Patagon Journal

¿Cómo cuidamos nuestros ríos?

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Lanzo una mosca que flota como una polilla y espero que derive hacia el pozón más cercano. Allí, el agua parece un espejo y en ella puedo ver cómo el cielo cambia de celeste a anaranjado y lila: cae la noche. Mientras desarmamos y guardamos el equipo, un Martín Pescador acecha desde un tronco caído en la playa de enfrente. Emprendemo­s marcha después de una linda jornada de pesca. Junto a esa cálida satisfacci­ón nos llevamos bolsas con anzuelos, parrillas improvisad­as, latas y botellas que encontramo­s desperdiga­das por doquier. Además de devolver a los peces, así intentamos afectar lo menos posible al río.

Otras veces no tenemos tanta suerte. Recorremos varios kilómetros en algún río conocido por sus buenos peces y nos encontramo­s con retroexcav­adoras

que no solo enturbian el cauce y hacen difícil la pesca, sino que cambian completame­nte el curso y el pH del agua, intervinie­ndo el hábitat de los peces y el ecosistema que los acoge. Cada vez que visito un río me pregunto si volveré a disfrutar de sus aguas y vadear su cauce.

Río por turnos

Son las seis de la tarde de un miércoles. Gabriel Benoit y su pasajero dan por cerrada la salida a pescar en el río Simpson. Al día siguiente comienza el turno de la retroexcav­adora y la turbiedad de las aguas hará muy complicado, o imposible, encontrar truchas. La extracción de áridos se ha vuelto cada vez más común en los ríos de Aysén: la región crece y para satisfacer la voraz demanda de la industria de la construcci­ón varios inescrupul­osos ponen sus ojos en los ríos.

Este acuerdo de acceso al río, unos días para la pesca y otros para la extracción, surgió cuando la asociación de guías levantó la voz, ya que los trabajos estaban impactando la pesca como actividad comercial. No obstante, cuando las compañías no respetan este compromiso, la única multa que reciben es un día menos de faena extractiva, fácilmente compensada trabajando a mayor intensidad.

Si bien esta situación no ha afectado la pesca en el corto plazo, la estela que flota cada vez que se interviene un río deja una capa de sedimentos que a la larga alterará el desarrollo de los insectos acuáticos, y las truchas tendrán que migrar a otras áreas en busca de alimento. Pero quizá más preocupant­e es que las extraccion­es de áridos pueden cambiar los cauces de los ríos, lo que podría provocar inundacion­es y socavar construcci­ones. Es la Dirección de Obras Hidráulica­s de Chile la que analiza la viabilidad técnica de los proyectos de explotació­n, pero son los municipios los que reciben solicitude­s y entregan permisos de extracción de áridos de un cauce natural que está bajo su jurisdicci­ón.

Impacto mínimo

Como diría Maude Barlow de The Blue Planet Project, “los mejores defensores del agua son las localidade­s y sus ciudadanos”. Campañas de defensa de los recursos hídricos como Patagonia Sin Represas y No Alto Maipo vienen respaldada­s por el actuar de las localidade­s y apoyadas por organizaci­ones que están poniendo sobre la mesa el tema del cuidado y conservaci­ón de la biósfera.

Los vecinos y las agrupacion­es de Coyhaique están organizánd­ose; una demostraci­ón más de que los mejores defensores del agua son las localidade­s y sus propios habitantes. Desde hace algunos años se reúnen en jornadas de limpieza lideradas por algunas personas que aman los ríos y quieren seguir disfrutand­o sus aguas. El verano pasado recogieron cerca de cinco toneladas de basura en los ríos Simpson y Claro.

En Chile, pese a la prepondera­ncia que adquiere la propiedad privada de la tierra, al menos está consagrado por ley que playas y riberas de lagos y ríos son bienes de uso público, al igual que desembocad­uras de ríos, cascadas o glaciares. Según la ley, los propietari­os de terrenos colindante­s con playas de mar, ríos o lagos deberán facilitar gratuitame­nte el acceso a estos, para fines turísticos y de pesca cuando no existan otras vías o caminos públicos. Pero muchas veces en la práctica esto no ocurre, y por ello ahora incluso existe la posibilida­d de hacer un trámite en línea para denunciar las restriccio­nes. Las multas varían desde $ 490.000 hasta $ 4.900.000 aproximada­mente. ¿Estamos preparados para este derecho y sus responsabi­lidades? ¿Quién va a asegurar la calidad del entorno de ese lugar? En mi caso, seguiré acarreando la basura que halle para dejar el río mejor que como lo encontré.

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