La Tribuna (Los Angeles Chile)
La crianza compartida en corresponsabilidad
Cuando hablamos de corresponsabilidad en la crianza, estamos apuntando a la responsabilidad compartida que asumen dos personas adultas, respecto de la tarea que significa estar a cargo de la crianza de hijas e hijos. El cambio que significa la llegada de hijas e hijos, impacta a la pareja, en tanto a la dinámica diádica se agrega una nueva o nuevo integrante, que transforma la dinámica relacional de la familia. La capacidad de adaptación a las nuevas demandas generará tensiones y oportunidades de crecimiento a la pareja, que se transforma ahora en padre y madre.
Pero, ¿qué significa en concreto la corresponsabilidad? Con la experiencia de maternidad y paternidad, se vuelven visibles en las interacciones cotidianas, nuestra socialización de género, que opera en distintos niveles y se expresa en los mandatos e ideas que van construyendo nuestra identidad. Recordemos que esta socialización diferencial (en el contexto de una sociedad patriarcal) implica un desequilibrio de responsabilidades atribuidas y naturalizadas, para mujeres y hombres. El mantener intactas estas ideas, refuerza los múltiples malestares invisibles que manifiestan las mujeres en relación a su salud mental (ya que son las que más consultan).
Un aspecto de fondo que pocas veces es abordado por los padres y madres es cómo distribuir equitativamente la responsabilidad de la gestión y organización de la casa y el cuidado de hijas e hijos. Si pudiéramos enumerar las tareas a repartir serían al menos 75. Por nombrar sólo algunas: planificar el menú, hacer las compras, guardar las compras, preparar comida, limpiar las distintas habitaciones de la casa, limpiar la bodega, limpiar el jardín, ordenar clóset, lavar, secar, planchar y guardar ropa, lavar, secar y guardar la loza, mudar bebés, preparar y lavar mamaderas, cuidar, jugar, supervisar actividades de las hijas e hijos, llevarlos al jardín o escuela, ir a buscarlos, supervisar labores escolares, pedir hora al pediatra, llevarlos al médico, participar en reuniones de apoderados, cambiar ampolletas, reparar enchufes, reparar artefactos electrodomésticos en mal estado, poner la mesa, ir al banco, pagar cuentas y un largo etcétera.
Estamos construyendo nuevas formas de relacionarnos, liberándonos de estereotipos que rigidizan y generan malestares invisibles. Los cambios sociales y políticos parten en la casa. Como decía la feminista chilena Julieta Kirkwood en la década de los ‘80: “Democracia en el país, en la casa y en la cama”.