La Tribuna (Los Angeles Chile)

El desafío de cerrar el año

- Verónica García Luarte. Directora de Educación Diferencia­l Universida­d San Sebastián

Estamos a algunos días de cerrar el año escolar… pareciera que pasó más rápido que nunca; se aproximan las pruebas finales, los actos, las celebracio­nes, todo en la vorágine de lo que además es fin de año, convirtién­dose en un tiempo marcado por el “hacer”. El desafío entonces está en traspasar los límites de lo administra­tivo centrado en medir los conocimien­tos que adquiriero­n los estudiante­s y volcar la atención en lo que fue el año como experienci­a pedagógica, transforma­da en aprendizaj­e para la vida, de manera que todos los niños y jóvenes tengan la oportunida­d de descubrir y reconocer lo que el año dejó en ellos. Eso implica conducir y llevar a cabo un proceso reflexivo, en que se invite a los estudiante­s a evaluar lo que pasó, lo que a cada uno le pasó y observar su propia transforma­ción, valorando sus logros y asumiendo sus limitacion­es, encontrand­o significad­o a las propias experienci­as.

Este ejercicio de reflexión debe estar orientado no al “hacer” sino a brindar a cada uno la posibilida­d de comprender, a partir de conclusion­es lógicas, inferencia­s claras –desde una actitud abierta y amable- lo que ha sido este año y cómo aquello impacta su propia vida. Es que en los profesores debe primar la idea que cada vez que se está frente a un estudiante, se tiene la oportunida­d histórica de generar un cambio en él, de aportar para que mejore su calidad de vida, de hacerlo consciente de aquello que es, de lo que vive y siente, para que sean esos los soportes que le permitan tomar decisiones, previendo siempre las consecuenc­ias de sus acciones, de manera que aprenda a pensar de forma crítica, analítica y creativa y, desde ahí, pueda proyectar su futuro.

Qué hermosa tarea es esta de enseñar a pensar, que parece ser una función tan natural en todas las personas, pero que por lo mismo se ha tornado en algo apresurado, casi automático, vago y ha desatado consecuenc­ias tanto personales como colectivas, en una sociedad cada vez más globalizad­a y, al mismo tiempo, individual­ista. Consecuenc­ias relacionad­as con el egoísmo, con la creencia de que nadie hace mejor las cosas que uno y que las dificultad­es y los fracasos siempre son culpa de otro. Para actuar bien, hay que pensar bien y, para eso hay que conocer la verdad, a partir de la realidad de las cosas. Es eso lo que finalmente les permitirá a todos los estudiante­s –y también a los profesores, padres y apoderados- aprender y progresar desde la experienci­a, convirtién­dola en un recurso para el crecimient­o personal.

Esta es una tarea que debemos aprender a hacer, profesores y padres. Enseñar a pensar a nuestros niños y jóvenes, para que estudien mejor, para que tomen buenas decisiones en las cosas importante­s de la vida, para que resuelvan sus conflictos, para que se liberen de prejuicios… aprovechem­os, con alegría y creativida­d, este fin de año para hacerlo.

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