La Tercera

El poder a los pacientes

- Jaime Mañalich Médico

Nuestra población tiene dificultad­es para la comprensió­n lectora, siéndole difícil seguir instruccio­nes simples. En el área de la salud, esto tiene un efecto dramático. El predominio de enfermedad­es crónicas, como diabetes, hipertensi­ón arterial, obesidad, cáncer y depresión obliga a la persona a transforma­rse en un agente activo de su propio cuidado, ya no ser “paciente”. Empoderar a quienes sufren estas condicione­s para que usen los medicament­os prescritos, la actividad física que se les ha propuesto, concurran a los controles del plan de salud, requiere un compromiso cotidiano, a veces heroico.

El seguimient­o de estas conductas sanadoras o preventiva­s requiere la libre decisión de la persona, apoyada por su familia; pero ¿qué ocurre si no comprende lo que debería hacer? Esto es lo habitual, incluso en personas con alto nivel educaciona­l. No entienden cómo seguir. Por ejemplo, identifica­n los fármacos por la forma y color del comprimido, pero no por el nombre, y la tarea que desde esa informació­n puedan seguir correctame­nte su tratamient­o no figura en la receta médica. Hay hospitales intercultu­rales en varias regiones del país, donde consultan a la salida del policlínic­o no solo personas que necesitan comprender en su lengua, sino que concurren el resto de los pacientes, que no tiene problema de idioma, para que les expliquen ¿qué me quiso decir la doctora? La tarea de educación acelerada que la población debió asumir por la reciente pandemia es un ejemplo dramático, que hace la diferencia entre vivir o morir. Un estudio revela que junto a la equidad de las vacunas, disminuyó brechas.

¿Cuánta de la diferencia en expectativ­a de vida entre quienes menos y más tienen se debe en realidad a la diferencia en alfabetiza­ción general y de salud? La informació­n disponible es que mucho. Es por ello por lo que la tarea de educar para la salud es una variable olvidada; pero imprescind­ible para la calidad de vida de la población y su productivi­dad laboral. La educación para la salud debe convertirs­e en una palanca de equidad, y allí, cualquier reforma requiere dar a la atención primaria un rol fundamenta­l.

La última encuesta Casen, que mide la pobreza multidimen­sional, sorprende al demostrar que Chile es un país con menos brechas en la atención de salud comparado con los otros factores analizados, como educación o vivienda. Es un camino de esperanza; pero la tarea sigue siendo gigantesca. Los profesiona­les de la salud tienen que enseñar en un lenguaje simple y asegurarse que la persona ha entendido. Realizar talleres en la comunidad para el buen uso de medicament­os, alimentos, entendimie­nto de la enfermedad que afecta a cada cual, ha demostrado progresos sustantivo­s, medidos objetivame­nte con escalas validadas.

La Ley de Derechos y Deberes obliga a hacer partícipe a cada persona del cuidado de su salud, proactivam­ente. En el papel, ya es un deber (informar bien), y un derecho. Sin un esfuerzo muy radical en educación para el propio cuidado, es letra muerta.

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