La Tribuna (Los Angeles Chile)
Es tiempo de fortalecer las universidades del Estado
La historia de la educación superior chilena es la de muchos países que desde el siglo XIX entendieron que existía un deber de dotar a la ciudadanía de formación técnica de calidad en la medicina, las leyes, las ciencias y las humanidades. Así, desde el estado se fundó a partir del año 1842 a la fecha la Universidad de Chile, a la Escuela de Artes y Oficios y las sedes regionales de la Universidad de Chile: Arturo Prat en Iquique, de Tarapacá en Arica, de Antofagasta, de Atacama, de la Serena, de Valparaíso, de Playa Ancha, de Talca, de Biobío, de la Frontera, de Los Lagos, de Magallanes, y las recientemente creadas de Aysén y de O’higgins, y la UTEM y la UMCE.
Uno de los compromisos que asumió este gobierno desde sus comienzos fue realizar un nuevo estatuto para las universidades del Estado, las cuales desde la dictadura fueron gravemente dañadas, precarizadas, desprovistas de fondos, olvidadas, dejadas de lado, maldecidas incluso como eternas devoradoras de fondos y creadoras de activistas políticos. Nada más lejos de la realidad.
Chile es hoy lo que es, gracias a que en décadas pasadas personas como Andrés Bello, José Victorino Lastarria, Claudio Gay y tantos otros, entregaron todo cuanto tenían en pos de la consolidación y de la generación de conocimientos en un país tan lejano como el nuestro. Y digámoslo, la situación no ha cambiado. Por ello, no podemos dejar que las instituciones de mayor prestigio y tradición de nuestra tierra se sigan pauperizando, con desvencijadas estructuras, con malos proyectos institucionales, y con un corsé administrativo que no hace sino inmovilizarlas.
Por eso hoy es tiempo de construir, de avanzar, de modernizar nuestras más caras y respetadas universidades del Estado de Chile. Es tiempo de cosechar cambios, es hora de que ciertas renovaciones comiencen a ver la luz después de tanto tiempo de permanecer sumergidas en promesas. Y esta es, precisamente, una de las últimas muestras de un gobierno transformador en lo social, en lo político, y sobre todo, en lo educacional.
No debemos olvidar que el objetivo esencial de una universidad del Estado es crear, transmitir y mantener el conocimiento alcanzado por la sociedad a través del tiempo, mediante la investigación, docencia y extensión, es el esfuerzo más patente que hace la comunidad organizada para dar cabida a la generación y transmisión del conocimiento, también es el brío más denodado que el país hace por dar educación de excelencia y meritocrática hasta al hijo más humilde de Chile. Esa era su noble misión en el siglo XIX y lo será también en el siglo XXI.
Chile tiene la posibilidad cierta de alcanzar estándares mayores en cobertura, calidad y gratuidad. Chile es hoy un país con recursos; y por ello es que debe dar un tratamiento superior a las universidades que forman parte de su patrimonio histórico, entre las cuales, brillan aquellas que en un marco de pluralismo y tolerancia contribuyen al desarrollo nacional y regional.
Felicito al Gobierno, y a su esmerado y competente equipo ministerial, por este inmenso trabajo del cual hemos sido parte orgullosa, de todas maneras. PRINTED AND DISTRIBUTED BY PRESSREADER