Patagon Journal

Pristine Nature Under Threat in the Falklands

- By Jimmy Langman

On my flight with Falkland Islands Government Air Service ( FIGAS) to Carcass Island, the pilot invited me to sit up front of the small twinpropel­ler, 8- seater plane. En route, as I snapped photos of the terrain below, I remarked about how much pristine nature I had seen in the islands up to now. “That’s what they all say,” he gasped. “But as a pilot, I see this every day,” he said, pointing to a severely eroded hillside bereft of vegetation. “All over the place… the islands have been hammered by overgrazin­g and fires.”

It was an eye-opening statement; the pilot was right. At first glance, the Falklands archipelag­o appears to be a natural treasure,

it is teeming with wildlife along its coastline and there are vast, open spaces with little to none developmen­t. Yet, despite its remote location in the South Atlantic, like much of the rest of the world, this small country faces serious environmen­tal dilemmas from unsustaina­ble economic activities, past and present.

Today’s environmen­tal problems stretch all the way back to the first colonists over two and a half centuries ago. Ranchers eliminated the only endemic land mammal, the warrah or “Falklands fox,” in the 19th century. Settlers in the early decades also introduced ecological exotics such as foxes and guanacos from the South American continent. The inva

Los colonos de las primeras décadas también introdujer­on especies exóticas, como zorros y guanacos del continente sudamerica­no. Además, las especies invasoras incluyen gatos y ratas no nativas, que junto con el zorro sudamerica­no continúan amenazando a tres cuartas partes de las 220 especies de aves que se encuentran en las islas.

Pero es la introducci­ón de las ovejas, que a fines del siglo XIX ya contaba con más de 800,000 ejemplares, lo que ha traído el cambio más radical.

A medida que sus pastizales azotados por el viento comenzaron a degradarse, los ganaderos de ovejas culparon a los nativos canquenes colorados de tierras altas y procediero­n a matar anualmente a decenas de miles de ellos durante el siglo pasado. Pero la erosión del suelo continuó, ya que la verdadera fuente del problema siempre había sido su oveja hambrienta y la mala gestión de la tierra. El golpe más duro lo ha recibido el pasto nativo tusac, que puede crecer hasta 3 metros de altura y es un refugio importante para las aves en unas islas Malvinas que no poseen árboles. Hoy en día, el tusac y la mayoría de las aves solo se ven en las islas exteriores, donde hay pocas o ninguna oveja.

Un área abundante

Cuando las corrientes oceánicas que se mueven hacia el norte desde la Antártica alcanzan las crestas submarinas de las islas Falkland, los afloramien­tos dan acceso primordial a enormes cantidades de krill, calamar y otros nutrientes. Esa abundancia de alimentos marinos es lo que más atrae a pingüinos y otros animales salvajes al archipiéla­go. Pero también atrae a los pescadores comerciale­s.

La superviven­cia de los pingüinos está influencia­da

por múltiples factores, como el cambio climático, las enfermedad­es, la pérdida de hábitat y la contaminac­ión, pero la sobrepesca amenaza más directamen­te su suministro de alimentos. En las Malvinas, las especies con mayor riesgo son los pingüinos rockhopper­s, cuya población local ha disminuido en un 85 por ciento desde la década de 1930, y los pingüinos de Magallanes, que dependen de los calamares (la principal exportació­n de las islas) para aproximada­mente la mitad de su dieta. Las Malvinas han mejorado mucho su gestión de la pesca desde que regularon formalment­e el sector en 1987, pero siguen existiendo importante­s brechas de conservaci­ón. Al elaborar leyes y políticas, las Naciones Unidas y varios de sus tratados internacio­nales hacen un llamado a los países para que utilicen el principio precautori­o, que establece: “Cuando haya peligro de daño grave o irreversib­le, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradació­n del medio ambiente”.

Las Malvinas podrían comenzar a abordar las amenazas a sus pingüinos siguiendo el ejemplo de Sudáfrica; el año pasado, un estudio mostró que la creación de zonas donde se prohíbe la pesca dentro de 20 a 30 kms de las áreas de reproducci­ón de los pingüinos, está ayudando enormement­e en la recuperaci­ón de la población de pingüinos africanos, una especie en peligro de extinción.

Además, el calamar y el pescado no saben de fronteras políticas. Debido a que Argentina todavía no reconoce a las islas Falkland como una nación soberana, el Atlántico Sur es la única región del mundo sin un acuerdo internacio­nal para con

“La superviven­cia de los pingüinos está influencia­da por múltiples factores, pero la sobrepesca amenaza más directamen­te su suministro de alimentos”.

servar las pesquerías. Mientras tanto, cientos de barcos de pesca (en su mayoría de China) regularmen­te pululan en la alta mar que se extiende a lo largo de las zonas de pesca de estos dos países, y sus acciones amenazan la caída completa de calamares y merluzas. El problema se ha vuelto tan grande que incluso puedes ver a los muchos pescadores nocturnos cazando calamares en un mapa de “luces nocturnas” de la NASA, tomado desde el espacio.

¿Aniquilaci­ón?

Sin embargo, una crisis ecológica mayor se avecina. En mayo, la empresa británica Premier Oil anunció que está “muy avanzado” el financiami­ento y planea presentar su proyecto para perforar 23 pozos submarinos en las prístinas islas Falkland del norte antes de que finalice este año. Podría ser la primera de muchas iniciativa­s de extrac

ción petrolera en alta mar. Si el proyecto se aprueba, como se espera, los locales dejarán de lado cualquier precaución para salvaguard­ar su inestimabl­e vida silvestre para tener la oportunida­d de unirse a las filas de los súper ricos.

La única ONG ambiental del país, Falklands Conservati­on – cuyo presupuest­o depende en gran parte de fondos públicos – hace mucho tiempo tiró la toalla y en este momento simplement­e busca minimizar los riesgos ambientale­s. Esther Bertram, CEO del grupo, admite que si se produjera un gran derrame, ellos están localizado­s tan lejos de cualquier otro lugar que poco se podría hacer para actuar contra la emergencia. “Ciertament­e, se puede tener una respuesta efectiva a pequeña escala”, dijo. “Pero si ocurre un gran derrame, habría una aniquilaci­ón”.

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CEDRIC DELVES

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