La Tribuna (Los Angeles Chile)

VIH/SIDA: dilemas e incongruen­cias de una enfermedad con estigma social

- Gonzalo Soto Psicólogo y académico Universida­d Central

La enfermedad del SIDA ha sido declarada por la ONU como una pandemia y que desde sus orígenes ha estado cargada de tensiones médicas, políticas, sociales y relacional­es.

En Chile, el acceso al tratamient­o antirretro­viral ha sido efectivo desde el año 2004 a través del plan AUGE, aspecto que ha sido fundamenta­l para mejorar la calidad de vida de personas que viven con el virus del VIH (PVVIH).

No obstante lo anterior, siguen existiendo disonancia­s sobre la enfermedad, entre los avances médicos y los procesos sociales. Nos seguimos encontrand­o con titulares que versan sobre un incremento del 45% en casos reportados por infección del VIH en Chile. Las personas siguen hablando de contagio de SIDA y no de VIH; se sigue manteniend­o la creencia de que es una enfermedad terminal y, lo que creo es más preocupant­e, se sigue pensando que la posibilida­d de contagio es más frecuente en otras personas y no en uno.

¿ Quién dice que esta enfermedad (o su posibilida­d de contagio) es de unos y no de otros? ¿Cuál o cuáles son las razones por las que es tan complejo llegar a un acuerdo sobre cómo abordar temas de salud sexual y reproducti­va en establecim­ientos educaciona­les o universita­rios? ¿ Dónde están las asignatura­s o cátedras universita­rias que promueven un pensamient­o crítico, reflexivo y basado en metodologí­as activas para tratar tópicos en sexualidad? ¿Dónde están las campañas de gobierno en horarios prime sobre el tema?

Creo que las respuestas no son del todo claras y pueden ser muy amplias, lo que permite concluir que el tema del VIH/SIDA sigue siendo al parecer en términos societales un suceso y no un proceso.

El que sea un suceso lleva a que se levante la vista y se enciendan las alarmas en días o acciones puntuales, luego de eso se vuelve a pensar en otra cosa y el tema del VIH/SIDA pasa a un segundo plano en las cotidianid­ades sociales y relacional­es hasta que se llega, por ejemplo, al Día Internacio­nal del SIDA, que fue el 1 de diciembre, y vuelven a aparecer los noticiario­s con informació­n relativa al tema.

La enfermedad aún posee un estigma moral, afectivo y conductual que sigue reforzando la idea de que la posibilida­d de contagio es para otros (as), lo que reduce la reflexión objetiva ante posibles encuentros sexuales, de ahí entonces que surjan ideas irracional­es que reducen la ansiedad (“es la primera vez que hago esto”, “como tanta mala suerte”, “soy en general una buena persona”) pero que no son útiles para tomar decisiones asertivas. Es aquí donde se hace evidente la falta de proceso y seguimient­o en la dimensión social y relacional de la enfermedad.

Los avances médicos siguen siendo mucho más efectivos que los sociales, quizás porque en ellos no están presentes las ideologías que, en lo que concierne al VIH/SIDA, ha marcado y sesgado a una enfermedad que puede ser de todos y no sólo de algunos.

¿Quién dice que esta enfermedad (o su posibilida­d de contagio) es de unos y no de otros? ¿Cuál o cuáles son las razones por las que es tan complejo llegar a un acuerdo sobre cómo abordar temas de salud sexual y reproducti­va en establecim­ientos educaciona­les o universita­rios?

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