La Tribuna (Los Angeles Chile)

El ciudadano de a pie

- Alejandro Mege Valdebenit­o

Cuando le pregunté a don José si iba a votar el día de la primera vuelta en las recientes elecciones, me respondió, ¿ Por quién quiere que vote don Alejandro? Resistí la tentación de proponerle lo hiciera por los candidatos de mi preferenci­a pero le dije algo que resulta hasta ingenuo en las habituales prácticas políticas – y que me perdonen quienes fueron mis candidatos por ese voto que pude haberles conseguido- que esa era una decisión que solamente él podía tomar. Al mediodía del acto eleccionar­io, para saber si se haría el trabajo que habíamos convenido, le consulte a don José si ya había votado y su respuesta fue: “No, no fui a votar. Para qué hacerlo si todos los candidatos son iguales y cualquiera sea el que gane las cosas no van a cambiar”. Lo único cierto para don José es que tendría que seguir levantándo­se temprano a trabajar cada día para vivir de alguna manera, como le ocurre a muchos como él y donde un mejor futuro sólo lo pueden soñar.

Don José, un hombre de carne, hueso y mucho espíritu, es un modesto y responsabl­e trabajador; creyente fiel a su fe religiosa; que agradece con humildad el pan que se come cada día y que, por esa misma humildad, no tiene espacio en el vehículo que transporta a quienes toman las decisiones que impactan la vida social, económica y política y que lo hacen en nombre de todos quienes por su condición siguen siendo la de un ciudadano de a pie, cuyas opiniones parecen no interesarl­e a nadie, con excepción de su voto, por lo que se sienten decepciona­dos de no ser considerad­os ciudadanos con derechos y que únicamente se le exijan deberes y que por ello no confían en quienes son los res- ponsables del diseño e implementa­ción de las políticas públicas.

De esa concepción pesimista y sin horizontes de la vida social y política de una parte importante de la población somos, unos más que otros, los responsabl­es por no haber sido capaces de contribuir a una educación general y cívica para todos y edificar una forma de vida más digna y estimar que para conducir el país basta con algunos pocos inteligent­es y mejor educados y uno que otro líder que se considera a sí mismo un visionario capaz de pensar, decidir y actuar sin necesidad de otros para construir una sociedad que se acomode a sus particular­es visiones personales o de grupo y que, los ciudadanos a pie sigan iguales ya que, los elegidos, para poder volar, necesitan de una mayoría que solo camine.

Los votos - que dejaron de ser suyos- de los ciudadanos de a pie que eligieron o no a nuevas autoridade­s y posicionar­on algunos de manera relevante, son usados ahora por esos líderes para condiciona­r su apoyo a los candidatos que pasaron a segunda vuelta en la elección presidenci­al.

Por eso, en manos de los ciudadanos de a pie, como don José, que acudan a votar esta vez, tienen la posibilida­d de elegir a quien mejor represente su concepción de una vida más justa.

Lo único cierto para don José es que tendría que seguir levantándo­se temprano a trabajar cada día para vivir de alguna manera, como le ocurre a muchos como él y donde un mejor futuro sólo lo pueden soñar.

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