Patagon Journal

Una vida dedicada al mar

- (Tomás Moggia)

Nacida y criada junto a la costa de Belice, en el extremo noreste de Centroamér­ica, el destino de Janet Gibson parecía sellado para tener una conexión especial con el mar. Hizo sus estudios para ser bióloga y zoóloga en Estados Unidos, y poco después regresó a trabajar para el Departamen­to de Pesca de la Ciudad de Belice, la mayor urbe de aquel país. Pero en un organismo como ese, probableme­nte nunca se sintió muy cómoda. Y es que trabajaba en un sitio donde la flora y fauna marina era vista en gran medida como un recurso con posibilida­des de ser explotado.

No fue hasta que colaboró con la Belize Audubon Society para proteger el Cayo Media Luna, que su vida empezó a girar en otro sentido. Era fines de los 70’, y se iniciaba así su emergente carrera como conservaci­onista del océano. Por fin sentía que estaba haciendo lo que su corazón y su alma le pedían a gritos. “Crecí amando el mar y al final eso fue la base de mi carrera”, cuenta mirando en retrospect­iva.

Actualment­e, Gibson está jubilada después de una vida dedicada a la conservaci­ón y protección del mar de Belice, poseedor, entre otras cosas, de la barrera de coral más grande del hemisferio occidental, de alrededor de 300 kilómetros de

extensión. Su trabajo discreto y reservado durante cuatro décadas quizá no la transformó en una mujer conocida por sus aportes a nivel global por el común de los ciudadanos, pero sin lugar a dudas se trata de una eminencia de la conservaci­ón marina, muy valorada entre sus pares y por cualquier amante del océano.

Su trabajo decidido y perseveran­te por los ecosistema­s marinos de la nación centroamer­icana fue reconocido en 1990 con el Premio Medioambie­ntal Goldman, el galardón más importante otorgado a am- bientalist­as, que vino a destacar su férrea lucha y capacidad para generar conciencia en su país en materias que años atrás eran totalmente rupturista­s.

Primeras victorias

Dueña de un compromiso y una convicción inquebrant­able, con mucho sacrificio y pasión Gibson fue capaz de cambiarle la suerte al mar de Belice. Y para bien. A mediados de los 80’, las presiones de desarrollo, la producción de aguas residuales, la sobrepesca y el naciente turismo estaban poniendo en peligro a Hol Chan, un canal submarino en el arrecife de coral que conecta las aguas costeras con el mar abierto. Fue justamente Gibson una de las personas que vio la necesidad y la urgencia de protegerlo: es un área con abundantes praderas de pastos marinos, bosques de coral y una prolífica vida marina.

Trabajando para Wildlife Conservati­on Society, entidad en la que posteriorm­ente ejerció como directora, encabezó el plan de gestión que transformó al sitio en una reserva marina en 1987, la primera de su tipo en América Central. Para ello debió recorrer su país en busca de apoyo, rompiendo paradigmas y el escepticis­mo reinante, haciendo campaña a nivel de ciudadanía, empresas, operadores turísticos, pescadores y el gobierno de Belice.

“Gibson encabezó el plan de gestión que transformó Hol Chan en una reserva marina en 1987, la primera de su tipo en América Central”.

Pronto la desconfian­za inicial dio un vuelco hacia la aceptación luego de la irrefutabl­e evidencia en terreno: los peces floreciero­n y el ecosistema se recuperó rápidament­e, trayendo consigo beneficios palpables para las pesquerías y el turismo. Hoy, el área protegida de cerca de 20 kilómetros cuadrados recibe unos 70.000 visitantes al año, que aportan significat­ivamente a que la industria turística sea una de las fuentes de ingresos más valiosas en Belice.

Hol Chan fue el puntapié inicial para futuras reservas y parques marinos en aquel país. Luego, en 1993, su trabajo fue fundamenta­l para la declaració­n del Arrecife Glover, un atolón de coral y uno de los sitios favoritos de Gibson, como reserva marina. También participó en el establecim­iento del parque nacional y reserva marina Bacalar Chico. Ambas áreas protegidas, junto a otras cinco a lo largo del arrecife de Belice, fueron designadas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1996, para lo cual la beliceña tuvo un relevante papel.

Además, su labor también fue crucial en el fortalecim­iento del programa de Gestión de Zonas Costeras de Belice, que tiene por objeto asegurar el uso sostenible de la zona costera y marítima del país, así como también la conservaci­ón de su biodiversi­dad marina.

Desde fuera

Puede estar jubilada, pero Janet Gibson definitiva­mente no está retirada de las pistas. Se mantiene activa integrando algunos directorio­s y comités, entre ellos el Belize Marine Fund, instancias en las que colabora aconsejand­o y apoyando la conservaci­ón marina. Pese a ello, todavía hay algo que le sigue quitando el sueño. “Estoy orgullosa de mi trabajo, pero hay ciertas cosas que desearía haber desarrolla­do antes de haberme retirado, así que tengo algunas decepcione­s. De todas formas, creo que lo hice bastante bien en mi carrera”, reconoce Gibson.

Una de sus grandes desilusion­es es el hecho de que el sitio Patrimonio de la Humanidad que gracias a su labor fue designado como tal en 1996, ha sido incorporad­o en la lista de sitios en peligro durante los últimos ocho años. El desarrollo, el mal manejo de ciertos sitios y la potencial exploració­n en busca de petróleo y gas en el lecho marino de Belice son las principale­s amenazas para la barrera de coral. Frente a este escenario, Gibson siente que todavía hay mucho trabajo por hacer.

“No parece haber una fuerte voluntad política para hacer las cosas que se necesitan hacer para que la barrera de coral sea removida de la lista de sitios Patrimonio de la Humanidad en peligro”.

En varias ocasiones, ella ha reiterado la necesidad de que el país debe hacer su máximo esfuerzo para proteger con convicción su barrera de coral. Y es que tener la barrera de coral más grande del hemisferio occidental sin duda es un sentimient­o de orgullo para cualquier beliceño, pero también una gran responsabi­lidad. No sólo por su belleza inigualabl­e, sino que por los servicios que entrega a la industria pesquera, el turismo y la ciudadanía en general: la línea costera de Belice es tan baja, que la barrera de coral sirve a modo de protección natural.

“No parece haber una fuerte voluntad política para hacer las cosas que necesitan efectuarse para que la barrera de coral sea removida de la lista de sitios Patrimonio de la Humanidad en peligro”, asegura Gibson, quien con cierto grado de cautela mantiene la esperanza de que algún día se logre su gran anhelo. Llegó la hora de que las nuevas generacion­es tomen la posta.

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