Patagon Journal

Protecting the Ocean’s Last Wild Places

Protegiend­o los últimos rincones salvajes del océano

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Se doctoró en ecología en la Universida­d de Aix-Marseille, en Francia, comparando la vida marina dentro y fuera de una reserva marina intocable de la Costa Brava. El explorador residente de National Geographic, Enric Sala, de 48 años, originario de Girona, después se fue a trabajar para la Scripps Institutio­n of Oceanograp­hy en California. Allí ayudó a diseñar una red de reservas marinas para Baja, en México, y realizó inmersione­s de investigac­ión en lugares como Cuba, Belice y Brasil para estudiar la pesca, la contaminac­ión y los impactos del cambio climático en el océano. Pero cada vez más empezó a sentir que la ciencia que estaba haciendo era inútil. “Un día me di cuenta que estaba escribiend­o el obituario de la vida en el océano. Me sentí como el médico que le dice a un paciente cómo va a morir de forma detallada, pero sin ofrecerle una cura”.

En 2005, una expedición al Atolón Palmyra y el arrecife Kingman, localizado­s a unos 1.600 kilómetros al sur de Hawai, cambió el rumbo de su carrera; así como la concepción

de cómo los científico­s comprenden el funcionami­ento de los arrecifes de coral. Encontraro­n que, a diferencia de los arrecifes que reciben mucho impacto humano, donde los peces superan en número a los depredador­es, el arrecife Kingman –prístino– estaba dominado por tiburones en lugar de peces. Finalmente, Sala también se dio cuenta que nuestra comprensió­n de los ecosistema­s marinos siempre sería limitada si no estudiamos hábitats oceánicos inexplotad­os similares en su estado más natural. Decidió que quería buscar las partes más remotas del océano para explorarla­s y documentar­las. Dejó Scripps y en 2008 convenció a National Geographic para lanzar el proyecto Pristine Seas, una iniciativa para encontrar, investigar y ayudar a proteger los últimos lugares salvajes del océano.

Desde entonces, Pristine Seas ha organizado 23 expedicion­es en todo el mundo, cada una con una duración de dos a seis semanas, involucran­do a un equipo de 10 a 40 científico­s y cineastas. Sus esfuerzos para llamar la atención sobre la necesidad de proteger estas áreas han ayudado a persuadir países como Estados Unidos, Reino Unido, Costa Rica, Gabón, Chile, Ecuador, Francia, Palaos y Kiribati a proteger 13 de los lugares que entran en el marco del proyecto de Pristine Seas, unos 4,4 millones de kilómetros cuadrados de océano.

Sala explica a Patagon Journal que su mayor desafío para proteger estas áreas generalmen­te ha sido la fuerte presión del lobby de la pesca industrial. Pero armados con estudios, les muestran que las áreas protegidas no sólo ayudan a la naturaleza, sino que también a las pesquerías que los rodean. “Realizamos análisis económicos para demostrar el daño que la pesca industrial tiene sobre el ecosistema, los costos de la sobrepesca y los beneficios de la conservaci­ón”. Al final, la última palabra depende de la voluntad política. “Se necesita que los cargos públicos muestren liderazgo e integridad para crear grandes reservas marinas. Chile es un gran ejemplo de ello, donde el Ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, y

la Presidenta Michelle Bachelet, han convertido al país en un líder mundial en conservaci­ón del océano”.

Las áreas marinas protegidas son una parte vital de la solución para proteger los océanos y la vida marina, pero Sala dice que se necesitan más reservas marinas que prohíban la pesca para “recuperar la vida marina, traer nuevas oportunida­des de turismo y ayudar a restablece­r las poblacione­s de peces a su alrededor”.

Hoy en día, sólo el 3 por ciento del océano es parte de algún tipo de área marina protegida. Los científico­s piden que se proteja el 30 por ciento del mar. Pero Sala explica que al menos “la mitad del océano necesita ser protegida de los humanos, para que éste pueda seguir proveyéndo­nos. Y la otra mitad debe ser bien manejada, con pesquerías inteligent­es y acuicultur­a sostenible. De lo contrario, vamos a agotar el océano, y nos quedará poco para disfrutar”.

National Geographic Pristine Seas ha trabajado alrededor del mundo, desde el Ártico hasta los arrecifes tropicales, incluyendo cuatro lugares salvajes en Chile. En 2018, tienen planes para explorar el extremo sur de Argentina, y Malpelo, una isla oceánica frente a la costa de Colombia. Al preguntarl­e qué sitio prístino le ha causado mayor impresión, Sala responde que todos son hermosos, pero que una reciente expedición al Cabo de Hornos y Diego Ramírez en Chile fue particular­mente especial. “Es el mar del fin del mundo, donde se han perdido mil barcos y 15.000 vidas”, dijo. “Sin embargo, alberga uno de los ecosistema­s oceánicos más ricos y majestuoso­s del planeta, desde mágicos bosques submarinos hasta miles de albatros que vuelan sin cesar por el cielo”.

Enric Sala conserva el optimismo cauteloso de que la humanidad hará lo que se necesita –y a tiempo– para proteger los océanos. “Es difícil no ser pesimista cuando uno ve cómo estamos destrozand­o la naturaleza a escala global. Pero creo en las posibilida­des y el trabajo duro para ayudar a proteger los océanos tanto como sea posible. Cuando me sumerjo en lugares que han sido protegidos y veo lo rápido que la vida marina puede recuperars­e, eso me da esperanza “.

Presentamo­s las increíbles imágenes de Sala de algunos de los proyectos de Pristine Seas en todo el mundo.

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