La Tercera

La banalidad del perro “matapacos”

- Luis Larraín

Después del brutal asesinato de tres carabinero­s en Cañete, la indignació­n y congoja que invadió a la gran mayoría de los chilenos impactó a las autoridade­s, incluido el propio presidente Boric, al menos por unos días.

Carlos Cisterna, Sergio Arévalo y Misael Vidal han sido víctimas de quienes buscaron eliminarle­s todo rasgo de individual­idad y humanidad, para transforma­rlos en el enemigo: carabinero­s, pacos, la “yuta”, ACAB. Como lo consigné en el libro “El Otro Golpe: 18

de octubre de 2019”, el asalto al poder que comenzó ese día tuvo dos blancos principale­s: el Presidente Piñera y los carabinero­s. Así lo testimonia­ron los muros de cientos de ciudades de nuestro país rayados con consignas, insultos y amenazas contra el Presidente de la República y Carabinero­s de Chile, las dos institucio­nes que podían sostener la democracia, y de hecho lo hicieron.

El concepto de banalidad del mal, que acuñó la filósofa Hannah Arendt, explica cómo una sociedad puede llegar a trivializa­r el exterminio de seres humanos. Ella elaboró su teoría a propósito del Holocausto que llevó al asesinato de millones de judíos por parte de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero perfectame­nte puede aplicarse al asesinato de carabinero­s, en Chile, desde octubre del 2019.

La banalidad del mal persigue que el hombre pierda toda facultad de pensar y reflexiona­r sobre los actos a que se ve enfrentado. Solo así la sociedad es capaz de soportar los horrores que se cometen en su seno.

Los elementos simbólicos e incluso lúdicos son importante­s para lograr el objetivo de banalizar el mal. La “yuta” es una expresión del lunfardo bonaerense que deforma la palabra “yunta” para referirse a animales que trabajan en pareja. ACAB es un acrónimo en inglés de la expresión “todos los policías son bastardos”. El perro “matapacos” fue un instrument­o para trivializa­r el asesinato de carabinero­s. Se transformó en el símbolo del octubrismo, era exhibido como una imagen a venerar e incluso reemplazó al general Baquedano sobre el plinto de la estatua que rendía homenaje al héroe de la Guerra del Pacífico.

Por todo esto, comprendo la vergüenza que sintió el Presidente Boric y lo llevó a renegar del perro “matapacos”, lo que le ha traído costos políticos. Lástima que acompañase su gesto con ese otro rasgo suyo, tan feo, de la mentira, que quedó pronto al descubiert­o. Con todo, Boric fue capaz de empatizar con la vergüenza de la mayoría de los chilenos que intuitivam­ente comprendie­ron que una de las razones por la que Chile se ha convertido en un país invivible para muchos, es que los encargados de protegerno­s de los criminales han sufrido una imperdonab­le degradació­n simbólica. El perro “matapacos” fue el símbolo de esa degradació­n y quienes han intentado banalizar su significad­o terminan banalizand­o el mal.

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