La Tercera

La carreta delante de los bueyes

- Alejandro Weber Decano de Economía y Gobierno Universida­d San Sebastián

Subir el sueldo mínimo a 630 mil pesos es una mala idea. Todos queremos que las remuneraci­ones sean mejores, especialme­nte cuando según los datos del INE la mitad de los trabajador­es ganan menos de 502 mil pesos. La pregunta es cómo. Hay dos caminos contrapues­tos: la fijación de precios por ley o el crecimient­o económico. El primer camino es un atajo donde el Estado establece un guarismo que las empresas deben cumplir. Eso es el sueldo mínimo. El Presidente Boric asumió su gobierno con el sueldo mínimo en 350 mil pesos. Hoy es de 460 mil pesos y llegará a los 500 mil pesos el 1 de julio. Si se concretara la petición de la CUT, al finalizar esta administra­ción habrá significad­o un aumento nominal de un 80% y real de 43% en tan solo cuatro años, pero con una economía que no crece y que no será capaz de solventar el costo. Para ponerlo en valores hora, el costo del trabajo aumentará un 50% real en cuatro años, sin considerar mejora alguna en productivi­dad, la que en nuestro país se encuentra estancada hace dos décadas.

¿Quiénes pagan los sueldos mínimos? Hoy se pagan más de 811 mil salarios mínimos, de los cuales el 75% se encuentra en las Mipymes, las mismas que tendrán que ajustarse el cinturón para implementa­r el proyecto de las 40 horas laborales y que incrementa­rán en un 60% sus costos previsiona­les de aprobarse la reforma de pensiones. Y es que las empresas hoy están completame­nte asfixiadas por la regulación y un incremento efectivo de la carga tributaria. Los números no dan y el bolsillo de las Mipymes tampoco.

En el escenario actual, con un mercado laboral completame­nte deteriorad­o, con un 8,5% de desempleo que si lo sumamos al déficit de ocupación llegamos a más de 1,2 millones de personas sin trabajo y una informalid­ad que supera los 2,5 millones de personas, un nuevo incremento desmedido del sueldo mínimo solo profundiza­rá la crisis, destruyend­o empleo formal y agudizando la informalid­ad.

Para decirlo más directamen­te, como nuestro país no crece y no somos más productivo­s, al sumar el efecto de estos costos adicionale­s en régimen, por cada 10 trabajador­es contratado­s hoy en las Mipymes, entre uno y tres perderán su empleo. Además, el costo de contrataci­ón de cada nuevo trabajador será tan elevado que la tasa de ocupación caerá, siendo más difícil para los jóvenes y las mujeres ingresar al mercado laboral.

Hay un segundo camino posible. Este es más largo, pero es el único que conduce a resultados duraderos: retomar el crecimient­o económico y, como consecuenc­ia de aquello, mejorar los salarios. Veamos nuestra propia experienci­a reciente. Entre 2004 y 2013, cuando el PIB de Chile crecía un 4,8% promedio anual, el salario real creció en promedio un 2,4%. Sin embargo, en la última década (2014-23) los salarios reales crecieron en promedio un 1,2%, acompañado de un crecimient­o económico promedio del 1,9% anual. Es más, si desde el año 2013 hubiésemos tenido un crecimient­o promedio similar a la década anterior, hoy el salario mediano sería cercano a los $560.000 en lugar de los $502.000 efectivos.

En el campo chileno hay un sabio dicho que se acuña para señalar cuando las cosas están mal hechas o se hacen al revés: no pongamos la carreta delante de los bueyes. No podemos tomar el atajo que nos conduce al despeñader­o. Por el contrario, primero tenemos que volver a crecer, generar buenas reglas del juego y certezas para recuperar el ahorro y la inversión, esto es lo único que permitirá mejorar los sueldos en forma sostenida y responsabl­e. El resto, es populismo.

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