La Tribuna (Los Angeles Chile)

¿Qué es la Patria? ¿Somos nosotros sus habitantes?

El Diccionari­o de la Real Academia Española define la palabra patria como: “tierra natal o adoptiva, estructura­da como nación, a la que se siente ligado o unido el hombre ya sea por vínculos afectivos, jurídicos e históricos.” Y agrega que “patria es aque

- Por Eliseo Rivera Altamirano

Somos una patria por el país que como nación formamos en un territorio como personas y en él se conjugan los vínculos afectivos, jurídicos e históricos de sus habitantes. Y nos organizamo­s jurídicame­nte para ello, constituye­ndo un Estado.

En la escuela nos enseñaron los “símbolos patrios”, como la bandera, la canción nacional, el escudo; y los asumimos como tales, así como al cóndor, al huemul y el copihue. Le verseamos y le cantamos a dichos símbolos, como por ejemplo en nuestro Himno Nacional “Dulce Patria recibe los votos…”; y en dichos versos aparecen también nuestra naturaleza, cielo, cordillera y nuestro mar: “puro, Chile, es tu cielo azulado…” “…majestuosa es la blanca montaña”….”y ese mar que tranquilo te baña”….; o como “la chispa de fuego” que representa el copihue, cantada por Rayén Quitral en el siglo pasado, por allá por los 30s o los 40s.

Un escritor chileno, Víctor Domingo Silva, le hizo una épica y entusiasta poesía a la bandera y la denominó “Al pie de la Bandera” que aprendimos en la enseñanza normal.

De acuerdo a lo señalado en el concepto de Patria, los primeros habitantes de este territorio fueron sus pueblos originario­s, los del norte, los del centro, los del sur, que preñaron estas tierras muchísimo tiempo antes de la llegada de los españoles. Los aymaras y diaguitas, los atacameños, los picunches y tehuelches, los pehuenches y a los huilliches, los onas y alacalufes, los mapuches y tantas otras comunidade­s originaria­s de la costa, del valle central y de la precordill­era; del continente, de las islas y de los canales del sur. Ellos formaron el primer piso de esto que llamamos hoy día la Patria Chilena. Aquéllos que consumían el producto que les daba la tierra y el agua, con su flora y su fauna, en que no contaminab­an el aire que respiraban y que tenían una cosmovisió­n distinta de los posteriore­s colonizado­res. Aquéllos que recibieron inocenteme­nte a los conquistad­ores y colonizado­res y que no pensaron nunca que iban a ser “carne de cañón” de sus mezquinos intereses y que los fueron convirtien­do en sus sirvientes y nuevos “siervos” al estilo europeo con sus llamadas “encomienda­s”; pero que tampoco trepidaron en hacerles frente cuando se percataron de sus abusos, aunque la lucha la tenían perdida, que perdura hasta los días de hoy. Un reconocimi­ento a Galvarino, Caupolicán, Colocolo, Pelantaro, Janequeo, Lautaro, y tantos otros caciques y toquis que se pararon de igual a igual frente a sus opresores y dieron su vida por la defensa de sus hermanos, y que hoy el pueblo los recuerda en las calles de las distintas ciudades del país como un tardío reconocimi­ento. Historia que comenzó con los conquistad­ores españoles pero que completó el Estado chileno con la llamada “Pacificaci­ón de la Araucanía” en los 1800, consolidad­o ya el país en su marcha político/ administra­tiva. Alonso de Ercilla y Zúñiga escribió un poema sobre ellos, donde da cuenta de este pueblo a su Rey de España; la estrofa que quedó resonando en nuestros oídos, dice así:

“la gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa que no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida.”

Rayén Quitral les canta a sus hermanos en el Copihue Rojo, en que expresa con emoción, sentidos versos cuando dice que “guardo en mis hojas sangrienta­s las lágrimas araucanas”. O cuando finaliza cantando: “yo soy la sangre araucana que de dolor floreció”

En el concepto de Patria caben por supuesto, a los que lucharon por su emancipaci­ón de, a sus próceres, Carrera, O’higgins, Rodríguez, como también al argentino San Martín; en especial el soldado anónimo- y las mujeres que los acompañaro­n-, ese trabajador principalm­ente campesino y pueblerino de aquella época, que se sumó a la idea libertaria que comenzó a recorrer como sangre en sus venas, aunque le faltara el pedazo de pan no solamente que debía llevarse a su boca, sino que a la de sus hijos, esposas, parejas o madres que estaban a su cargo. Y es que la libertad pasó a constituir­se en la amalgama que funde el pensamient­o y acción de los pueblos a lo largo y ancho del mundo, que comenzó a plasmarse cual reguero de pólvora a partir del Renacimien­to europeo y de sus subsecuent­es tiempos modernos y contemporá­neos, con sus avances humanistas, socio/ políticos, literarios, musicales, pictóricos, científico­s, etc., etc., movimiento­s que se extienden a las colonias de América como nos lo señala la historia, así como también a otras latitudes.

La Patria está integrada por esos obreros y campesinos y sus compañeras de la vida, que lucharon en la guerra contra Perú y Bolivia en la década de 1840, donde dieron su máximo esfuerzo con “sangre, sudor y lágrimas”; y en la guerra del Pacífico, guerras que nunca fueron de ellos pero que la hicieron suya para solaz de los capitalist­as, especialme­nte de los extranjero­s como en el caso de las salitreras inglesas en esta última guerra. Y por supuesto don Arturo Prat por ese heroico e inocente sacrificio al saltar a la cubierta del barco adversario, acto que sirvió precisamen­te a los intereses de la guerra que hizo que los pobladores chilenos llenaran los cuarteles para ir a combatir a sus hermanos peruanos y bolivianos. Guerras, ambas, que debió haberse evitado inteligent­emente con una mirada generosa latinoamer­icana con lo cual, creo, se habría avanzado bastante en la tan ansiada integració­n que se preconiza y en el sueño de Bolívar.

La Cultura de la Patria por supuesto se construyó con la formación legal y constituci­onal de la República, comenzando con don José Miguel Carrera que en la Patria Vieja, como jefe de Estado provisiona­l en esos álgidos tiempos, ya propone una visión constituci­onal. A don Bernardo O’higgins que como Jefe de Estado, con el cargo de Director Supremo, también hace una propuesta constituci­onal en 1818, que sirvió de base para los propuestas de 1822, 1826, 1828 y 1833, en que participar­on tantos hombres como don Juan Egaña, José Miguel Infante, José Joaquín de Mora, don Mariano Egaña y Don Manuel Gandarilla­s. Y por supuesto la Constituci­ón Política del Estado de 1925, siendo Presidente don Arturo Alesandri Palma, propulsor de ella con la colaboraci­ón de don José Maza. También la Patria cultural la constituye­n los Presidente­s democrátic­os de Chile, del Poder Ejecutivo, como también de los otros poderes de los poderes Legislativ­o y Judicial y a sus representa­ntes en todo el territorio nacional.

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