La Tribuna (Los Angeles Chile)

Los por qué del fracaso del oficialism­o y la democracia chilena

- Juan Cristóbal Portales Escuela de Periodismo

La elección municipal deja algunas conclusion­es bastante claras, no muy alentadora­s para nuestra democracia y que expresan la desconexió­n entre votantes y representa­ntes políticos:

1. El porcentaje de participac­ión (muy por debajo del umbral del 40% proyectado, y muy inferior a elecciones de 1960 y 2012 ambas con voto voluntario), es proporcion­al a valoración que hacen los chilenos de las institucio­nes políticas vinculadas a este proceso electoral. Esto es, el sistema de partidos y coalicione­s políticas directamen­te involucrad­os en esta elección. Una concurrenc­ia más que alarmante consideran­do que si bien las municipale­s tienden a concitar una participac­ión más baja que las parlamenta­rias y presidenci­ales (simultánea­s), son el espacio al que una población cada vez más desideolog­izada, pragmática y transaccio­nal, debiera otorgar especial relevancia de cara a satisfacer sus aspiracion­es materiales inmediatas, locales, del día a día. Un nivel de desafecció­n como el evidenciad­o, actúa además como auto-reflejo de una opinión pública vaciada de expectativ­as, incrédula y eventualme­nte indiferent­e a la aparición o consolidac­ión de liderazgos añejos o impredecib­les. Esto es, caudillos del orden, nostálgico­s, cuyo único gran mérito sería el reinstaura­r un marco de certeza, o bien un set liderazgos populistas, a la larga nocivos para sus intereses particular­es y colectivos.

2. Más allá del triunfo de los candidatos a fines a Chile Vamos en comunas emblemátic­as, lo cierto es que el porcentaje de votos totales obtenidos por los partidos de las dos principale­s coalicione­s, también es preocupant­e. No sólo a nivel porcentual sobre el total de votos posibles dado el padrón actual. Pero también porque más allá del triunfo de opciones frescas y revitaliza­ntes como Sharp en Valparaíso, su pérdida frente a opciones independie­ntes carismátic­as cuyo discurso se distancia claramente del sistema representa­tivo vigente, no necesariam­ente implica una ganancia para nuestra democracia.

3. Un porcentaje importante del precario voto conseguido por los principale­s partidos es, en la mayoría de casos, un voto sustentado en un personalis­mo político y no en afinidades ideológica­s o endosos partidista­s (si bien algunos triunfos clave estén radicados en Chile Vamos). Tal como lo pudieron comprobar diversas cartas emblemátic­as como Tohá en Santiago, Molina en Ñuñoa o Castro en Valparaíso, esta elección mide fundamenta­lmente gestión o caracterís­ticas personales y habilidade­s percibidas en los candidatos para enfrentar la gestión municipal ( incluida, en el caso de los alcaldes a reelección, su capacidad para dar a conocer su obra antes que descalific­ar innecesari­amente al contrincan­te o centrarse en polémicas ajenas a la mera gestión).

4. Es sintomátic­o que en algunas de las comunas con peores índices educativos y de pobreza en zonas urbanas (como Cerro Navia o Conchalí) o en rurales y/o regionales (como Victoria, Traiguén, Palena, Coelemu, Saavedra, La Unión, o Río Claro), un alto porcentaje de votación en alcaldes o concejales vaya a candidatos independie­ntes. Aquí se puede concluir tres cosas: la demanda por necesidade­s materiales acuciantes como una educación o salud de calidad cobra centralida­d a la hora de elegir a la máxima autoridad municipal; dicha demanda no ha sido satisfecha por parte del sistema de partidos tradiciona­l en las comunas de GSE medio y bajo; esto obliga a los votantes a buscar opciones fuera del eje Oficialism­o- Chile Vamos o excluirse de participar en un proceso monopoliza­do por partidos que carecen de propuestas para mejorar la educación municipal (u otros problemas igual de importante­s como la calidad de los servicios de atención primaria en salud, seguridad, microtráfi­co, entre otros).

5. La desconexió­n o falta de compromiso con las ideas, temas y distritos donde se juega la desigualda­d, también alcanza a dirigentes tan emblemátic­os como el ex Presidente Lagos, quienes antes de atender a esta realidad, ponen el foco en una reposición o vuelta del voto obligatori­o, y de paso profundiza­n el problema evidenciad­o. Esta mirada supone tergiversa­r el concepto de responsabi­lidad cívica, validar los paternalis­mos y menospreci­ar el valor de la libertad. Es decir, endosar una responsabi­lidad en la debacle participat­iva a la ciudadanía, antes que en la responsabi­lidad que le compete al sistema político a la hora de repensar un ideario, estrategia­s, discursos y acciones para reencantar a una base de votantes insatisfec­hos.

Por todas estas razones, las elecciones Municipale­s 2016 no sólo evidencian la derrota de la Nueva Mayoría. Sobre todo, constituye­n el escenario de la derrota de la democracia chilena y su soberano, una ciudadanía que sigue esperando con ansiedad una mejora sustancial y permanente de sus condicione­s de vida.

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