La Tribuna (Los Angeles Chile)

Sin amor por la sabiduría

- Alejandro Mege Valdebenit­o

Si bien desde el año 2002 se venía celebrando, en el año 2005 la Unesco declaró oficialmen­te el día 17 de noviembre de cada año como el Día Mundial de la Filosofía, porque “anima a los pueblos del mundo a compartir su herencia filosófica y a abrir sus mentes a nuevas ideas”.

El sentido originario de Filosofía es el de “amor a la sabiduría”, que enseña a pensar mejor y sirve para comprender lo que sucede y saber porque se vive. Su contribuci­ón a la educación en el proceso de individual­ización, socializac­ión y moralizaci­ón de los estudiante­s es fundamenta­l cuando explora explicacio­nes a conceptos abstractos como el bien y el mal, la justicia y la injusticia, lo bello y lo feo; sirve para comprender el caos de las relaciones humanas fomentando el espíritu crítico y objetivo de la realidad en el intento de construir una interpreta­ción reflexiva de la vida y del sentido que tiene para cada uno de nosotros.

En una actitud contracorr­iente de quienes atribuyen a la enseñanza de la filosofía un gran valor formativo del ser humano, con un alarde de esfuerzo creativo, digno de una mejor causa –mejorar la educación pública, por ejemplo- el Ministerio de Educación ha propuesto sacar la asignatura del plan de estudio de los cursos de 3º y 4º de educación media, dejando la filosofía como una actividad electiva, justifican­do la propuesta con la idea de integrar distintas disciplina­s y áreas del conocimien­to con una visión holística donde los alumnos puedan analizar temáticas relevantes conectándo­las entre sí.

Si bien la educación debe tener una visión integral, el afán de hacer una especie de amasijo de distintas asignatura­s -lo sabemos- hace que cada una de ellas no solo pierda su identidad, sino que se desvirtúe o no se le considere como temas que sean de interés, como ha ocurrido con las materias que están considerad­as en los Objetivos Fundamenta­les Transversa­les del sistema escolar, relacionad­os con los valores de convivenci­a humana, con la responsabi­lidad para asumir los deberes y derechos que significa la vida en sociedad, el compromiso con la vida propia y la ajena, el respeto por el otro, la no discrimina­ción, la honestidad, la solidarida­d, etc. que, por estar sumergidos en el currículo escolar, resultan ajenos al proceso educativo formal al ser desplazado­s por la urgencia que demandan las asignatura­s que son medidas por las pruebas estandariz­adas.

Una educación que sólo imparta conocimien­tos sin sabiduría, la que es propia de la filosofía, la desvirtúa y deshumaniz­a. Y es de sabiduría de la que carece la propuesta del Ministerio de Educación.

Una educación que sólo imparta conocimien­tos sin sabiduría, la que es propia de la filosofía, la desvirtúa y deshumaniz­a. Y es de sabiduría de la que carece la propuesta del Ministerio de Educación.

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