Áreas Marinas Protegidas y Turismo
Para proteger los ecosistemas marinos, las áreas marinas protegidas (AMPs) deben equilibrar los intereses y usos de múltiples partes interesadas, desde las industrias pesqueras y turísticas hasta los intereses de investigación y conservación. El éxito de la administración y la implementación de las políticas requieren la participación de las partes interesadas. Para esto es indispensable una supervisión atenta, junto con el cumplimiento y la participación de la comunidad a lo largo de la toma de decisiones para asegurar que las regulaciones estén alineadas con su disposición y capacidad para seguir esas reglas. De lo contrario, un área de protección marina será tan solo una nomenclatura.
Los interesados en el turismo, en particular aquellos que realizan excursiones de observación de ballenas y delfines, están contribuyendo cada vez más a las economías locales y obtienen el máximo provecho con la protección de los hábitats clave en las AMPs, tales como los terrenos reproductivos, de parición y alimentación. Las actividades de ecoturismo, a su vez, pueden contribuir a la protección del medio marino. Muchos estudios demuestran que los visitantes están dispuestos a pagar tarifas de entrada más altas si saben que así contribuirán a la conservación del sitio. Las comunidades locales también pueden trabajar conjuntamente para desarrollar, implementar y hacer cumplir las directrices para asegurar el uso sostenible de un área, y para mitigar el impacto de las actividades turísticas en las AMPs.
En América Latina existen varios ejemplos de AMPs exitosas que apoyan la conservación marina y las economías locales, y de las comunidades locales que apoyan estas AMPs y su fauna mediante la colaboración y la acción colectiva.
Reserva de la Biósfera El Vizcaíno
La Reserva de la Biósfera El Vizcaíno en México incluye la Laguna Ojo de Liebre, la primera AMP designada para proteger mamíferos marinos. Creada en 1971, su objetivo primordial era proteger los terrenos de apareamiento y crianza de la ballena gris. Hoy en día, El Vizcaíno es la mayor AMP de México y apoya una próspera industria turística local durante los meses de observación de ballenas, de diciembre a abril. El número de visitantes anuales ha aumentado de 10.000 en 1994 a más de 25.000, generando más de US $170.000 por año.
Para asegurar la integridad de esta actividad, el gobierno mexicano sólo emite permisos de observación de ballenas a un número limitado de negocios locales. El gobierno también ha adoptado las pautas de observación descritas en el Manual para la Observación de Ballenas de la Comisión Internacional de Whailing (IWC, por sus siglas en inglés) y diseñó guías adicionales adaptadas a las áreas de cría y de lactancia para las ballenas grises. Por ejemplo, sólo un número limitado de barcos puede aproximarse a una ballena amistosa en un momento dado.
Las actividades turísticas también apoyan la conservación de la zona. A cada visitante se le cobra una cuota de reserva, además del costo de la observación de ballenas, que se utiliza para financiar el mantenimiento de la reserva. Los emprendimientos turísticos asumen papeles de liderazgo en la comunidad para promover mejores estándares locales para la observación de ballenas y para participar en consejos de turismo. Otros promueven la educación ambiental a bordo. En la Laguna de San Ignacio, una asociación de empresas se autoimpone un conjunto aún más estricto de normas de vigilancia de ballenas, permitiendo que en cada momento sólo se acerquen dos buques en vez de cuatro. También se designa a un responsable para supervisar y hacer cumplir estas pautas.
Los frutos de estos esfuerzos son evidentes. Los investigadores y operadores están de acuerdo en que, con el tiempo, la población de ballenas grises está aumentando. Además, los operadores turísticos creen que las directrices implementadas localmente, además de la designación del área como AMP y Reserva de la Biósfera, han mejorado significativamente la calidad y organización de la observación de ballenas en la zona.
Península Valdés
En Argentina, la observación comercial de ballenas comenzó en la década de 1970, poco después de México. Operadores de buceo en Península Valdés descubrieron grandes concentraciones de ballena franca austral durante su temporada de apareamiento y parto de junio a diciembre. Durante los siguientes 30 años, estos operadores han trabajado juntos para establecer pautas locales y mantener las condiciones prístinas de la región a pesar del desarrollo turístico.
En 1999, Península Valdés fue declarada Patrimonio de la Humanidad por su importancia como espacio fértil para diversos mamíferos marinos. Las aguas costeras de Península Valdés son una fusión de corrientes cálidas brasileñas y frías de la Antártida, atrayendo mucha diversidad de fauna marina. Elefantes marinos, leones marinos e incluso pingüinos tienen colonias de cría
“Los interesados en el turismo obtienen el máximo provecho con la protección de los hábitats clave”.
en toda la península. Durante la primavera, los delfines oscuros y los pingüinos Magallánicos se alimentan en las aguas de la península. Las orcas exhiben estrategias de caza únicas donde se encallan en las playas para capturar leones marinos inocentes y cachorros de elefantes marinos.
Esta diversidad de vida silvestre convive con una creciente industria turística. El número total de turistas anuales no ha parado de crecer, llegando a 300.000 durante la última década. La mayoría son argentinos, lo que demuestra la importancia de esta área protegida como recurso nacional para el turismo y la conservación.
Al igual que El Vizcaíno, las empresas turísticas se esfuerzan para apoyar la sostenibilidad del sitio. Todos los visitantes pagan una entrada, lo que contribuye a los costos de mantenimiento de la Península. Sólo seis compañías de observación de ballenas están autorizadas a operar, y se limitan a trabajar en Puerto Pirámides, dentro de la Península Valdés. Estas seis compañías trabajan conjuntamente para mitigar el impacto que pueden provocar en las ballenas, y lo hacen mediante el cumplimiento de las normas locales y comunicándose entre sí en el agua. A cada empresa sólo se le permite tener un barco en el agua a la vez, con alguna rara excepción.
La comunidad de Puerto Pirámides también se ha unido para evitar la construcción de un muelle que perturbe la vista. En vez de eso, se continúa utilizando la técnica patagónica de transportar barcos con tractores. Muchos operadores ya están certificados por la ISO y otras agencias de sostenibilidad. Con sus discursos a bordo, además de los folletos que se reparten en las oficinas, se esfuerzan por inculcar responsabilidad ambiental en sus visitantes.
Estas dos áreas latinoamericanas de protección marina son casos exitosos que demuestran que la gestión colectiva y el acercamiento de la comunidad a la hora de trabajar para el uso sostenible de los ecosistemas marinos y costeros pueden ayudar a reforzar las AMPs y beneficiar al turismo al mismo tiempo.