La Tribuna (Los Angeles Chile)
EL ABRAZO DE CASI TODOS
Señor Director: Casi todos los años se nos convoca a una cruzada de amor y de solidaridad en torno a veintisiete horas donde debemos ser generosos y aportar, según nuestra condición o conciencia, para solventar el monto que cada año va en aumento para ir en ayuda de nuestros compatriotas discapacitados, hasta que el gestor de esta maratónica campaña diga con su ya tradicional y verborreante vozarrón “meta cumplida”. Entonces surge el cuestionamiento que pocos se han preguntado y es la relación del ingreso familiar que cada año con el costo de la vida se va encogiendo y muchos jefes y jefas de familia se han visto en la necesidad de hacer cursos de magia y malabarismo para llegar a fin de mes. Y qué decir de los jóvenes estudiantes trabajadores que durante el día recurren a un oficio o trabajo mal remunerado para aportar un mínimo a solventar una carrera que quizás no la ejerza por el simple hecho que el mercado laboral le coarta esa aspiración de ser un profesional en el ejercicio y no tan solo en el cartón. La Teletón, aunque es una cruzada digna de ser elogiada por el propósito que genera y que por algo muchas de las grandes empresas del retail se suman a ella, carece de la humanidad consecuente sobre el sacrificio que se debe acudir. No hablo de la cifra de cada aporte, sino más bien que tanto el Estado como el sector privado debieran generar las condiciones necesarias para que no sea un solar de solidaridad que dura una fugaz acción de amor, pero aunque siempre se ha preguntado ¿por qué debemos recurrir a veintisiete horas de amor para preocuparnos de nuestros semejantes en situación especial? Me salta una duda. ¿Por qué nunca se ha hecho un estado de cuenta de cada Teletón donde se nos informe los gastos y montón tanto en dinero como insumos que circula en el conteo final? Abelardo Campillay