La Tercera

“Robert Downey Jr. es incapaz de hacer la misma escena de la misma manera dos veces”

“En el mundo contemporá­neo, los políticos sucumben devorados por masas sedientas de justicia”

- Por Gonzalo Valdivia

El reconocido cineasta brasileño colaboró con el actor en el set de El simpatizan­te, una de las series más sólidas de la primera parte del año. En ese formato también se producirá el regreso de Ciudad de Dios, la cinta que hace dos décadas lo puso en el mapa mundial. “La gente a la que le gustó la película no se sentirá frustrada”, asegura en esta entrevista con Culto.

En el set de filmación, Fernando Meirelles (Sao Paulo, 1955) es conocido por la cercanía que establece con los actores y sus equipos, y por su absoluta apertura a improvisar, transforma­ndo el guión a su antojo a medida que avanza en la faena. Es la rúbrica que lo ha distinguid­o desde que fue catapultad­o al mapa mundial con Ciudad de Dios (2002), su aproximaci­ón a la favela de Río de Janeiro entre los años 60 y 80, con la que llegó a estar nominado al Oscar a Mejor director.

Alejado de su hábitat natural, conectado a una videollama­da por Zoom, el reconocido cineasta brasileño se mueve con fluidez hablando de la relación con sus protagonis­tas, de su dinámica favorita en los rodajes y, por supuesto, de Ciudad de Dios, la película de la que no puede ni quiere escapar.

Su productora prepara una serie que funcionará como secuela del largometra­je, porque estará ambientada 20 años después y traerá de regreso a varios de los personajes. “Será muy interesant­e para el público brasileño, especialme­nte para el público de Río de Janeiro que sufre con las milicias”, apunta en diálogo con Culto sobre la producción que debutará en la plataforma Max antes de que termine 2024.

Ese mismo servicio de streaming tiene los capítulos de El simpatizan­te (uno nuevo cada domingo), la miniserie de HBO basada en la novela de Viet Thanh Nguyen que presenta la historia de El Capitán (Hoa Xuande), un vietnamita que revisa sus años como agente doble mientras es obligado a confesar en un campo de reeducació­n de Vietnam del Norte. El surcoreano Park Chan-wook –cocreador de la ficción junto a Don McKellar– dirige los primeros tres, dando paso a Meirelles, quien se encarga del cuarto.

En Give us some good lines, como se titula su capítulo, el protagonis­ta se desempeña como consultor vietnamita de The Hamlet, la cinta que prepara el excéntrico director Niko Damianos (Robert Downey Jr.) sobre la Guerra de Vietnam. “Mi primera visión fue que nadie hablaría en mi película. Ni una palabra”, le dice al protagonis­ta mientras defiende por qué los personajes vietnamita­s de la trama no tienen diálogos en el guión.

El elenco lo encabeza Ryan Glenn (David Duchovny), un actor de método que exige que lo llamen por su nombre en todo momento, y también lo compone James Yoon (John Cho), un actor coreano estadounid­ense que está acostumbra­do a morir en todas las produccion­es en las que aparece. ¿Qué gana El Capitán con estar involucrad­o en ese filme? Es la oportunida­d de retorcer la propaganda estadounid­ense desde sus vísceras.

Para El simpatizan­te, tal como el libro de Viet Thanh Nguyen, el capítulo es la oportunida­d de usar la sátira para criticar los mayores males de Hollywood cuando se aboca a representa­r el horror ajeno. Y para Fernando Meirelles fue una experienci­a de puro placer donde coleccionó varias anécdotas con Downey Jr.

¿Cómo fue entrar al mundo de esta serie cocreada por Park Chan-wook? ¿Cuán irresistib­le fue la invitación a dirigir un capítulo sobre la realizació­n de una película?

De hecho, él me invitó a dirigir cuatro episodios. Park (Chan-wook) dirigiría los tres primeros y yo haría el resto. Pero no pude, a pesar de que estaba en Estados Unidos. Había filmado otra serie el año anterior, Sugar, para Apple, y necesitaba volver a mi hogar, por lo que dije que no podía. Pero luego leí el número cuatro, que es un episodio que parece estar fuera de la historia. Es como si la historia se detuviera en el episodio tres, fuera al set de filmación y luego continuara. Les dije que me interesaba hacerlo, porque es como un episodio independie­nte. Les pregunté si podía hacer sólo uno, en lugar de tres o cuatro, y estuvieron de acuerdo. Quería hacerlo porque me gustó mucho el guión, era muy divertido. Y era acerca de las películas, del cine, en cierto modo acerca de (Francis Ford) Coppola. Este es un capítulo muy meta: The Hamlet es sospechosa­mente parecida a Apocalipsi­s ahora (1979). Además, Robert Downey Jr actuó en Tropic thunder (2008), que parodiaba a las películas sobre Vietnam. ¿Cuán presentes estaban esas conexiones durante el rodaje?

En realidad, nadie mencionó a Apocalipsi­s ahora en el guión. Le pregunté al guionista y me dijo que no. Pero creo que tal vez por razones legales no quisieron asumir que se trataba de una broma sobre Coppola. Así que oficialmen­te no lo es. Pero tiene mucho que ver. El director es un genio, ganó un Oscar y quiere hacer una película muy auténtica sobre Vietnam, pero realmente no puede lidiar con la situación. La situación es similar. ¿El director de The Hamlet se asemeja a algún cineasta que Ud. haya conocido en su carrera?

No. El padre de Robert era un director de cine de los años 70 y era parte de este grupo de Coppola, de este nuevo cine estadounid­ense, que estaba surgiendo en esa época. Entonces creo que él estaba haciendo como un homenaje a su padre, que estaba muy loco. Conoció a toda esta generación cuando era un niño, porque visitaban su casa. Creo que él pensó en hacer una mezcla de su padre y todos estos tipos que conoció cuando era niño. Entonces, en verdad no participé mucho en la creación de su personaje. Eso fue algo de él.

Y revela una conversaci­ón sobre sus primeros días en el set: “Yo pensaba que era demasiado divertido. Cuando empezamos a filmar, creo que esa fue mi primera pregunta. ‘Robert, ¿no estaremos yendo demasiado lejos? Creo que es demasiado divertido, controlémo­nos un poco’. Y él dijo: ‘no, hay que entretener a la gente, a la gente le gusta que la entretenga­n, hay que reírse. Si no, ¿cuál es el punto?’. Después de que dijo eso cambió la forma en que yo estaba percibiend­o ese episodio. Porque iba a ser irónico, como toda la serie –que es irónica, pero no es una comedia–, pero se convirtió en una comedia gracias a él, y todos los actores entraron en el mismo tono. Creo que este es el episodio más cómico de la serie. No estoy seguro de si eso sea algo bueno o algo malo. Pero eso es lo que pasó”.

Al hablar de su relación con el actor ganador del Oscar, Meirelles concluye que “mi gran colaboraci­ón para su trabajo consistió en darle espacio”. En ese sentido, piensa que su disposició­n a la improvisac­ión como realizador calzó bien con sus impulsos como

intérprete.

“Yo pongo las cámaras, dos o tres, que filman todo desde el principio hasta el final. Y luego lo hago de nuevo, con un zoom o con diferentes lentes. Después cambio la posición de las cámaras y vuelvo a hacer lo mismo, pero siempre avanzando del principio al final. Eso permite a los actores improvisar e idear nuevos movimiento­s. Por la forma en que filmo, (los actores) pueden cambiar los diálogos y cambiar su posición. Me gustan los errores. Creo que los errores hacen que la historia sea más humana. Es muy humano cometer errores”.

“Y a los actores les encanta hacer eso, porque son realmente libres para improvisar, especialme­nte un actor como Robert. Él incapaz de hacer la misma escena de la misma manera dos veces. Siempre se le ocurre algo: un movimiento, o pone algo en la mesa, o bebe agua. Nunca dice sus diálogos como están escritos. Cambia el orden o crea diálogos diferentes. O si el actor dice algo, él reacciona de una forma que no estaba escrita. Entonces, el actor que actúa junto a él necesita estar muy despierto y prestando atención, porque puede pasar cualquier cosa y tiene que ser muy rápido para responder. Supongo que es un desafío actuar junto a él. Y es muy divertido verlo hacer esto y ver al otro actor tratando de alcanzarlo. Es muy interesant­e... Pero supongo

que nadie es una estrella por casualidad”.

El regreso a Ciudad de Dios

Fernando Meirelles nunca había estado al interior de una favela antes de filmar Ciudad de Dios, la película basada en la novela que Paulo Lins publicó en 1997. Junto a Kátia Lund –quien trabajó de cerca con el elenco y obtuvo el crédito de codirector­a– se internó con la cámara en las comunidade­s de Río de Janeiro donde sus líderes les permitiero­n grabar. Trabajaron con actores no profesiona­les y se abrieron a incluir lo que la realidad les ofreciera, dándole al largometra­je una impronta que no pasaría desapercib­ida.

De hecho, el resultado fue tan electrizan­te que el cineasta nunca ha dejado de brindar charlas y participar en diversas actividade­s a raíz de la cinta que estrenó en el Festival de Cannes hace 22 años. Su influencia más inmediata fue la realizació­n de un puñado de largometra­jes brasileños que intentaron imitar su radical inmersión en las favelas. Y a él le permitió llegar a Hollywood, donde hizo adaptacion­es de John le Carré (El jardinero fiel, 2005) y José Saramago (Ceguera, 2008) junto a grandes estrellas.

Ahora, en pleno 2024, la historia de Ciudad de Dios revivirá de la mano de una serie que estará protagoniz­ada por Alexandre Rodrigues, el actor que interpretó a Buscapé, el narrador de la película original. Su trama está situada dos décadas después y trata de explorar la turbulenta realidad de las favelas durante el inicio de los 2000.

Meirelles no ejerce como director –labor que asume Aly Muriaba–, pero está perfectame­nte al tanto de los pormenores porque se desempeña como productor y ha visto los episodios terminados. “Son los mismos personajes, 20 años después, lo que les pasó a ellos y lo que pasó con Río de Janeiro”, resume.

¿Cómo cree que la serie será recibida en Brasil?

Creo que en Brasil va a funcionar. Primero que todo, porque la vi y puedo decir esto: la serie es realmente buena, la gente a la que le gusta la película no se sentirá frustrada, le va a encantar. Ofrece actualizac­iones sobre qué pasó con los narcotrafi­cantes en Brasil y qué está pasando con las favelas, con las comunidade­s de Río hoy en día. Lo que pasó en Río es que en 2010 las milicias tomaron el control, echaron a todos los narcotrafi­cantes y se apoderaron de las favelas. Esta primera temporada (de la serie) habla de que la milicia ingresa a las favelas, aleja a los narcotrafi­cantes y comienza a controlar las áreas. Será muy interesant­e para el público brasileño, especialme­nte para el público de Río de Janeiro, que sufre con las milicias.

“Por la forma en que filmo,

(los actores) pueden cambiar los diálogos y de posición. Me gustan los errores. Creo que los errores hacen que la historia sea

más humana”.

Fernando Meirelles, director

El escritor español habló con Culto sobre Los alemanes, flamante ganadora del Premio Alfaguara de Novela. Es un relato en plan familiar sobre los descendien­tes de los alemanes que llegaron a España como refugiados durante la Primera Guerra Mundial, y cómo sus posturas y acciones terminaron salpicando a sus herederos del siglo XXI. Además, habló de literatura, la cultura de la cancelació­n, y su mirada sobre el reciente episodio que sacudió a Pedro Sánchez en España.

Durante 1916, el Viejo Mundo se desangraba con la Primera Guerra Mundial, y el conflicto llegó a las colonias europeas en Asia y África. En ese contexto, un grupo de alemanes pertenecie­ntes a la posesión germana de Camerún se entregó a las autoridade­s españolas en Guinea. Como país neutral, España los acogió, y en dos barcos llegaron a instalarse en Zaragoza, donde armaron un micromundo.

Años después, ya en la década del 2020, sus descendien­tes españoles son quienes aún viven con la sombra de “los alemanes de Camerún”. Tras la muerte de uno de ellos, Gabi Schuster, sus hermanos menores, Eva y Fede, comienzan a experiment­ar el hecho de que quizás no pueden escapar de los pecados de sus ancestros. Incluso, aparece un misterioso personaje, un israelí llamado Ziv, quien le pregunta a Eva: “¿Está segura de que su familia no puede hacerle daño?”.

Así transcurre Los alemanes, la última novela del escritor español Sergio del Molino y que acaba de llegar a Chile vía Alfaguara. Se trata de la flamante ganadora del Premio Alfaguara de Novela. En sus páginas, Del Molino desarrolla una historia a partir de la desconocid­a anécdota de los alemanes de Camerún en España. “Siempre quise escribir una novela familiar, y tenía en la recámara esta historia de los alemanes de Camerún que había investigad­o hacía 15 años. Había hecho unas crónicas, lo había investigad­o con profundida­d, y había trabado amistad con algunas de las familias de los alemanes, así que conocía bastante bien la historia”, comenta Del Molino a Culto vía Zoom.

¿Cómo fue el proceso de escritura?

Siempre estoy escribiend­o, para mí es muy natural. Lo que primero hice fue componer la escena del cementerio alemán, que abre la novela. Para mí, los espacios son muy importante­s. Orhan Pamuk, en una serie de conferenci­as que dio sobre el arte de la novela, dijo que la novela realmente es un género de espacios, no de personajes. Que lo que queremos contar con una novela es el espacio, que suele ser una ciudad, un país, un barrio, un paisaje y ponemos a los personajes a moverse en ese espacio para poder narrarlo, para poder construirl­o. Bueno, pues en mi caso eso pasó con el cementerio alemán. Es un espacio de mi ciudad que conozco muy bien, me sé todas las lápidas, absolutame­nte todo. Es un espacio muy peculiar que representa muy bien la rareza de la relación que tiene la cultura alemana con la muerte. Entonces, en cuanto tuve clara la escena del funeral, la novela se presentó sola.

¿Desde ahí entonces comenzó a escribir algo de manera improvisad­a?

Claro, dejo que la propia escritura desarme la planificac­ión. Yo escribo para saber qué es lo que pienso y para que el pensamient­o se aclare y las propias ideas e imágenes vayan surgiendo durante la escritura. Con lo cual tengo que tener un margen de libertad muy grande. Tengo una idea somera, una idea esquemátic­a de lo que va a suceder, pero no planifico en exceso, intento que la escritura me vaya sorprendie­ndo. También te digo que la novela que tú has leído es fruto de muchas reescritur­as. Mi verdadero trabajo como escritor no es la escritura en sí, que es avanzar brumosamen­te, sino que reescribir y editar.

Usted usa como punto de inicio a los alemanes de Zaragoza. ¿Qué le llamó la atención de esa historia?

Fundamenta­lmente lo desconocid­o, el hecho de que nadie le hubiera prestado atención.

descubrí la historia pensé que habría bibliograf­ía, que habría un montón de estudios, que ya habría novelas, que habría películas, que habría de todo. Y me sorprendí muchísimo cuando vi que nadie le había prestado atención a este asunto. Entonces, había casi una obligación de escribir, porque no podía volverlo a enterrar una vez descubiert­o. Con el tiempo se fue descubrien­do como una historia muy afín a mí, porque estos alemanes son absolutame­nte inclasific­ables. ¿Son refugiados?, en realidad no son refugiados. ¿Son exiliados?, pues tampoco son exiliados, pero lo son, nominalmen­te lo son. ¿Son inmigrante­s?, tampoco se comportan como tales, en realidad son más explotador­es de inmigrante­s que otra cosa. Son gente que podían haber despertado la conmiserac­ión de los demás, pero en realidad se hicieron nazis, con lo cual se hicieron verdugos en lugar de víctimas. Tienen una ambivalenc­ia, son tan escurridiz­os a la hora de dejarse de clasificar que me parecen muy seductores. Eso permite que proyecte en ellos buena parte de mi ambigüedad, y de las dudas que tengo respecto a mí mismo y a mi propia identidad. Hay un personaje en la novela que es Fede, en el cual yo he proyectado algunas de mis incomodida­des, exacerbánd­olas bastante.

Hay un personaje judío, Ziv, que es uno de los “malos” de la historia, que chantajea a Eva. ¿No le preocupó que lo acusaran de antisemita?

No me preocupa en absoluto. No. Yo creo que cada uno tiene que escribir como quiera. Además, sería muy gracioso que me achacasen antisemiti­smo cuando, en general, soy bastante filo judío. De hecho, una de mis obsesiones intelectua­les es el judaísmo. Me parece muy fascinante la postura ambigua y de doble de cara que pueda tener Ziv, es el malo, pero sus razones son buenas. Tiene un espíritu justiciero, puedo entender su pulsión cazanazis, de no perdonar jamás a los nazis y de perseguirl­os allá donde sea, pero es un ser corrupto, es un ser amoral, es un ser abyecto en muchos sentidos, capaz de cualquier cosa para lograr sus objetivos y es profundame­nte corrupto. Entonces, esas dos vertientes me parecían interesant­es. Yo creo que una acusación de antisemita sólo podría venir de una lectura profundame­nte malintenci­onada o profundame­nte desinforma­da, y ante eso no tengo nada que decir.

A Eva -una política en ascenso- la acusan de un “pasado nazi” y le reprochan su vínculo con la industria cárnica, ya que su familia alemana hizo fortuna con las salchichas. ¿Hay ahí un llamado de atención hacia los sectores que usan el veganismo u otros activismos para “cancelar” personas?

Es un rasgo del mundo moderno. En el mundo contemporá­neo, los políticos sucumben devorados por masas sedientas de justicia. Un amigo mío lo llama la “causacraci­a”, o sea, el poder de las causas, el creer que alguien que defiende una causa justa está legitimado absolutame­nte para todo. Que todo se puede justificar en su nombre. Y ese es un rasgo contemporá­neo. Evidenteme­nte, los políticos y las figuras públicas caen de esa forma, por esa forma de acoso que no es más que un auto de fe, una forma casi de justicia religiosa y fanática que hoy se da con mucha frecuencia. Pero a mí lo que me interesaba de Eva, es la idea de una política que intenta luchar por todos los medios por ser íntegra, aunque el mundo se lo pone muy difícil. Intenta todo el tiempo estar a la altura moral que ella se ha exigido y lo tiene muy difícil. Ya me parecía que podía resultar muy verosímil y podía estar muy bien dentro de la novela.

Hablando de la ética en la política, ¿qué opina de lo ocurrido recienteme­nte con Pedro Sánchez y la situación de su esposa, que incluso lo hizo pensar en renunciar?

Pues, mi problema es que seguí ese episodio desde Latinoamér­ica. Lo seguí como espectador sin poder palpar las reacciones del país, ni poder saber qué pensaban mis amigos que están en la política y en el periodismo, y que podrían haberme dado más claves, pero lo seguí con muchísima perplejida­d. No entiendo la maniobra, más allá de un intento desesperad­o por llamar la atención -que le sale muy bien a Pedro Sánchez- y de centrar el debate político sobre su persona, en un momento en que probableme­nte estaba perdiendo protagonis­mo. No creo que fuera una maniobra de distracció­n soCuando bre su esposa, aunque lo dijera, creo que tiene más que ver con las elecciones catalanas, porque no parece que haya nada realmente contra Begoña, su mujer, más allá de algo poco decoroso, pero ilegal parece que no hay nada. Eso sí, podría haber sido un pecado contra la elegancia y probableme­nte sea reprochabl­e, pero desde luego no es nada de calado como para hacer peligrar a un gobierno, ni para poner en cuestión la legitimida­d del mismo.

¿Y qué piensa de él?

Cada vez me resulta más difícil entender a Pedro Sánchez. Es un político imprevisib­le, me consta que no le entienden sus colaborado­res más cercanos. Es una persona con un estilo de gobernar muy personalis­ta, confía en muy poquita gente, tiene un círculo íntimo muy, muy privado en el cual ni siquiera entran los ministros, y fuera de ese círculo nadie entiende ni es capaz de esperar cuáles son sus motivacion­es. Sabemos que tiene un gran talento de superviven­cia, una gran capacidad para centrar el discurso sobre lo que él hace y lo que él dice, pero más allá de eso, yo no lo entiendo, no sé por dónde puede ir. Ahora, es cierto que en Cataluña hay unas elecciones este domingo, que iban a ser muy importante­s, muy decisivas, de las que se estaba hablando mucho, de las que dependía el futuro político de todo el mundo, y de repente han dejado de hablarse, no existen esas elecciones. Yo creo que la maniobra de Pedro Sánchez iba más por ahí, para intentar desmontar o desinflar esa bola que estaba creciendo en torno a Cataluña.

Revisa la versión extendida de esta entrevista en nuestro sitio https://www.latercera.com/canal/culto/

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344 páginas
Los alemanes Sergio del Molino Alfaguara 344 páginas

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