La Tribuna (Los Angeles Chile)

Próximo gobierno: El ‘cómo’ sobre el ‘qué’

- Rafael Pastor Director Escuela de Derecho U. Central

Tony Blair afirmaba en una entrevista el 2013 que la diferencia entre ser oposición y gobierno es bien sencilla. En la oposición uno se levanta todas las mañanas preguntán- dose “¿Qué voy a decir?”, en cambio en el gobierno uno se pregunta “¿Qué voy hacer?”. Ambas realidades son bien diferentes pero muy necesarias para la Democracia.

No cabe duda que ser oposición es mucho más fácil que ser Gobierno. En este sentido el Frente Amplio (FA) al no apoyar directamen­te a la candidatur­a de Alejandro Guillier ha entendido bien lo que manifestó Tony Blair, es decir, que el ejercicio de gobernar por su complejida­d exige capacidade­s que ellos como conglomera­do político aún no poseen y que además genera costos que los mismos no están aún dispuestos a pagar. En definitiva el FA ha optado por la comodidad del decir desde la oposición, frente a la exigente invitación de Guillier de hacer desde un eventual gobierno suyo.

Sin perjuicio de quien sea el próximo Presidente de la República, cabe recordar que todo gobierno busca la adecuada concreción de ciertos impactos públicos por diversos medios, para los que debe necesariam­ente recurrir a nuestra dispar y algo envejecida administra­ción pública para darle operativid­ad al ciclo de las políticas públicas, como también gestionar la provisión de la defensa nacional, salud, justicia, entre otros.

Ahora bien, no cabe duda que los problemas públicos que enfrentará el nuevo gobierno serán extraordin­ariamente complejos y por ende requerirán de soluciones ( productos y servicios) que exigen insumos cuyo origen son mucho más intersecto­riales que en el pasado. Políticas como la protección de la infancia ( reforma al Sename) o la misma reforma educaciona­l son buenos ejemplos de esta necesidad.

Lamentable­mente existe una tendencia entre los políticos en conceptual­izar el ciclo de la política pública como un proceso lineal y secuencial formado por etapas claras y distintas. No obstante, la realidad nos muestra que las políticas públicas no se encuadran exactament­e dentro de esta clasificac­ión, y responden más bien un proceso iterativo, ‘poco claro’ y sin reales divisiones, vale decir, se trata de un proceso caracteriz­ado por un flujo constante de toma de decisiones, asimetrías de informació­n, costos de transacció­n , instancias de veto, y negociacio­nes de poder.

Asimismo, debe tenerse presente que los políticos, legislador­es y muchos expertos tienden a darle más importanci­a al diseño y evaluación de las políticas públicas (el “que”) que a su implementa­ción (el “como”). Contrario a lo que pasa en el sector privado, las personas más calificada­s en el sector público por lo general prefieren estar en el diseño o la evaluación de las políticas públicas que ser parte del engorroso proceso de su implementa­ción.

Si el próximo gobierno desea realmente lograr los resultados que se ha propuesto, debe por tanto tener presente estos hechos y poner toda su energía para mejorar la gestión e implementa­ción de sus políticas, lo que en definitiva implica abocarse más al rigor del ‘cómo’ que al glamour del “qué”.

Si no se cambia el enfoque hacia mejorar efectivame­nte la capacidad operaciona­l del centro del gobierno y su coordinaci­ón intersecto­rial con los diversos servicios públicos y gobiernos regionales/locales, los resultados esperados por la agenda de cualquier gobierno nuevo no se van a cumplir, ya que el mismo sucumbirá frente a la complejida­d de la acción conjunta que implica la implementa­ción de políticas públicas y el agotador arte de gobernar.

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