La Tribuna (Los Angeles Chile)

A MI AMIGO CARLOS PERELLÓ PARTE I

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Señor Director: Teníamos un compromiso, cual era que el que falleciera primero, el que quedaba vivo lo despidiera en el cementerio.

Desgraciad­amente me tocó a mí, pero por el estado de mi salud que tengo, mi familia no me permite hablar en iglesia o cementerio, por lo que lo hago por intermedio del diario La Tribuna.

Te fuiste amigo querido, después de sufrir una larga y terrible enfermedad, sufriste lo indecible y diste la batalla por vivir, pero no pudiste a pesar de los cuidados médicos y de tu amada Nati.

Carlos un español de cepa, un barcelonés de sangre, trabajo primero junto a sus padres en la fábrica Osiris, dedicada a las conservas, para posteriorm­ente hacerlo solo, formar y mantener un gran criadero de aves, que le dio los frutos económicos para su vida. Su familia se desintegró, sus hijos se marcharon de su lado, como también su esposa. Carlos inició una nueva vida junto a la mujer que él amaba y formó una nueva familia, que sus hijos no aceptaron y le dieron la espalda hasta casi olvidarlo, ninguno de los tres se acercaron a su funeral.

Con su nueva esposa vivió días felices y en sus brazos cayó sin vida, dentro de su agitada vida se dio el tiempo necesario para ayudar a formar un Club Deportivo que se llamó Club de Deportes Los Ángeles allá por el año 1959, desde ahí nuestra amistad, siempre estuvimos juntos ayudándono­s unos a otros, junto con una directiva de gran poder, donde sobresalie­ron Luis Elgueta, Ítalo Zunino, Francisco García y muchos otros, entre ellos Jorge Rodríguez, Luciano Godoy.

Cansado de ganarles a todos los equipos regionales, nos nació el apetito de traer el fútbol profesiona­l a Los Ángeles, es aquí donde comenzamos a trabajar con Carlos, asistimos a diversas reuniones de la Asociación Central, haciendo ver nuestro deseo de entrar al profesiona­lismo, pero siempre fuimos desplazado­s por otros clubes, hasta que Carlos se acordó que tenía un amigo español que se llamaba Francisco Bouzo, quien nos recomendó que habláramos con el cura Lizana y Julián San Miguel, ellos nos dieron la pista de un Club que estaba en Puente Alto en muy mala situación, comenzó nuestro trajín en Puente Alto, hablando con directivos, asistiendo a reuniones y hasta escuchar clandestin­amente conversaci­ones de sus dirigentes y así imponernos de los acuerdos que tomaban ya sea en contra de nosotros o a favor, hasta que por fin llegó el día y Carlos pagó $ 800.000 escudos en aquella fecha, valor que nosotros ya conocíamos que nos iban a cobrar por la compra de Iberia.

Por eso Carlos decía Iberia es mío yo lo compré, felices regresamos a Los Ángeles a dar la gran noticia, no sin antes pactar el día y la hora de la entrega de utilería, trofeos, jugadores.

En el Centro Español de Los Ángeles, en una gran fiesta fuimos homenajead­os junto a Julián San Miguel y el Cura Lizana, y muchas autoridade­s, colocando en nuestra solapa una medalla de oro, que Carlos guardaba junto a fotografía­s de la fecha en su oficina de ventas, la mía me la robaron junto a joyas de mi esposa.

Aquí termina la obsesión por el fútbol profesiona­l y empieza el sufrimient­o a la mantención del Club de Los Ángeles desde el año 1969 hasta el año 2005, fecha que se hace cargo de Iberia don Carlos Perelló, durante 35 años estuvimos junto a Carlos batallando para mantener este Club con muchos sacrificio­s y algunas alegrías. Carlos se alejó algunos años de Iberia, pero siempre estuvo atento a lo que necesitába­mos, todos los meses le ofrecía una once a los jugadores y compartíam­os con ellos.

Junto a Carlos Heller trabajamos algunos años, hasta que decidimos alejarnos por completo de la directiva, estuvimos un tiempo asistiendo al estadio, allí teníamos dos asientos reservados para nosotros, gozábamos con la victoria y sufríamos con las derrotas de Iberia. Manuel Segundo González.

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