Fortalecimiento de los productores locales
“Casi todo lo que uno compra en el supermercado es de 8 compañías mundiales. Unilever ( una compañía británica) es ahora dueña de muchas marcas chilenas”, dice Andreas Aron, cofundador de La Balanza Mercado Cooperativo, mientras explica la génesis de su cooperativa en la pintoresca ciudad lacustre de Puerto Varas, en el sur de Chile. La Balanza es un floreciente mercado para más de 100 pequeñas empresas y agricultores que viven en la ciudad o cerca de ella y que ofrece alimentos más sanos producidos de modo ambientalmente sostenible.
Aron, de 29 años, es oriundo de Puerto Varas y dejó la ciudad para estudiar economía en la Universidad de Chile en Santiago. Tras finalizar la carrera, trabajó en la CORFO, la agencia de desarrollo económico del gobierno chileno, en un programa que proporciona fondos semilla y apoyo técnico a proyectos incipientes orientados a dar soluciones a problemas sociales. Unos años más tarde, tras realizar un largo viaje por Norteamérica y Sudamérica, regresó a Chile con el plan de crear su propia empresa con fines sociales.
“Aquí en la Patagonia, en vez de comprarle a las personas que son de acá le estamos pasando nuestros recursos a países que ya tienen mucho dinero. Si vas a Cochamó o a Peulla, la marca de avena que encuentras allí es Quaker, fabricada por Pepsico”. Con La Balanza, Aron trata de impulsar un sistema que genere condiciones económicas favorables para que las comunidades locales puedan cultivar y ser propietarias de sus alimentos, y para que la gente pueda comprarlos localmente.
La Balanza es la más reciente de una tendencia ya establecida. En Chile, en los últimos
años se han ido formando otras cooperativas con gran éxito, entre las que destacan La Manzana en Valdivia y Juntos Compremos en Santiago. A nivel mundial, la lista también es larga, como Food Coop en Brooklyn, la cooperativa La Louve en Francia, y el verdadero boom de cooperativas que se encuentran en las principales ciudades de España.
El principio que subyace en todas estas cooperativas alimentarias es el mismo: son esencialmente una tienda de alimentos que pertenece a las personas que compran allí, quienes a su vez determinan cosas como lo que se vende, los estándares de calidad y los precios. Pero las cooperativas suelen ser mucho más, son lugares en los que se puede apoyar a las empresas locales y encontrar productos orgánicos y alimentos más sanos elaborados sin productos químicos y utilizando prácticas regenerativas para el medio ambiente, algo que hoy es más necesario que nunca.
Las primeras cooperativas de alimentación se abrieron en Norteamérica a principios del siglo XX, a menudo surgiendo en épocas de crisis como la actual. Cuando comenzó la pandemia de Covid-19, muchos de nosotros vimos las estanterías vacías de las grandes cadenas de supermercados de todo el mundo, mientras la gente acumulaba productos por miedo a la escasez. Aquellas escenas pusieron de manifiesto la insostenibilidad y el riesgo de tener que depender de productos que se envían desde tan lejos. Iniciativas como La Balanza han hecho frente a este momento crítico, aportando una solución real que además contribuye a que las comunidades locales sean más sanas y responsables con el medio ambiente.
Creada a principios del año pasado, antes que nos golpeara la pandemia (la cooperativa se llamaba “La Cucha”), los pedidos de La Balanza pasaron de 60 en febrero a 400 en marzo, y el número de pedidos no ha hecho más que aumentar desde entonces. “La pandemia ha dado a la gente tiempo para reflexionar. ”He hablado con organizaciones similares a la nuestra y a todas les ha ido muy bien”, dice Aron. “Hace poco, intentábamos comprar naranjas, limones y manzanas a una red de productores orgánicos de Santiago y nos dijeron que estaban atendiendo una demanda sin precedentes y que no podían enviar nuestro pedido. Lo mismo ocurrió con nuestro proveedor de paltas”.
Ciertamente, estas palabras son una buena señal para el futuro. (Caterinna del Río)