Aline Kuppenheim y el caso Cristián Campos: “Mientras la justicia hace su trabajo, nosotros debemos más bien callar”
La actriz de Los Mil Días de Allende y Machuca regresa a la pantalla grande en la película Quizás es Cierto lo Que Dicen de Nosotras, donde interpreta a la madre de una adolescente involucrada en una secta. Aquí, habla del proyecto inspirado parcialmente en el caso de Antares de la Luz y también se refiere a la cultura en la era Boric: “En Chile la cultura es un gran nudo ciego, no hay un acuerdo mínimo”.
En agosto se cumplen 20 años desde que se estrenó la película chilena Machuca y se podría pensar con tranquilidad que hay pocas obras fílmicas tan representativas de nuestro país.
Están El Chacal de Nahueltoro (1969), Tres Tristes Tigres (1969), No (2012) y Una Mujer Fantástica (2017), pero los más de 650 mil espectadores de la cinta de Andrés Wood hablan claramente de un fenómeno evidentemente fuera de cualquier cálculo. Aquella descripción entre nostálgica y amable de las diferencias de clase durante la Unidad Popular trascendió incluso las fronteras del país y así como el personaje homónimo (el “Machuca” de Ariel Mateluna) fue ejemplo de un proyecto fallido, la madre de su compañero de colegio Gonzalo Infante era el epítome de los estratos acomodados.
El rol de María Luisa Infante fue particularmente significativo para Aline Kuppenheim, quien hoy recuerda con orgullo el filme. “Esa película es lo que yo llamo un objeto cultural, algo que trasciende el tiempo, que queda”, comenta la actriz cuando además reflexiona sobre el concepto y el significado de cultura, tan de moda a partir de las críticas que se ha hecho recientemente a la gestión en esta área del gobierno de Gabriel Boric.
Kuppenheim es además la protagonista de la película Quizás Es Cierto lo que Dicen de Nosotras, trabajo de Camilo Becerra y Sofía Paloma Gómez que se estrena el próximo viernes 31 de mayo en salas de cine y la semana después en Prime Video. Ahí encarna a Ximena Heiremans, la madre de Tamara (Camila Milenka) y Ada (Julia Lubbert), una adolescente y una preadolescente. Mientras la última lleva una vida normal, Tamara se ha involucrado secretamente en una secta.
Inspirada libremente en el caso de la secta de Colliguay y su líder Antares de la Luz, esta producción decide contar la historia de lo que pasa con los padres de los integrantes del grupo. En ese sentido, es una propuesta diferente y original.
¿Qué le interesó del proyecto?
Es llamativo como la película muestra que a partir de creencias determinadas, alguien puede llegar a una situación tan terrible como la de esta secta. Y es sólo un ejemplo de muchas. Este tipo de casos producen una extraña fascinación. No me refiero al morbo, sino a que siempre tratamos de en
tender que hay detrás de todo esto en el sentido de cómo funciona la mente de alguien que puede llegar a cometer crímenes, ya sean individuales o masivos. Hay creencias, control mental, perturbación mental. Lo interesante de mi personaje es que es alguien de afuera, es una psiquiatra y madre de una joven involucrada en la secta. Ella tiene dos hijas, pero mientras Ada, la menor, es totalmente normal, la mayor, Tamara, ha caído en este grupo de adoradores de un falso profeta. Ximena, desde su punto de vista racional y analítico, está tratando de entender a su hija Tamara, pero no puede.
¿Por qué la hija entra a la secta?
Hay teorías que dicen que todos podemos caer en una secta, pero yo creo que eso no es así. Pienso que existe la predisposición de cada cual. En la película eso se nota mucho en la actitud de las dos hijas, criadas por la misma madre, la misma familia. Ambas vivieron en el extranjero y llegaron a Chile, pero sólo una de ellas parece más afectada por eso.
La pelicula evita los juicios a los personajes, ¿Qué le parece?
Hay que estar alertas a lo que puede estar pasando, tener un juicio crítico. Eso es lo que propone la película. No busca un dictamen ni pretende dar moralejas o señalar víctimas o victimarios. Tampoco se mete en el tema de clases y la disyuntiva sobre si estos chicos fueron tratados mejor que otros, pues eran de clase alta. Lo que propone es preguntas sobre por qué hay creencias que desembocan en crímenes. Después de todo, estamos en la época de la posverdad. Hay gente que cree que la Tierra es plana y estructuran todo su sistema de creencias a aprtir de eso. . A mi personaje Ximena le pasó un poco por el lado el momento en que su hija se convirtió a esta secta y ahora paga las consecuencias. No sospechó de su hija debido a que los integrantes de una secta, por definición, son bastante convincentes y ordenados, saben cómo moverse en el exterior y no hacen dudar a nadie. Un ejemplo es el caso del padre de Pablo Undurraga, uno de los líderes de la secta de Colliguay, quien en el documental Antares de la Luz: La Secta del Fin del Mundo (disponible en Netflix) cuenta cómo ellos le pagaban religiosamente la propiedad que él les arrendaba.
Usted es muy activa en X (antes Twitter), dónde hay muchas realidades paralelas. ¿Cómo se lo toma?
Es terrible, pero trato de hacer el mismo ejercicio que practica mi personaje. Es decir, tratar de entender porque alguien puede verbalizar ese tipo de brutalidades. Igual, hay veces que uno lo suelta no más, porque me canso. De hecho, últimamente me he cansado mucho. Lo triste es que hay consecuencias en la realidad. Nada es gratis. Tal como se ve en Quizás es cierto lo que dicen de nosotras, hay sistemas nefastos de creencias que terminan en tragedias y, ¿por qué no?, eventualmente en un holocausto.
Caso Campos y el “nudo ciego”de la cultura
¿Tiene alguna opinión sobre la acusación contra Cristián Campos por abuso sexual?
No tengo opinión mientras la justicia no dictamine. Creo que mientras hace su trabajo nosotros debemos más bien callar. Además, el caso es demasiado delicado para emitir juicios.
Han surgido voces de artistas que apoyaron la candidatura del Presidente Gabriel Boric, pero que ahora están descontentos con el manejo cultural del país. ¿Cómo evalúa la situación usted?
La cultura en Chile es como un nudo ciego. Esa es la imagen que tengo en la cabeza. Es un nudo ciego que todos los artistas, pensadores y artistas hemos ido apretando cada vez más. Me refiero a que todos tenemos una opinión de como la cultura debería ser, pero no hay un paradigma, un acuerdo mínimo. El presupuesto y los recursos son muy importantes, pero no menos valiosa es la percepción de lo que la cultura es para la gente, para la ciudadanía. Eso es lo más importante en todo esto.
¿En qué sentido?
En el sentido de que la gente tiende a creer que la cultura son algunos artistas y actores que ve en la televisión o redes sociales y sería todo. Y no critico a ese público, pues es lo que cualquiera podría pensar. Ese pareciera ser el paradigma.No existe la conciencia de comola cultura nos puede afectar en nuestras vidas diarias, incluyendo cuestiones tan urgentes como la seguridad, la inequidad o el abandono. Para mí la cultura es una herramienta concreta de transformación social. No es algo disociado de la realidad que está en un compartimento estanco, lejos. Es parte de la creación simbólica de un país. Sí lo entendiéramos así, la cultura sería apoyada por la ciudadanía. Ahora bien, los trabajadores de la cultura no podemos llevar esa bandera solos. No tenemos el apoyo ni desde la institucionalidad ni desde la ciudadanía.
¿Y ahí tiene que actuar el gobierno?
Creo que desde la institucionalidad se debe mandar el mensaje de que la cultura es necesaria para nuestras vidas. En otros países se han dado cuenta de eso y se ha incorporado a los barrios con los resultados de la reducción de las tasas de criminalidad y de violencia. El ser humano es en esencia creativo y cuando se le niegan esas facultades tiende a deshumanizarse, a destruir. Y no hablo de una obra de teatro o de un concierto, sino que del lugar de la cultura en nuestra sociedad. Primero hay que resolver eso. Después viene todo el tema de los fondos, de la plata, etcétera. Estamos actuando al revés. En ese sentido no basta la buena o mala voluntad de un gobierno, pues en Chile se considera casi desde raíz que la cultura es sólo espectáculo y entretención. Se lo ve como algo superfluo en comparación a otras cosas.
¿No está bien entocnes la dicotomía de apoyar la salud o la educación versus darle dinero a la cultura que planteó el actor Jaime Vadell?
No, para nada. La cultura lo es todo, como vivimos, como pensamos y vemos al mundo. Eso empieza en la sala cuna y sigue el resto de nuestras vidas. En el fondo siempre estamos en el colegio, siempre estamos aprendiendo. Cuando ya se es profesional, seguimos con dudas y certezas, planteándonos preguntas. Queremos llenar los vacíos existenciales. En una sociedad de consumo, lo ideal sería llenar esos vacíos con cultura o deporte, pero la mayoría prefiere el consumo habitual de bienes. Ahora bien, cuando hay pobreza, no hay dinero y no hay cómo consumir. Los vacíos y necesidades se llenan de otra forma: drogas y delincuencia con el objetivo de poder tener, tener y tener.
El actor Luis Gnecco dijo que no entendía como Gabriel Boric podía ser Presidente sin haber obtenido su título…
Ay, no sé. Son cosas de Luis. Yo creo que todo el mundo tiene derecho a considerar bueno o malo a un presidente y yo no me meto en eso. Es su opinión. Lo que sí creo es que las razones para tener esa postura deberían ser más específicas, personales, propias. Porque eso de que no le ha trabajado un peso a nadie o que no terminó su carrera se lo he escuchado mucho y a estas alturas es como un mantra. Pierde credibilidad. Debería haber otras razones. Ahora, él ya pidió disculpas. Seguramente no lo pensó muy bien cuando lo dijo.
Hace unos días el excandidato presidencial José Antonio Kast y la filósofa Lucy Oporto acusaron al Presidente Boric de “travestismo político”, ¿cuál es su postura?
Habría que ver el significado exacto de la palabra “travestismo” en el diccionario para ser precisos, pero entiendo que se refieren a que Boric cambia políticamente de acuerdo a las circunstancias. Reitero que cada cual puede pensar lo que quiera, pero me parece que el término se podría haber usado otra palabra. Si vamos a hablar de esa manera creo que el “travestismo político” es la esencia de la política. Él que hace política debe de alguna manera travestirse en el sentido de que hay que llegar a acuerdos, cambiar de opinión a veces, maquillar las cosas. Sabemos que eso es lo medular de la política. Ahora si eso es bueno o malo, depende del contexto.
Lo critican porque consideran que cambia de una posición a otra en muy poco tiempo y eso no sería muy confiable.
Bueno, en ese caso volvemos al tema de las creencias y de los dogmas inviolables. La mente es plástica, cambia de acuerdo a los hechos. Si alguien siempre se aferra a su línea y no le importa lo que pasa a su lado va a entrar en el fanatismo.b