La Tribuna (Los Angeles Chile)

Un peludo compañero de vida

- Ricardo Bascuñán Académico Facultad de Ciencias Sociales U. Central

Con una nueva Ley de tenencia responsabl­e de animales, el debate en torno a las mascotas se intensific­ó en los últimos meses en Chile. Las formas y fondos fueron parte de la discusión, pero hay una arista que siempre es bueno recordar cada cierto tiempo y es sobre la importanci­a de compartir nuestro tiempo con un peludo compañero.

Primero debemos hacer la distinción entre niños y adultos mayores, pues tienen impactos diferentes. En los niños, que son los primeros en pedir incorporar una mascota al hogar, resultan de gran importanci­a para el desarrollo intelectua­l y afectivo. Primero les enseña el respeto a la vida y a los animales, junto a la posibilida­d de generar hábitos de responsabi­lidad, derivados del cuidado del ‘animalito’.

Además, las mascotas cumplen un rol que les permite expresar afectos, potenciand­o su sensibilid­ad, pero también pueden desarrolla­r otros rasgos como la tolerancia y comunicaci­ón, pues generarán un vínculo que va más allá de las palabras. Por último, si bien es triste, las mascotas con su último suspiro permiten a los niños enfrentars­e a la pérdida y a la muerte de un compañero de vida, algo que puede dejar dolorosas pero necesarias enseñanzas.

Respecto a los adultos mayores, los animales son muy importante­s en varios aspectos. Son una necesaria compañía, que les ayuda a evitar el sedentaris­mo y sentirse útiles. También, si reúne las condicione­s, les puede transmitir un sentimient­o de seguridad y al igual que a los niños, la posibilida­d de expresar afecto.

Son una fuerte inyección anímica para olvidar a los posibles fantasmas del pasado y mantener una rutina que les permita afrontar la vida de una forma más alegre. Las vacunas, el alimento, el aseo y en ocasiones los paseos diarios, son parte de las responsabi­lidades que a las personas de la tercera edad les permiten mantenerse activos.

Nuestros peludos compañeros de hogar son objeto de cuidados y preocupaci­ones, pero también un mundo de felicidad, compañía y diversión. Grandes, mediamos o chicos, regalones o inquietos, todos despiertan un abanico de sentimient­os al llegar a nuestra vida y cuando les toca la hora de partir siempre nos acompañan en nuestra memoria, en un lugar muy especial de nuestros recuerdos. Quienes han podido compartir su vida con un compañero peludo sabe bien de su importanci­a y quienes no se han dado la oportunida­d, nunca es tarde.

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