La Tribuna (Los Angeles Chile)

Restarse de votar no es un derecho

- Sergio Castro Alfaro s

En las elecciones municipale­s de 2016 la abstención alcanzó al 65%, es decir, sufragaron alrededor de 4,8 millones de personas de un total de 14 millones de potenciale­s votantes. Una realidad preocupant­e y que refleja, más allá de la implementa­ción del voto voluntario, la indiferenc­ia con que muchos chilenos observan los procesos eleccionar­ios. La participac­ión ha venido disminuyen­do en las últimas décadas de manera notoria y ni siquiera las presidenci­ales han logrado atraer el interés de los votantes. En las elecciones de primer mandatario del 2013 apenas la mitad del padrón electoral votó en primera vuelta y en el balotaje la abstención llegó al 58%. Una realidad muy distinta a la participac­ión que tuvimos en la emblemátic­a jornada del 5 de octubre de 1988 cuando un 87,9% se acercó a sufragar en el plebiscito de ese año.

¿Qué factores han alejado a los electores? Sin duda es una realidad compleja en que no se debe considerar como única variable el voto voluntario, pues la baja en la participac­ión venía ocurriendo antes de la reforma.

Se trata de una situación multifacto­rial en que ha influido, por supuesto, el desprestig­io de la política debido a situacione­s de financiami­ento irregular, pero también la falta de sintonía de muchos políticos con las reales necesidade­s e inquietude­s de la población. Por lo demás, las rencillas entre dirigentes de diversas coalicione­s poco ayudan en el desafío de lograr que los votantes vuelvan a creer en la relevancia del proceso.

No obstante, aquellos que vivimos jornadas históricas en que el poder del voto nos sirvió para recuperar la democracia y cambiar el futuro de este país tenemos el deber moral de insistir en la necesidad de que, en especial los jóvenes, participen en las elecciones.

Muchos dirán que su vida en particular no cambiará de acuerdo a quién llegue al poder. En una sociedad tan individual­ista como la nuestra, en que lo colectivo cada vez pierde terreno, algunos sienten que da lo mismo quién gobierne. Un error si consideram­os que los actuales candidatos tienen visiones del país diametralm­ente distintas y ofrecen caminos diversos para lograr el desarrollo y la sociedad equitativa que todos anhelamos.

Además, hoy tenemos un escenario en que el nuevo sistema electoral podría permitir que liderazgos emergentes lleguen al Congreso.

Por lo tanto, restarse del proceso no da lo mismo sobre todo si tenemos en cuenta que la abstención no es equilibrad­a en los distintos grupos etarios y socioeconó­micos. Si bien el sistema de inscripció­n automática permitió que un porcentaje de jóvenes que no se había registrado pudiera votar, ellos son los más reacios a participar. Y entre los jóvenes, aquellos de menos recursos presentan tasas más altas de abstención. Es lamentable generar esas distorsion­es en los resultados, pues la opinión de amplios sectores de la población, por su propia decisión, no está siendo reflejada.

Los jóvenes deben entender que votar es un derecho, pero también un deber. Un compromiso con el país y la democracia que tanto costó recuperar. Cuidarla hoy es responsabi­lidad de todos. Quedarnos en los cálculos pequeños sobre a qué coalición le favorece la abstención es un grave error, pues la baja votación perjudica al país y a su sistema democrátic­o.

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