El nuevo Parque Nacional Patagonia
The history and challenges behind the new
Fue en 1995 la primera vez que Kristine McDivitt Tompkins y el fallecido Douglas Tompkins visitaron el valle Chacabuco, en la región de Aysén de Chile. Ambos habían oído hablar sobre el potencial de conservación de la zona, pero no fue hasta ese primer reconocimiento en terreno que se dieron cuenta de la urgente necesidad de recuperar su estado salvaje natural.
“Cuando atravesé por primera vez el valle Chacabuco, vi los altísimos alambrados pensados para alejar a los ágiles y saltarines guanacos de los mejores pastizales, que estaban reservados para el ganado de la estancia. Mis ojos se helaron viendo las decenas de miles de ovejas que pastaban en el valle. Los pastos estaban distribuidos irregularmente y parecían muertos. Nada quedaba para la vida silvestre. Lo que había sido una de las áreas biológicamente más ricas de la Patagonia era un mar de ovejas y vacas. No se veía un solo guanaco”, recuerda Kristine McDivitt sobre esa reveladora e impactante primera visita.
El valle Chacabuco conforma una zona de transición entre los pastizales de las estepas patagónicas argentinas y los bosques de coigües y ñires ubicados en Chile, abarcando una gama de ecosistemas que incluye praderas, montañas, bosques y humedales. En abril pasado, se convirtió en el parque nacional más nuevo de Chile, pero antes se encontraba flanqueado por dos reservas nacionales chilenas, y por décadas la Corporación Nacional Forestal de Chile (Conaf) había mostrado interés en conservar el valle para crear un área protegida más grande y continua, aunque carecía de los medios para concretar la iniciativa.
Desde principios del siglo XX que la historia de este valle estuvo marcada por la sobreexplotación. Como fundo ganadero fue establecido originalmente en 1908 por el explorador inglés Lucas Bridges y, tras él, se sucedieron varios dueños que se encargaron de seguir desarrollando una ganadería ovina intensiva, provocando un nivel altísimo de sobrepastoreo que fue generando la degradación y desertificación de miles de hectáreas de pastizales.
En 2004, la estancia Chacabuco, en ese entonces una de las más grandes de Chile, llegó a un punto cúlmine con las dificultades económicas que acarreaba. Su último propietario, Francisco de Smet, optó por vender las 70.000 hectáreas a Conservación Patagónica, organización creada por Kris Tompkins con la misión de crear nuevos parques nacionales en la Patagonia.
Inmediatamente se formó un equipo de trabajo que incluyó a pobladores locales y voluntarios provenientes de distintas partes
del mundo. La misión no era sencilla: retirar cientos de kilómetros de alambrados y cercos; remover plantas exóticas; vender casi 30 mil ovejas y 3.800 vacunos; restaurar pastizales, bosques y especies nativas; y desarrollar infraestructura de calidad, duradera y armónica con el entorno, incluyendo áreas de camping, senderos, centro de visitantes, museo, restaurante, lodge y un huerto orgánico.
Carolina Morgado, directora ejecutiva de Tompkins Conservation (el trabajo de Conservación Patagónica se realiza ahora a través de esta nueva organización), recuerda que la transformación de la estancia Chacabuco en parte tuvo que enfrentar -y todavía lo hace- cierta oposición que a su juicio tiene su origen en la historia familiar y cultural de la ovejería como sistema de vida en la zona. “La gente está poco a poco entendiendo que la conservación también puede significar un desarrollo económico a través de un turismo que es consecuencia de esa conservación, es decir, un buen turismo. Aunque es un tema que toma tiempo y lo entendemos así”.
La experiencia previa con el Parque Pumalín más de alguna lección dejó en Tompkins Conservation, que por ese proyecto en su momento recibió un amplio rechazo en todo el país. Hoy,
esa imagen ha dado un vuelco a nivel nacional. En Chaitén han sabido aprovechar su cercanía con ese parque y a estas alturas nadie pone en duda el rol que ha tenido a la hora de levantar a este alicaído pueblo, severamente afectado por la erupción del volcán homónimo en 2008. Ese estrecho vínculo también podría darse con el hoy Parque Nacional Patagonia y comunidades aledañas como Cochrane y Chile Chico.
La vida salvaje vuelve
Actualmente, el valle Chacabuco dista mucho de lo que los Tompkins presenciaron por primera vez. En estos 15 años
los pastizales han recobrado su vitalidad, en parte por el trabajo humano, pero también gracias a los guanacos, una especie que actúa como un experto dispersor y fertilizador, y que también previene que ciertas especies de pastos se hagan predominantes. La remoción de más de 400 kilómetros de cercos ganaderos que antes fragmentaban el hábitat y bloqueaban el paso a estos animales fue clave en ese sentido.
Los guanacos han recuperado y recolonizado su espacio vital en grandes números, y se han convertido en un ícono del parque. Es fácil verlos cruzar una y otra vez, ágiles y velo
ces, por la ruta de ripio que atraviesa el hoy área protegida, o merodeando entre las construcciones principales. Adultos, juveniles y chulengos (crías) ahora ejercen su reinado sin saber de alambrados o competencia con ganado doméstico, aunque claro…no están solos. Su principal depredador, el puma, también merodea por allí, y se ha vuelto habitual ver a estos felinos en la zona, incluso en el centro de visitantes y las áreas de camping.
La abundancia de fauna nativa presente ahora es nada menos que increíble. Hoy en día, el regreso del guanaco no es más que la punta de un gran iceberg que representa solo una pequeña muestra del trabajo de rewilding que se ha llevado a cabo para restaurar la vida silvestre en esta zona. Entre otras especies en aumento destaca el zorro culpeo, gato colocolo, chingues e innumerables aves como chunchos, traros, flamencos, bandurrias, pitíos, águilas y cóndores.
Cristián Saucedo, veterinario y director de conservación de Tompkins Conservation, se sumó el 2005 al proyecto para definir y poner en práctica el programa de recuperación de especies. El objetivo era reducir las amenazas que recaían sobre ellas y ayudar a incrementar su número y distribución. No había experiencia previa similar, pero se comenzó con terminar con la caza de la fauna, particularmente de especies como el puma y el zorro, perseguidas desde antaño.
Por su condición de especie en peligro de extinción, desde el primer día el huemul concentró los mayores esfuerzos. Este ciervo nativo se encontraba confinado a áreas sumamente reducidas por la presencia del ganado y se inició un trabajo para marcar individuos y monitorear las poblaciones con la intención de entender su desplazamiento en el territorio. Con el tiempo los indicadores han mejorado: aumento poblacional, incremento en la frecuencia y lugares de avistamientos, presencia de hembras con crías y sobrevivencia de los cervatillos.
“Partimos con lugares con dos o tres huemules, y hoy esos mismos lugares albergan más de 30. Los resultados son graduales, no exponenciales, pero hay resultados concretos y comprobados a través del monitoreo. La población de huemules en el parque alcanza más del 10% de la población remanente en el sur de Chile y Argentina (es decir, unos 200 ejemplares). Pudieron gradualmente ir recolonizando lugares y mejorar la conectividad entre individuos, lo que es vital para que exista un flujo genético de individuos de un sector a otro”, explica Saucedo.
El programa en torno al huemul incluyó en el 2008 las primeras investigaciones en Chile sobre su interacción con el puma. En ese entonces el valle ya no contaba con ganado doméstico que pudiera servir de alimento a este depredador y, a su vez, los pumas ya no eran cazados, por lo que
“Hoy en día, el regreso del guanaco no es más que la punta de un gran iceberg que representa sólo una pequeña muestra del trabajo de rewilding que se ha llevado a cabo en el parque para restaurar la vida silvestre”.
se temía que las poblaciones de este ciervo se vieran afectadas. Sin embargo, la amplia oferta de guanacos en el territorio provocó que el 90% de la dieta del puma estuviera constituida por camélidos y que el huemul no sobrepasara más de un 2%, según Saucedo. Esto significaba, además, que el puma tiene un rol clave para regular la población de guanacos. En el caso del mayor felino de la Patagonia, se entendía que su población se iba a recuperar con el solo hecho de no cazarla. Y tras unos seis años, el sistema dio indicios de una población sana de pumas, relativamente equilibrada y autoregulada.
Luego, a fines de 2014, arrancó el programa enfocado en el ñandú. Los datos de la especie indicaban que había una población de apenas 15 individuos en la parte alta del valle, cercana a la frontera con Argentina. Un rescate realizado por Carabineros de Chile en dicho sector marcó, gracias a
un convenio con el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), el establecimiento de un centro de reproducción para reproducir la especie en condiciones de semi cautiverio para ir aportando individuos y genética a la población silvestre, cuyos integrantes seguramente estaban emparentados entre sí. El programa busca asegurar a largo plazo la población de ñandúes dentro del parque, una especie en peligro que en la región de Aysén es escasa y con una distribución acotada. Gracias a este trabajo, alrededor de 40 ñandúes deambulan hoy por el Parque Patagonia.
Lo que viene
Cuando Tompkins Conservation compró las tierras del valle Chacabuco tenía el propósito de anexarlas a la Reserva
Nacional Jeinimeni -ubicada hacia el norte- y a la Reserva Nacional Tamango -emplazada hacia el sur- para conformar el gran Parque Nacional Patagonia de 304.527 hectáreas, permitiendo así la apertura de corredores biológicos para la vida silvestre presente en el área.
Después de muchas reuniones, suspicacias y rechazo por parte de las comunidades aledañas, en 2017 se llegó a un acuerdo aún mayor que se convertiría en la donación privada de tierras más grande de la historia. Se firmó un protocolo con el Estado de Chile estableciendo cinco parques nacionales y la expansión de otros tres, gracias a la donación de más 407.625 hectáreas por parte de Tompkins Conservation y los aportes del Estado. Finalmente, el 29 de abril del 2019, el Parque Patagonia pasó a manos de Conaf, corporación encargada de administrar las Áreas Silvestres Protegidas del Estado de Chile.
La entrega del Parque Patagonia, y también de Pumalín, contempla un periodo de colaboración por 10 años, de carácter renovable, en una mesa bipartita con Tompkins Conservation, cuyo objetivo es mantener lo mejor posible el estándar y promover el cuidado de los mismos entre los visitantes, según ha explicado Antonio Walker, ministro de Agricultura. Esa colaboración incluye diversas materias, no solo desde su gestión.
En el caso del Parque Patagonia existe un anexo específico relacionado con el programa de vida silvestre, que Tompkins Conservation se compromete a seguir financiando y gestionando por la próxima década, mano a mano con Conaf. Saucedo continuará en su cargo. Conaf dice que también está interesado en replicar la experiencia en otros parques y áreas protegidas. “Se espera gene
rar instancias de capacitación y transferencia a nuestro personal, respecto de los principales avances y resultados que ha tenido hasta ahora. Este trabajo conjunto deberá ser capaz de proyectar líneas de acción coordinadas y evaluar su eventual proyección en otras áreas protegidas en el largo plazo”, asegura José Manuel Rebolledo, director ejecutivo de Conaf.
Además, actualmente ambas partes trabajan en la elaboración de las bases administrativas y técnicas para licitar una concesión de los servicios ecoturísticos, entre ellos el lodge y el restaurante. “Esto involucra la infraestructura mayor existente, y el propósito es adjudicar su operación a un concesionario a partir de la temporada 20192020. En paralelo, se realizará el lanzamiento de licitaciones para la concesión de los principales sectores de camping, con la finalidad de otorgar las
“Los parques nacionales están todos en servicio del rewilding y la construcción de ecosistemas que funcionan completamente”.
oportunidades que genera el desarrollo de actividades ecoturísticas a diferentes interesados y ojalá de la comunidad local”, explica Rebolledo.
Existe cierta preocupación acerca de lo que sucederá con las concesiones en los parques Patagonia y Pumalín a largo plazo. ¿ Con el fin de obtener financiamiento para administrar el sistema de parques expandido en la Patagonia chilena, podría Conaf dirigirse hacia el modelo de Torres del Paine, que se ha saturado con hoteles caros y senderos concurridos en temporada alta? Kris Tompkins aseguró a Patagon Journal en su oficina en Puerto Varas que confía en que Conaf no “degradará los parques”.
“Nuestro trabajo es apoyar a Conaf”, dijo Tompkins. “El concepto que tenemos es que las comunidades alrededor de los parques deberían beneficiarse con el número de visitantes. Dicho esto, en menor escala, quienquiera que tome las concesiones, creo que hará más habitaciones. Cuando donamos los parques, lo dejamos establecido con un libro de arquitectura gigante. Con cosas como, si construyes así, este es el color de la pintura, etc. Tenemos un libro que tiene dos pulgadas de grosor solo en la arquitectura”.
Tompkins dijo que el acuerdo de 10 años también incluye un plan de zonificación, sobre dónde y qué nueva infraestructura turística se puede construir para que “no obstaculice la naturaleza del parque”. “Dicho esto, dentro de 15 años, no tenemos nada que decir sobre eso. Y probablemente no hoy, es solo que hay un acuerdo y entendimiento de cooperación y colaboración”.
Tompkins agrega: “Pero si algo sucedió en Pumalín, por ejemplo. En 100 años, si todavía hay un millón de hectáreas de bosque templado de primera calidad, al final eso es lo que se está buscando. Usted no está tratando necesariamente de preservar el restaurante. Lo más importante es que los parques prosperen, llenos de vida salvaje, y que los pastizales y los bosques templados estén saludables”.
De acuerdo a datos de Tompkins Conservation, el funcionamiento del Parque Patagonia requiere $584 millones de pesos por año, y si se añade Pumalín, la suma anual asciende a $ 1.084 millones. Para el 2019, Conaf contará con $350 millones para ambos parques, que se materializarán en la contratación de recursos humanos y operativos. “Realizaremos las gestiones necesarias para lograr, en el corto plazo, fortalecer esta gestión inicial e invertir mayores recursos en la administración de estas y otras áreas silvestres protegidas del país”, adelanta Rebolledo, detallando que el presupuesto requerido para la administración de estas nuevas unidades se irá sumando de manera gradual y creciente, y se proyecta que para el 2022 se podría estar operando con la totalidad de los recursos necesarios.
La Ruta de los Parques de la Patagonia
En forma paralela, cuando se generó el acuerdo entre la fundación y el Estado de Chile para la donación de tierras, surgió la idea de crear la Ruta de los Parques de la Patagonia, un recorrido escénico de 2.800 kilómetros que invita a explorar 17 parques nacionales ubicados entre Puerto Montt y Cabo de Hornos.
En mayo de 2019 se aclaró la forma de financiamiento de la ruta, a través del “Fondo
de la Ruta de los Parques: Protegiendo Patagonia por siempre”, un fondo con aportes públicos y privados liderados por el Estado de Chile, Tompkins Conservation y Pew Charitable Trusts. El acuerdo busca recaudar dinero para financiar infraestructura, senderos, personal y equipamiento que permita ayudar al sistema de parques de Chile a igualar y superar los estándares internacionales; fomentar la conservación de la naturaleza y proyectos de reconstrucción; y catalizar el desarrollo económico en las comunidades aledañas a los parques, para que se beneficien del importante impulso en turismo que, de seguro, la región vivirá en los próximos años.
El fondo es muy bienvenido en Chile, donde actualmente solo se invierten US $5,1 millones por año en sus parques de la Patagonia. La iniciativa se basará en un modelo de financiamiento para la conservación denominado Project Finance for Permanence (Proyecto de Financiamiento para la Permanencia o PFP), una estrategia que en el pasado ha llevado a una importante inversión privada para proteger los hábitats terrestres y marinos en Costa Rica, la selva amazónica de Brasil y la selva húmeda costera de British Columbia en Canadá. Un aspecto central de este nuevo fondo es que plantea equilibrar la protección de la naturaleza con el desarrollo económico de sus comunidades a través del turismo como consecuencia de la conservación.
El programa Forever Costa Rica es un ejemplo de cómo funciona este tipo de financiamiento para la conservación. El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, en 2007 declaró su objetivo de financiar el sistema de áreas protegidas de la nación a perpetuidad y duplicar su sistema de reservas marinas. The Nature Conservancy y otras organizaciones privadas de conservación se reunieron y recaudaron exitosamente US $ 57 millones de fuentes internacionales para financiar la iniciativa y, a cambio, el gobierno de Costa Rica incrementó su propio financiamiento para áreas protegidas, reestructuró su agencia de manejo de recursos naturales y amplió considerablemente sus áreas protegidas marinas. Hoy, Costa Rica gasta US $ 30 por hectárea en sus parques nacionales, en comparación con Chile, que actualmente gasta solo US $ 1,54 por hectárea en sus parques.
El plan para los parques nacionales de la Patagonia se acercará más hacia el plan de financiamiento utilizado en British Columbia, donde The Nature Conservancy y otras fundaciones reservaron la mitad de los US $100 millones recaudados para financiar un fondo de desarrollo económico para los 26 tribus indígenas que viven en el sector. De manera similar, de acuerdo con Francisco Solís, director del programa Pew Charitable Trust de la Patagonia chilena, el fondo propuesto para los parques de la Patagonia pondrá énfasis en “brindar igual atención a los beneficios de la comunidad y mejorar las protecciones naturales”.
Mientras tanto, Kris Tompkins enfatiza que el increíble logro en el establecimiento de cinco nuevos parques nacionales en la Patagonia no se debió únicamente a Tompkins Conservation, y le otorga el crédito real al gobierno de Chile. “Sin un gobierno, no tienes parques nacionales”, dijo. “Debemos celebrar a Chile como país. Es extraordinario”.
En última instancia, la mayor victoria para Tompkins no es la creación de estos parques nacionales en sí mismos, sino su papel potencial para lograr un objetivo mayor: revertir la crisis de extinción global y recuperar las especies extirpadas. Si se toma una vista a largo plazo y se piensa en los siglos futuros, ella asegura que los parques nacionales tienen las mejores posibilidades de éxito. “Si solo se trata de una propiedad privada, o un parque regional, no tienes la fuerza incorporada en el sistema”, afirma. “Los parques nacionales están todos en servicio del rewilding y la construcción de ecosistemas que funcionen plenamente”.