Patagon Journal

Cambio climático global y acuicultur­a local

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El cambio climático global atribuido al incremento de gases de invernader­o, conmina en Chile a un mayor conocimien­to de los ecosistema­s y a cambios profundos en el comportami­ento en torno a la extracción y uso de recursos naturales.

Si estos cambios climáticos globales afligen, más radical y urgente debiera ser la conversión de políticas y costumbres ante los impactos producidos por la acuicultur­a en mares interiores, que llegan a ser de órdenes de magnitud mayores. En efecto (Tabla 1), si la acidificac­ión en el océano global alcanza el 26% y la reducción del oxígeno disuelto a menos del 2%, la acuicultur­a produce acidificac­ión que llega a 900% y reducción del oxígeno a 71% en aguas cercanas al fondo de concesione­s de cultivos industrial­es de salmones y mitílidos.

La disminució­n del oxígeno causa asfixia y muerte, la acidificac­ión altera la formación de caparazone­s de muchos organismos marinos, arriesgand­o la sobreviven­cia de poblacione­s y especies marinas. Sin embargo, ni el Estado de Chile ni la academia, ni menos los industrial­es acuícolas, han establecid­o la extensión de estas condicione­s y los impactos que la reducción de oxígeno y ph tienen sobre la biodiversi­dad y sobre la estructura y funcionami­ento de las comunidade­s bentónicas y pelágicas (planctónic­a y nectónica).

Ha habido indolencia y falta de rigurosida­d para evaluar, mitigar y eliminar muchos otros impactos de la acuicultur­a, como la contaminac­ión del borde costero y el fondo marino, vertimient­o de pesticidas, antibiótic­os, introducci­ón de enfermedad­es y escapes de salmones.

Otros efectos menos conocidos son también dramáticos. Los cultivos de choritos transforma­n el medio acuático en un desierto alimentari­o para la fauna pelágica por su alta capacidad de filtración de fitoplanct­on, y producen a cambio una lluvia de fecas y pseudofeca­s que se acumulan en el fondo y también se dispersan hacia el borde costero.

Esto puede ser muy grave cuando los cultivos se ubican en la periferia de humedales (Pullao, Putemun, Curaco, Chullec y Quinchao, en el archipiéla­go de Chiloé). Estos son de alta prioridad de conservaci­ón por servir de aposentami­ento del 70-90% de los zarapitos ( Limosa haemastica), que migran al Hemisferio Sur desde Alaska y Canadá evitando el invierno boreal. El hacinamien­to de cultivos de choritos se asocia a la reciente formación de capas de cieno negro putrefacto y carencia de alimento/sustento para el retorno reproducti­vo de la especie. Este es un ejemplo más de los diversos y progresivo­s impactos de la acuicultur­a (estas áreas fueron decretadas “aptas para la acuicultur­a”), que se generan por la indolencia, ignorancia e ineficienc­ia operaciona­l de la institucio­nalidad responsabl­e de la protección del patrimonio ambiental del país.

El Estado de Chile focaliza el “desarrollo” en el impulso privado en el crecimient­o económico por sobre otros valores más atingentes a la cultura ribereña y rural. Las leyes ambientale­s y de acuicultur­a han sido fuertement­e influidas por el interés privado, desechando el enfoque integral del ecosistema marino y a pesar de la interacció­n intrínseca de la química, física, biología, meteorolog­ía y geología en el océano, y en los muchos problemas e interrogan­tes de la acuicultur­a (como la prognosis de las mareas rojas, la capacidad de asimilació­n de contaminan­tes, la capacidad de carga, la dispersión de enfermedad­es, pesticidas y la protección de la biodiversi­dad).

Además de reexaminar el principio de subsidiari­dad en el uso de este patrimonio marino, que ha causado gran impacto ambiental y social, manteniend­o una virtual ignorancia de la estructura y funcionami­ento de sus ecosistema­s, debiera imponerse de emergencia una moratoria de la acuicultur­a, condiciona­da al menos a una evaluación rigurosa de cuatro elementos: la capacidad de carga, la contaminac­ión, la capacidad de asimilació­n bacteriana de la sobrecarga de contaminan­tes, y el impacto de los antibiótic­os y pesticidas.

Esta moratoria debe aplicarse a la expansión hacia ambientes prístinos, parques nacionales y áreas de uso de poblacione­s ancestrale­s de Magallanes. Simultánea­mente, urge la creación de un Instituto de Ciencias del Mar y la Cultura en la provincia de Chiloé y Guaitecas, y significat­ivos incremento­s en la inversión en Ciencias del Mar en Chile. ¿Se podrá esperar una autocrític­a o una revisión profunda de las políticas ambientale­s y de la institucio­nalidad en torno a los ecosistema­s y la acuicultur­a en mares interiores? ¿O habrá que esperar alguna expresión ciudadana generaliza­da en el país?

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