La Tribuna (Los Angeles Chile)
Hernán Cruz Castillo: Buscando traspasar conocimiento a las nuevas generaciones
Recordó su vida desde pequeño, cuando en temporada de verano era contratado por su padre, momento en el que aprendió lo que era el rubro de la agricultura.
Hernán Cruz Castillo, hombre nacido y criado en Los Ángeles, al día de hoy suma 84 años, pero con el nivel de memoria que tiene, sinceramente pareciera que cada una de sus historias ocurrieron hace pocos días, horas e incluso escasos instantes.
Con una admirable paciencia, conversó con La Tribuna Finde para dar a conocer lo que pocas personas saben, y es la vida de un hombre que al día de hoy, es reconocido por su labor en el mundo de la agricultura y el rodeo.
“Tengo el honor, como mis hermanos y madre, de haber nacido en esta ciudad tan querida. Estudiamos en el liceo de Hombres que estaba frente a la plaza. Por ahí parte mi vida. Cuando tenía unos 6 años, un poco más, cuando fue el terremoto del año 39, recién a mi padre –que tenía una vasta experiencia en el campo- lo invitaron a que fuera a donde unos amigos que habían comprado una Hacienda enorme, de 7.500 hectáreas. La Mancha de Monte Águila, que después se llamó Hacienda Monte Águila”, partió contando.
Además, añadió que “Horacio del Río Zañartu fue dueño antes, pero después la compró Florencio Arrillaga, un amigo de mi papá, y lo invitó a que lo orientara. Había mucho por hacer, porque eran campos rústicos. Ahí fue por un tiempo corto, y nosotros teníamos casa nueva, de la época, grande que había hecho mi papá. Mi padre dijo que arrendáramos el campo de mi madre, y nos vamos allá, que tenía una casa de madera grande, en el campo donde estaba”.
En dicho lugar estuvo 12 años, hasta que terminó el colegio, y viajaban solamente cuatro veces al año a su casa. La distancia era corta, pero en dicho momento histórico, no había autos, por lo que la movilización en tren era más lento.
“La que viajaba todos los meses, y muy pendientes de nosotros -cinco hermanos, dos mujeres y tres hombres- era mi madre, porque mi padre no podía, por el trabajo era más complicado”, sostuvo.
Por una necesidad, así lo explicó Hernán Cruz su intención de dedicarse a la agricultura, y en las vacaciones de verano, con 14 o 15 años -sus otros cuatro hermanos- que vivían del suelo de su padre, se empleaban como ayudante de su papá. Su hermano mayor vigilaba y hacía los enganches de las cortadoras de trigo, él (Hernán) se hacía cargo de la cosecha del pasto, y eran mensajeros de su padre hacia los mayordomos.
“Ustedes no saben nada, aprendan, estos hombres tienen experiencia. Guíate por el corazón. Aprende tanto del sabio como del ignorante, porque este último no es torpe, y su mala suerte es no haberse podido educar. Respétalo. Siempre estába- mos autorizados a dar premios y bonos de acuerdo a los rendimientos de los hombres, previa consulta con mi padre”, mencionó.
LA INDEPENDENCIA EN EL MUNDO AGRÍCOLA
Como toda persona en esta vida, Hernán Cruz también tuvo deseos de poder independizarse en este rubro, pero fue con los sabios consejos de su padre con quien logró alcanzar dicho objetivo.
“Siempre tuve la idea de la tierra prometida. Siempre le dije a mi padre, cuando salí del colegio, por qué no nos vamos al campo, y ya estaba viejo y enfermo, entonces me decía ‘es que empezar un campo de arena es difícil’. Siempre soñó que con 50 hectáreas en Santa Fe o Candelaria viviría feliz, y podríamos haberlo pasado bien por su experiencia. Entonces cuando yo vi que estaba enfermo, y tenía 20 años, un día le dije a mi madre ‘me voy a nuestro campo’. Había vencido el arriendo, me voy arreglar la casa, y mi papá ya no puede seguir empleado, es mucho, nos educó a todos”, confesó.
El año 1952 decidió irse al campo de su madre, y se fue a trabajar. En esos tiempos ya pololeaba con ‘Doña Anita’, su esposa, y se esforzó. Su padre no se hacía la idea de poder retornar al campo donde su familia vivió años atrás, y donde Hernán trabajó para habilitarlo.
“No teníamos luz eléctrica, pero ya existían las lámparas petromax. No había estos equipos japoneses que generan alumbrado. Y se vino, y era todo hermoso. Ahí se cumplió el deseo de poder decir éste soy yo, esto es lo que puedo hacer, y aprovechar la experiencia de este hombre, sabio, conocedor, para administrar un campo lo primero que hay que saber es conocer su gente. Tomarle el peso a la responsabilidad”, indicó.
También, agregó que “si tiene 20 trabajadores, tras ellos hay 80 o 100 personas, y cualquier medida equivocada va a repercutir en la vida de todas esas personas, entonces es un asunto delicado. Por eso las charlas eran cortas. La confianza que tengan tus subalternos no es incompatible con la revisión de lo que hacen. Preocúpate y te evitarás desagradables sorpresas. Cuando te alaguen diciéndote que has estado brillante, no olvides jamás los defectos que tu le encontraste a tu determinación”.
En el campo, es el futuro el que importa, sin importar el sacrificio del presente.
“Yo siempre le digo a mi mujer, a mis hijos y nietos, yo mentiría si dijera que mi vida ha sido sacrificada, porque he recibido de Dios más de lo que nunca imaginé, y todo lo he hecho con cariño, empeño, porque me gusta”, puntualizó.
SU HOBBIE: EL RODEO
Cruz Castillo comenzó a correr en los rodeos a los 18 años, y aprendió porque hombres buenos lo ayudaron. Fue tanta su participación y pasión por este deporte, que llegó a ser jurado, incluso, se transformó en delegado.
Junto con todo su palmarés y logros, consiguió revitalizar la Asociación de Criadores de Caballo Chileno, junto a otros grandes personajes en la historia de esta disciplina criolla, formaron la Federación de Criadores de Caballo Chileno.
Es más, esta Asociación nació en el año 1949 -según el recuerdo del propio protagonista- y el primer comité para reflotar esta entidad, que por largo tiempo estuvo de capa caída, la lideró Ítalo Zunino Muratori, de quien tiene los más grandes recuerdos, entre ellos, la materialización de la Medialuna en Socabio, y el casino el propio recinto.