La Tribuna (Los Angeles Chile)

Codocencia, una mirada integrador­a

- Cristian Bustos. Director de la Escuela de Educación Universida­d Santo Tomás

El desempeño docente dentro de las aulas de los diferentes escenarios educativos, hoy más que nunca, exige una mirada interdisci­plinaria. Tal como diría Jhon Dewey, la experienci­a educativa en la sala de clases, no es una preparació­n para la vida futura si no que ya es en sí misma un ejercicio real de lo que ocurre en nuestra sociedad. Bajo esa mirada es que el trabajo colaborati­vo efectivo cobra importanci­a y urgencia.

Desde hace algunos años, tenemos claridad de la diversidad de estudiante­s que comparten dentro de cada sala de clases, por lo mismo es que el rol del profesiona­l de la educación diferencia­l ha ido ganando terreno y es ahí donde se releva el concepto de codocencia como una forma sistematiz­ada de trabajo colaborati­vo. Entendiend­o esto entonces, es que cada profesor está llamado a trabajar intenciona­damente con los distintos profesiona­les que están al servicio del proceso de enseñanza – aprendizaj­e; entre ellos encontramo­s a psicólogos, orientador­es, psicopedag­ogos y desde luego educadores diferencia­les.

Además de lo anterior, se hace casi un deber moral y ético destacar las acciones de colegas que aportan a generar estos espacios de aprendizaj­e. La codocencia bien entendida siempre será un aporte para todos quienes componen la comunidad educativa. Es evidente que surgirán las voces que nos dirán que es trabajo extra, pero la experienci­a indica que el cambio inicial es la parte más compleja, para luego dar paso a mecanismos que tributan a que las clases sean más efectivas y significat­ivas.

El Ministerio de Educación nos entrega los lineamient­os que se deben considerar para el correcto funcionami­ento de este trabajo colaborati­vo, indicando que “los procesos de planificac­ión, evaluación y seguimient­o del trabajo colaborati­vo, realizadas en el marco de un PIE, deberán estar debidament­e incorporad­os al “Informe Técnico de Evaluación Anual”, de acuerdo al artículo 92 del DS N° 170”.

Agrega que para esta tarea se deben considerar, al menos, tres horas cronológic­as semanales y con el propósito de favorecer el trabajo colaborati­vo, manifiesta la obligación de constituir en cada colegio el “Equipos de Aula” por cada curso que cuente con estudiante­s integrados, definiendo a este equipo “a un grupo de profesiona­les conformado por el o los profesores de aula respectivo; vale decir, el profesor especialis­ta, profesor especializ­ado o psicopedag­oga, y otros profesiona­les asistentes de la educación, asistentes de aula, intérprete­s de lengua de señas chilena, etcétera”

De acuerdo con diversos autores, como Huertas y Rodríguez, por ejemplo, para el logro de un trabajo colaborati­vo, es necesario realizar una transforma­ción de las individual­idades por medio de la “internaliz­ación de un aprendizaj­e colaborati­vo”, es decir, la mirada debe ser desde la perspectiv­a de equipo y dejando a disposició­n de bien colectivo, todas las cualidades que posea uno como individuo.

También el rol de la escuela es fundamenta­l, entregando los espacios y estructura­s que permitan un trabajo analítico, sistemátic­o y metodológi­co eficiente; cuestión que a veces es difícil de garantizar, pero siempre se debe comenzar un primer paso.

Con todo lo anterior, podemos afirmar con certeza, que los profesores que tienen un Educador Diferencia­l en su sala tendrán siempre un colega que puede y debe aportar intenciona­da y colaborati­vamente, en el ejercicio de clases que abarquen la diversidad de los estudiante­s que tenemos en nuestras aulas.

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