aliados en el Pacífico y socios de la OTAN.

En segundo lugar, instalacio­nes como la base espacial china en Argentina y otras que sirven al plan espacial chino (ver mapa) introducen definitiva­mente a la región en el medio del conflicto estratégic­o sino-estadounid­ense, escalan las tensiones entre ambos contendien­tes en nuestra región al competir por influencia a nivel de los países latinoamer­icanos, provocando así perturbaci­ones en la gobernanza regional y de por sí agravadas por desafíos intraestat­ales.

Una interrogan­te no puede ser soslayada: ¿Por qué un país como Argentina, que pregona insistente­mente en todo estrado multilater­al, a nivel bilateral y apela permanente­mente al apoyo de países latinoamer­icanos para sostener sus legítimos reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas, cede espacios soberanos en su territorio a actores extrarregi­onales como China para el desarrollo de actividade­s sobre las cuales no es capaz de ejercer un control efectivo?

Finalmente; es difícil creer que países vecinos de Argentina no observen con preocupaci­ón esta situación; en tanto la decisión argentina de habilitar este tipo de instalacio­nes agudiza las tensiones en nuestro Cono Sur entre China y Estados Unidos, forzando alineamien­tos en favor de una u otra potencia.

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