El temor a la violencia política que despertó el ataque a Fico en la UE
El reciente tiroteo al premier de Eslovaquia ha encendido las alertas respecto del posible aumento de ataques contra las autoridades, a raíz del ascenso de movimientos extremista. Expertos explican a La Tercera cuáles son las probabilidades de que se replique un atentado como el sufrido esta semana por Robert Fico.
“Intento de asesinato premeditado por venganza” es el cargo por el que fue acusado el poeta de 71 años detenido por atacar a disparos al primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, según informó la Policía este jueves tras que el sospechoso le disparara al líder político de tendencias prorrusas frente a la Casa de la Cultura en la ciudad de Handlova. Se trata de un delito que podría acarrear una pena de entre 25 años y cadena perpetua, según informó la cadena France 24.
Fico se encuentra en estado grave, pero se espera que sobreviva, dijo el jueves un funcionario del hospital. El acusado sería un “lobo solitario” no afiliado a grupos políticos, según informó el ministro del Interior, Matus Sutaj Estok. El funcionario también aseguró un día antes que la investigación inicial encontró que el ataque tenía “una clara motivación política”.
Eslovaquia ha vivido disturbios políticos, con miles de ciudadanos manifestándose repetidamente en la capital, Bratislava, en protesta contra las políticas del premier. Fico, quien retornó al poder por cuarta vez el año pasado, lo hizo tras que su partido obtuviera la victoria en las elecciones parlamentarias con una plataforma prorrusa y antinorteamericana.
“Antes del ataque de esta semana al primer ministro Fico, también vimos, hace unos años, el asesinato por motivos políticos de un periodista investigador, que conmocionó a la sociedad de entonces y condujo al colapso del anterior gobierno de Fico. Sin embargo, no veo ningún vínculo claro entre este tema y la cuestión del ascenso de la extrema derecha europea (...) Lo que sabemos desde hace mucho tiempo es que Fico tuvo algunos tratos turbios con la mafia, lo que debería considerarse como una de las hipótesis detrás de este ataque”, indica a La Tercera Pawel Zerka, investigador de políticas europeas en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR).
Con las elecciones al Parlamento Europeo de junio próximo en el horizonte, la comunidad internacional ha condenado el ataque, y varios líderes han expresado su solidaridad con Eslovaquia. El secretario general de la ONU, António Guterres, lo calificó de “ataque impactante”, según dijo Farhan Haq, portavoz del secretario general, en una sesión informativa el miércoles. Y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, hizo lo mismo al tildarlo de “vil ataque”, a través de la red social X. “Estos actos de violencia no tienen cabida en nuestra sociedad y socavan la democracia, nuestro bien común más preciado. Mis pensamientos están con el primer ministro Fico y su familia”, añadió.
“El ataque al primer ministro Fico en Eslovaquia es un ataque aislado que no proviene de un grupo terrorista ni violento organizado y por lo tanto es excepcional. Otra cosa es que produzca un efecto de imitación en sectores o en personas que estén radicalizadas o en este caso inestables mentalmente. Hemos visto acoso a otros políticos, es decir, hay un ambiente de cierta tensión y por lo tanto no se pueden descartar ataques similares, aunque no como parte de grupos organizados”, aclara a La Tercera José Ignacio Torrealba, investigador senior de políticas y jefe de la oficina de Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
La legislación de la UE no ha sido suficiente para detener el avance de la violencia por parte de movimientos de extrema derecha, a juicio de John Callahan, académico de política internacional y director de Programas en Línea de Relaciones Internacionales y Seguridad Nacional en el New England College. “La UE en su conjunto está aumentando rápidamente su capacidad para responder al terrorismo y en fecha tan reciente como 2020 se han adoptado medidas significativas con un nuevo programa para luchar contra el terrorismo y el extremismo. Pero no estoy seguro de que haya un enfoque interno adecuado. En cuanto a los Estados miembros, cada uno tiene un conjunto de leyes diferente. El terrorismo interno es muy difícil de entender y responder”, explica Callahan a La Tercera.
Discrepa el investigador Zerka, quien afirma que “no veo un papel importante para la UE aquí, aparte del de ser el guardián del Estado de derecho en los Estados miembros de la UE. Sin embargo, si estamos de acuerdo en que el principal problema es el elevado nivel de violencia en el debate político nacional, entonces también debe ser abordado a nivel nacional”.
Consultado sobre qué medidas se podrían tomar desde la UE para mitigar el ascenso de movimientos extremistas, el politólogo y director del Centro de Estudios de la UE en la Universidad de Gante, Bélgica, Hendrik Vos, indica a La
Tercera que “se necesitan políticos con sentido de responsabilidad. En una democracia sana, es normal tener desacuerdos y discusiones. Pero no deben considerar a las personas con opiniones diferentes como ‘enemigos’, porque entonces una sociedad corre el riesgo de radicalizarse, dividirse y desintegrarse en campamentos. Y ese es un caldo de cultivo para la violencia, el fascismo y la brutalidad. Con ello se resuelven pocos problemas y no es una buena base para formular políticas”. ●
Claudia Sheinbaum ha prometido seguir el programa de Andrés Manuel López Obrador. Hay quien ve en esto una estrategia electoral y confía que a la postre prevalecerá su perfil biográfico: una académica formada en el respeto a la ciencia. Ojalá sea así, por el bien de México. Pero hasta ahora no hay razón para dudar de su sinceridad. En términos políticos, ese seguimiento implicaría continuar -quizá con un estilo más discreto pero no menos autoritarioel libreto populista. Supondría mantener la presencia del Ejército en labores que nunca han sido las suyas (la administración de carreteras y aduanas, la construcción de trenes fantasma, aeropuertos sin pasajeros y refinerías que no refinan). Significaría seguir, ante el crimen organizado y la delincuencia, la estrategia –llamémosla así- de “abrazos, no balazos”, que se ha traducido en la cifra sin precedente de 180.000 muertes violentas en lo que va del sexenio. Y finalmente significaría también aprobar el paquete de reformas que AMLO ha enviado al Congreso y con las cuales pretende acabar con la autonomía del Poder Judicial y desmantelar las dos principales instituciones autónomas que se han salvado de su implacable guillotina: el Instituto Nacional Electoral y el INAI.
Si, como ahora parece probable (aunque de ningún modo seguro) Sheinbaum gana la elección presidencial pero los partidos que la apoyan (incluido Morena, el partido de AMLO) pierden elecciones en la ciudad de México además de no alcanzar la mayoría calificada en el Congreso, su margen de maniobra se reducirá sensiblemente. Con este resultado (muy posible) posible la oposición reclamará ante el Tribunal Federal Electoral las numerosas irregularidades que ya se están cometiendo. Un sector amplio de la ciudadanía se manifestará en las capitales del país. Pero será difícil revertir el triunfo. Si Sheinbaum muestra una disposición a cambiar el rumbo y propicia una reconciliación nacional, la democracia mexicana se habrá salvado. Si se empeña en el libreto, tendrá que negociar con el Congreso, en una tensión permanente arbitrada por la Suprema Corte y volcada en las calles, las plazas, y las redes sociales, encendidas por una polarización aún más explosiva que la actual. Resultado, la democracia podrá respirar, no descansar.
Si la maquinaria oficial de compra e inducción de voto (aunada a la intervención del narco, que ya se ha dado) se traduce –cosa improbable- en un triunfo por amplio margen que otorgue al oficialismo la mayoría calificada, la impugnación de la oposición y la protesta ciudadana serán mayores. Pero el peso del poder sería excesivo. México estaría en peligro de transitar a un “obradorato”, si no consentido por la presidenta, impuesto sobre ella. Sheinbaum sería la (Dmitry) Medvedev de AMLO. Resultado, la asfixia de la democracia.
Por fortuna, hay otros escenarios. El frente opositor cuenta con una candidata competitiva, Xóchitl Gálvez, que recorre el país con un impacto creciente. Las encuestas se están cerrando. Su biografía lleva en sí misma una legitimidad incontestable. De origen humilde y parcialmente indígena, es una mujer que se hizo a sí misma, estudió ingeniería, fundó una empresa de edificios inteligentes, se incorporó al servicio público como una funcionaria preocupada por los problemas sociales. De hecho, como senadora aprobó elevar a rango constitucional los programas sociales que han sido el sustento de la popularidad de AMLO. Gálvez es franca, propositiva y valiente, cualidades que resaltaron en el debate presidencial del 28 de abril y seguramente en el próximo del 19 de mayo.
Si Gálvez triunfa con un margen amplio (difícil, no de ningún modo imposible) quizá fuerce algo inédito en la biografía de López Obrador: la aceptación de una derrota. La democracia respiraría con mayor libertad. Si, como es posible, Gálvez gana con un margen pequeño, puede darse por descontado que Morena y sus aliados (encabezados por AMLO, secundados por Sheinbaum, seguidos de un enardecido contingente social) reclamarán fraude y saldrán a las calles buscando la anulación de los comicios. Pero también la ciudadanía opositora defendería su triunfo. Vendrían meses de incertidumbre y turbulencia, en espera del veredicto del Tribunal Electoral, sobre el cual recaería una presión sin precedentes. ¿Mantendría su independencia? La democracia en vilo.
La democracia mexicana no solo es joven. También es inexperta. En 200 años de vida independiente, México la había ensayado en solo dos períodos: la era liberal de Benito Juárez (1867-1876) y los 15 meses del presidente Francisco I. Madero (1911-1913). El primer paréntesis se cerró en una dictadura, el segundo desembocó la violencia revolucionaria. Este es el tercer llamado. Ocurre en medio de una violencia delincuencial sin precedentes, producto directo de la irresponsabilidad del gobierno. Por más arduo que parezca, la democracia debe prevalecer. Pero el peligro es real e inminente. México puede dejar de ser una democracia. ●