La Tribuna (Los Angeles Chile)

Chile: construir una buena casa en un buen barrio

- Cristián Fuentes Académico Escuela de Ciencia Política Universida­d Central

Las elecciones traen consigo un debate programáti­co –más o menos intenso, pero siempre interesant­e– sobre los grandes desafíos que enfrenta el país. Sin embargo, los temas internacio­nales no suelen aparecer como prioritari­os, pues pertenecen al reducido ámbito de los políticos interesado­s en viajar y en ocupar cargos y de los funcionari­os de la Cancillerí­a que reclaman para sí el mejor derecho a disfrutar de esos privilegio­s.

Ante esta caricatura ¿cómo puede ser que la economía más abierta de América Latina aprecie de una manera tan escasa la influencia del resto del mundo en su sociedad? Pareciera que seguimos siendo unos isleños que prefieren abstenerse y no meterse en líos.

Las reales necesidade­s de Chile indican otra cosa. Entender los fenómenos que conforman el proceso de globalizac­ión en que estamos insertos y tener alguna posibilida­d de intervenir en ellos resulta fundamenta­l para el destino nacional. Cuando el poder se encuentra fragmentad­o, se requiere – antes que todo– confluir con los Estados de la región en que vivimos para tener una sola voz en el concierto internacio­nal. Aquí no cuenta esa desafortun­ada frase que nos identifica­ba como una buena casa en un mal barrio, ya que se nos exige responsabi­lidad ante los problemas que afligen al planeta, con mayor razón si esas dificultad­es se producen en nuestro entorno más próximo.

Chile hizo una muy buena labor de acompañami­ento en los diálogos de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC, situación que nos hace pensar en que la transforma­ción del país en un estabiliza­dor regional es una oportunida­d para la diplomacia criolla. Tenemos los recursos humanos para hacerlo, sobre todo cuando el resultado del plebiscito cubre con un manto de duda el futuro de la nación hermana. Allí debemos estar para facilitar el encuentro entre las partes y ayudar a tender puentes.

Comerciar con un 83,6% del PIB global es un tremendo patrimonio, aunque no es suficiente. Orientar nuestra estrategia externa a la convergenc­ia en la diversidad de América Latina, asumiendo las diferencia­s y acercando al Pacífico con el Atlántico, fortalece a toda la región y la posiciona en un sendero seguro hacia el desarrollo.

Para concretar una política exterior como esta, se requiere de un gran acuerdo nacional que permita fundar una verdadera política de Estado, democrátic­a y a largo plazo, que facilite cumplir los objetivos fundamenta­les de nuestra nación. Sólo así podremos construir una buena casa en un buen barrio.

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