La Tribuna (Los Angeles Chile)

Apuesta por una cultura de alianzas

- Víctor Corcoba Herrero Escritor corcoba@telefonica.net

Frente a tantas divisiones absurdas se requiere el respaldo de una auténtica alianza mundial, que hasta ahora no hemos podido llevar a buen término de manera efectiva, al menos para ayudar a la gente a superar la pobreza, el hambre y las enfermedad­es. Seríamos injustos, si no reconociér­amos ciertos avances, que ponen al fin en el centro a la persona y al planeta, plasmados en los Objetivos de Desarrollo Sos- tenible, que indudablem­ente constituye­n un gran avance en la inclusión del mundo y sus gentes. De una vez por todas, la especie humana ha de dignificar­se, fraternizá­ndonos y protegiénd­onos. Esta es la cuestión de fondo, pues la solidarida­d no es una actitud más, tampoco una limosna social, es una necesidad y un valor a socializar. Es público y notorio de que todos necesitamo­s de todos en algún momento de nuestra existencia. Por ello, debemos volver a una visión más humana en nuestra actividad diaria, más ética. Con urgencia, hemos de salir de esta atmósfera insensible que nos acorrala.

Una generosida­d que hemos de restablece­r y fortalecer con empeño cada día, sobre todo para avivar esa alianza mundial que debemos propiciar como sociedad, para que cualquier ciudadano del mundo pueda vivir en libertad y en conformida­d con la justicia. Por desgracia, en el mundo de hoy, abun- dan irresponsa­bles desgobiern­os, sumidos en la ambición del lucro y el poder, que nos están llevando a la mayor exclusión de vidas humanas que jamás hemos conocido como linaje. Ya está bien de tantos muros, de tantas promesas incumplida­s, de tantas tensiones sembradas. Hagamos realidad aquello que nos une. Nos merecemos otras sintonías, otros abecedario­s más auténticos, también otras mediacione­s más reales con otros diálogos más verdaderos. Sin embargo, también nos alegra saber que, en diversos pueblos de la tierra, aún perduran esas relaciones de fraternida­d y cooperació­n. Lo que nos indica que todo no está perdido. Que tenemos que retomar ese espíritu comunitari­o y volver a hacer familia, a crecer como estirpe humanament­e.

Nunca es a destiempo para recomenzar. Ahora sabemos que los crímenes en la ex Yugoslavia fueron perpetrado­s mayoritari­amente por políticos y militares, no por naciones y poblados. De ahí la importanci­a de que los liderazgos se basen siempre en la mano extendida para desplegar abrazos, en la humildad permanente para poder unir los sueños en comunidad, así como en el incondicio­nal servicio de cercanía, escucha y auxilio. Realmente cuesta entender ese afán de oportunism­o democrátic­o que todo lo divide y lo embadurna de mentiras, como es el caso de los secesionis­tas catalanes en España, con sucias inventivas contra todo lo español. La ciudadanía debe estar bien atenta a sus liderazgos y saber el enorme riesgo que supone el independen­tismo en un mundo global, ya no solo de fractura y de crisis económica, también de espíritu armónico.

Por la armonía todo se construye, algo que debe conquistar­se cada día. Estamos llamados a aprender unos de otros, aceptando las diferencia­s y compartien­do las experienci­as diversas. Sólo así podremos enriquecer­nos, desde esa libertad de pensar y desde esa comprensió­n hacia lo diferente. Por otra parte, hay que aunar esfuerzos entre todos para poder rectificar.

Desde luego, en un mundo corporativ­o como el actual, hay que tomar conciencia de que lo global nos exige también soluciones globales; algo propio de aquellos que cultivan una mente abierta, con espíritu conciliado­r, puesto que obsesionar­se con heridas del pasado, suele impedir que veamos nuevos horizontes. Por consiguien­te, mi apuesta por una cultura de concordia, libre de venganzas, conlleva la pacífica evolución de las gentes en la considerac­ión de los derechos del prójimo, incluso cuando esto nos exige a nosotros ceder en algunas cuestiones. Lo fundamenta­l, no nos equivoquem­os, es tender al unísono hacia ese bien colectivo social y a la dignificac­ión de sus moradores. Es nuestro deber.

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