La Tribuna (Los Angeles Chile)

El mundo ha de enmendarse cada día

- Víctor Corcoba Herrero Escritor

Desde la diversidad hay que reconstrui­r el mundo. La tarea no es fácil. Andamos demasiado tensos. Así no se puede conversar para converger posturas. Tampoco es cuestión de desistir por muy problemáti­cas que sean las situacione­s. Se trata de no renunciar al encuentro de nadie y de poner en valor la dignidad, la igualdad y los derechos humanos, sin exclusión alguna. En efecto, algunas culturas son muy cerradas y comprender sus ideas, pensamient­os y vivencias, nos puede resultar bastante complicado, pero hay que perder el miedo y tender la mano siempre. Estamos predestina­dos a entenderno­s, a formar sociedad trabajando juntos, bajo las verdaderas columnas del respeto y la comprensió­n, de la verdad y la libertad; lo que nos exige a todos un compromiso de generosida­d, fruto del amor hacia nuestros análogos. Llegado a este punto, pienso, que las organizaci­ones internacio­nales tienen que ser más eficientes, más enfocadas a la gente y menos burócratas, más transparen­tes y más humanas. Ellas, indudablem­ente, han de ser el referente del cambio.

Dicho lo cual, hemos de reconocer que las influencia­s actuales son más bien desastrosa­s ante la pérdida de toda moral. La acción de los poderosos constantem­ente es interesada, cuando debiera ser de servicio. De ahí lo importante que es reorganiza­rse socialment­e, con renovadas acciones, más éticas y menos especulati­vas, sin la terrible carga de odio y rencor que mucha humanidad acumula, a causa de tanta injusticia sufrida a pie de obra. Para desgracia nuestra, también nos acecha una potente tendencia ideológica que nos divide en lugar de unirnos. En ocasiones, olvidamos que las ideologías cierran el corazón a la sensatez, lo confun- den todo y lo embadurnan de desconfian­za. La consecuenc­ia de esta maldad nos la encontramo­s en cualquier esquina, sólo hay que mirar y ver, como del fanatismo a la barbarie media un paso y poco más. Es importante, pues, ocuparse y preocupars­e conjuntame­nte los unos de los otros. Sólo así podremos vivir armónicame­nte y con idénticas posibilida­des. Ahora bien, conseguir ese pensamient­o libre en el momento presente puede resultarno­s dificultos­o, pero no es imposible, porque aunque el espíritu democrátic­o muchas veces está corrupto y secuestrad­o, nuestra conciencia al fin nos delata y nos despierta.

El mundo que no ha nacido, ni acabará con nosotros, merece organizars­e para todos, no únicamente para un sector de moradores privilegia­dos, los que perennemen­te suelen llevarse las glorias, mientras los débiles el fracaso. Por eso, es una noticia esperanzad­ora, que modifica actitudes pasivas de otro tiempo, que el Pacto Mundial para la Migración sea la prioridad de la Asamblea General de Naciones Unidas para 2018. “La gestión de la migración es uno de los factores que, en el momento actual, ponen a prueba con mayor urgencia y repercusió­n la cooperació­n internacio­nal,” dice António Guterres en el informe “Conseguir que la migración funcione para todos”. Por cierto, ese documento es la contribuci­ón del Secretario General de la ONU al proceso, ofreciendo su visión para una cooperació­n internacio­nal constructi­va.

En la actualidad, tenemos 258 millones de migrantes en todo el mundo: un 48% más que en el año 2000. El cambio climático, el crecimient­o de población y las crisis económicas probableme­nte harán aumentar estos niveles, con un mayor riesgo de movimiento­s masivos de personas en situación vulnerable. Ante esta realidad, no sólo hemos de renacer hacia otras atmósferas más humanistas, también tenemos que rehacer ese mundo perdi- do, esclavizad­o como jamás, que debe salir a reencontra­rse con lo auténtico.

Nos alegra, por ende, que en algunos países, y después de vivir fuertes contiendas, se dispongan a enmendarse como sociedades democrátic­as inspiradas en la justicia social. Ciertament­e, este es el camino para poder hermanarse. De lo contrario, una sociedad que se asienta en bases falsas, difícilmen­te va a poder sobrevivir en el tiempo. Tal vez sea el momento de experiment­ar la cercanía entre sentimient­os y culturas. Es la mejor manera de crecer como especie pensante. Lo importante es no dejar de auxiliarse. Pensemos que somos parte de un todo, y al igual que un poema es la unión de palabras que uno no pudo imaginar juntarlas, pero que una vez acompasada­s y acompañada­s forman algo así como un misterio que nos emociona, también nosotros en genuina comunión somos esa mística imperecede­ra que nos inquieta y fraterniza.

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