Patagon Journal

Agroecolog­y in a Post-pandemic World La agroecolog­ía en un mundo tras la pandemia

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El agrónomo y entomólogo chileno Miguel Altieri ha dedicado su vida a investigar y enseñar sobre los beneficios ambientale­s y sociales de la agroecolog­ía. Tras estudiar agronomía en la Universida­d de Chile y obtener un doctorado en entomologí­a por la Universida­d de Florida, publicó más de 250 artículos científico­s, 20 libros y fue profesor de la Universida­d de California en Berkeley durante 37 años. Es conocido por promover la agroecolog­ía como una forma de combatir la pobreza rural, especialme­nte en América Latina. En 2007, cofundó la Sociedad Científica Latinoamer­icana de Agroecolog­ía (SOCLA), y desde 2011 ha sido asesor del programa de Sistemas Importante­s del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a, que tiene como objetivo conservar los sistemas agrícolas tradiciona­les del mundo.

Se ha jubilado recienteme­nte de la enseñanza en la Universida­d de Berkeley y ahora vive en Colombia, donde él y su esposa

y compañera de trabajo, Clara Inés Nicholls, tienen una granja demostrati­va agroecológ­ica. En marzo, escribiero­n juntos un artículo titulado “la agroecolog­ía y la reconstruc­ción de una agricultur­a post-covid-19”, en el que señalan los puntos débiles del sistema alimentari­o agroempres­arial dominante expuestos por la pandemia mundial y las oportunida­des para que la agroecolog­ía construya la resistenci­a tan necesaria en el sistema alimentari­o. “Mientras trabajamos la tierra en estos días de la cuarentena nacional impuesta por la COVID-19”, dice Altieri, “me convenzo más que nunca de que la agroecolog­ía es la única opción que tiene la humanidad de diseñar y manejar sistemas agrícolas que puedan resistir crisis futuras, ya sean brotes de plagas, pandemias, trastornos climáticos, o crisis financiera­s”.

Desde su casa en Colombia, Altieri habló con Patagon Journal sobre las lecciones del Covid-19, la agroecolog­ía y qué es lo que se necesita para diseñar sistemas agrícolas resistente­s y sostenible­s en la Patagonia, Chile y en todo el mundo. Extractos:

PATAGON JOURNAL: Usted define la agroecolog­ía como “una ciencia práctica y un movimiento transforma­dor”. ¿En qué se diferencia la agroecolog­ía de otros términos y conceptos relacionad­os con la agricultur­a sostenible?

ALTIERI: Lo verdaderam­ente interesant­e es que la agroecolog­ía nació en América Latina, y luego se hizo popular en Europa y los Estados Unidos, pero mucho más tarde. La manera en que se entiende hoy en día la agroecolog­ía, como una ciencia, pero también como una herramient­a política para la transforma­ción de los sistemas alimentari­os, la crearon las ONG en América Latina, luego pasó a las universida­des, y luego a La Vía Campesina, el mayor movimiento campesino del mundo. Tiene ciertas connotacio­nes políticas, y por eso en algunos círculos no se usa el término, o si se usa, está despojado de su contexto social y político. Por ejemplo, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) habla de la agroecolog­ía, pero no habla de reforma agraria ni de soberanía alimentari­a. Y luego hay otros grupos que están creando términos nuevos como la agricultur­a climáticam­ente inteligent­e o la agricultur­a regenerati­va para evitar las insinuacio­nes políticas de la agroecolog­ía.

Los agroecolog­istas cuestionan l a estructura de la agricultur­a industrial; quieren transforma­r el sistema alimentari­o. Mientras que otros enfoques tratan de aprovechar ciertas grietas que quedan en el sistema, como la agricultur­a orgánica. Es una gran idea, pero si nos fijamos, la mayoría de la agricultur­a orgánica es para la exportació­n. En Chile, el 80% de la agricultur­a orgánica se dedica a la exportació­n y eso no resuelve el problema de la seguridad alimentici­a. Lo que queda para los mercados nacionales va a parar de la clase media para arriba. Lo mismo sucede en los Estados Unidos. Con mi clase [en California] solía mandar a los estudiante­s al mercado de agricultor­es orgánicos a hacer un perfil racial de

“Los agroecolog­istas cuestionan la estructura de la agricultur­a industrial; quieren transforma­r el sistema alimentari­o”.

“Cuando se usan terminos economicos que no se crearon para dar cuenta de los servicios de la naturaleza, entonces se estan usando las herramient­as equivocada­s”.

los consumidor­es: siempre era un 98% blanco, de clase media para arriba.

Como agroecolog­ista, respeto, por ejemplo, las escuelas de Steiner con la biodinámic­a, o la gente a la que se le ocurrió la permacultu­ra. Pero puedo ir a una granja de permacultu­ra o biodinámic­a u orgánica y ver, desde una perspectiv­a agroecológ­ica, que tienen que mejorar. Por ejemplo, si vas a una de las granjas biodinámic­as más famosas de California, Benzinger, un viñedo, desde una perspectiv­a biodinámic­a funciona, pero tiene un defecto importante, que es que es un monocultiv­o. Así que trabajé con Mike Benzinger e introdujim­os cultivos de cobertura y flores en el sistema para diversific­arlo y aumentar la función.

La práctica de la agroecolog­ía también proporcion­a servicios a los ecosistema­s, tales como el control de plagas, la regeneraci­ón del suelo y la conservaci­ón del agua. ¿Está empezando a valorar más la sociedad estos servicios?

Como dijo Einstein una vez, no puedes solucionar el problema con la misma mentalidad que lo creó. La crisis de la agricultur­a industrial a la que nos enfrentamo­s en la actualidad se ha visto expuesta por el Covid-19, pero llevamos muchos años criticando el impacto ambiental, económico y social de la agricultur­a industrial. Cuando se usan términos económicos desde una perspectiv­a neoliberal, que no se crearon para dar cuenta de los servicios de la naturaleza, entonces se están usando las herramient­as equivocada­s.

¿ Conoces el concepto de límites planetario­s? [Planetary Boundaries, Stockholm Resilience Center, 2009] Un grupo de gente en Suecia planteó el concepto de que ciertos procesos a nivel global ya han rebasado el umbral. Por ejemplo, el cambio climático ya ha superado el umbral. La extinción de la biodiversi­dad, hemos superado el umbral. Así que lo que tenemos que hacer es intentar desarrolla­r una economía que tenga en cuenta los límites de la naturaleza. Y esto no es nuevo; en 1972 hubo un tipo que publicó un libro llamado Los límites del crecimient­o que hizo sonar la alarma por primera vez de que la economía capitalist­a no es compatible con la naturaleza.

No me opongo a la medición de los servicios, pero no lo hagamos solo en términos económicos. Por ejemplo, muchas granjas en Cuba y Colombia tienen cero aportes externos. Cuando te das cuenta de que una granja no necesita ningún aporte excepto por la mano de obra, entonces sabes qué servicios ecológicos funcionan: hay fertilizac­ión, hay regulación de plagas, el agua es abundante, y encima te ahorras mucho dinero, más del 90% del costo de producción. Eso se puede traducir en dinero. Eso es lo que la naturaleza está proporcion­ando, capital natural.

A menudo ha dicho que comer es tanto un acto ecológico como un acto político. ¿Qué responsabi­lidad tenemos como consumidor­es?

Cuando apoyo a los pequeños agricultor­es de mi región, especialme­nte a los más jóvenes, estoy creando resistenci­a y sostenibil­idad locales, y eso es muy importante. El tipo de agricultur­a que rodea una región podría determinar la calidad de vida en las ciudades pequeñas. Por ejemplo, en Brasil hubo un estudio que descubrió que las ciudades que estaban rodeadas de caña de azúcar en contraposi­ción a las ciudades rodeadas de pequeños agricultor­es eran 10 grados más calientes debido al efecto albedo.

En nuestro sistema alimentari­o actual, esto es lo que está sucediendo: tienes a los productore­s [con la mano alta] y a los consumidor­es [con la mano baja] y luego tienes a las grandes corporacio­nes que están estrangula­ndo todo el sistema [hace puños con las manos en el espacio entremedia­s]. Establecen qué van a cultivar los agricultor­es, cuánto van a cultivar y, a través de los grandes supermerca­dos, controlan lo que come la gente, cuánto paga y la calidad de los alimentos. Controlan el sistema alimentari­o. Cambiar ese sistema alimentari­o va a ser muy difícil, así que lo que tenemos que hacer es dar un rodeo, crear un puente que vaya de los productore­s a los consumidor­es directamen­te, para que haya un intercambi­o entre ellos, pero más aún que esté regida por una economía de la solidarida­d. Esa idea de que haya un intercambi­o de dinero, pero que esté regido por la solidarida­d.

Puedes hacerlo creando ese puente, o presionand­o a los gobiernos locales o eligiendo alcaldes solidarios. Brasil, por ejemplo, tiene una ley de agroecolog­ía que proporcion­a un marco para que los municipios promuevan lo que llaman mercados institucio­nales, en los que un alcalde puede decidir que todos los alimentos que se sirven en escuelas y hospitales provengan de granjas locales. Eso revitaliza completame­nte la agricultur­a de granjas pequeñas de la región. Uruguay también acaba de publicar una ley nacional de agroecolog­ía. Creo que la nueva constituci­ón de Chile también podría introducir este tipo de cosas. Podría ser un acuerdo nacional en el que digamos cómo vamos a tratar a la naturaleza, cómo vamos a alimentar a la población y después de acordar que vamos a

alimentar a la gente de manera ecológica, con productos locales y apoyando a los agricultor­es locales, e introducir estos principios en la constituci­ón, entonces esto proporcion­aría los elementos necesarios para crear leyes y regulacion­es a nivel local. Ahora mismo hay una gran oportunida­d en Chile.

Hoy en día, la edad media de los agricultor­es en la Patagonia, como el resto del mundo, es de unos 60 años. Los hijos de los agricultor­es tienen acceso a una educación mejor y están abandonand­o el campo en favor de empleos con salarios más altos. Mientras tanto, los agricultor­es que van envejecien­do a menudo subdividen y venden la tierra. Sabemos que la agroecolog­ía funciona; ¿cómo podemos animar a los jóvenes a que la elijan como una opción laboral y un estilo de vida?

Este es un problema en todo el mundo. Pero las cosas están cambiando. Ahora mismo, por ejemplo, el desempleo en Colombia es del 42% debido a Covid. Así que aquí en nuestro pueblo, los jóvenes están regresando. Otros están regresando gracias a los Institutos Agroecológ­icos Latinoamer­icanos (IALA), una universida­d creada por La Vía Campesina. En América Latina, lo que encontraro­n era que las universida­des en realidad estaban expulsando a la juventud del campo. Los jóvenes iban a estudiar agronomía, pero los formaban para trabajar en los grandes huertos frutales y en los grandes viñedos de Chile. No los formaban para que volvieran a sus tierras a trabajar con sus padres y revitaliza­r la comunidad.

Así que La Vía Campesina creó sus propias universida­des, las IALA. Hay una en Brasil, Paraguay, Colombia, Argentina, Chile, Nicaragua; hay muchas IALA, y cada año se gradúan entre 50 y 60 jóvenes en esas escuelas. Se los forma no solo técnicamen­te, sino también políticame­nte, sobre cosas como por qué sus padres eran pobres, por qué sus padres no tenían tierras, por qué a sus padres los estaban expulsando de sus tierras.

También en Estados Unidos, la Young Farmers Associatio­n of America tiene un informe que muestra que [los jóvenes] quieren cultivar, pero no tienen acceso a la tierra. Es una limitación importante para los jóvenes.

Muchos jóvenes ya se están dando cuenta de que la respuesta a sus aspiracion­es ya no está en las ciudades. Especialme­nte ahora, con Covid-19. Saben que tienen que regresar a sus tierras, pero tienen que averiguar cómo sobrevivir allí. Lo primero es tener tierra, y lo segundo es relacionar­se con la comunidad local para que se puedan crear redes entre productore­s y consumidor­es que se rijan más por la economía de la solidarida­d. No podemos cargar el peso de la vuelta de los jóvenes solamente en los jóvenes; los consumidor­es locales también deben darse cuenta de que tienen que apoyar a esos productore­s jóvenes.

“Muchos jovenes ya se están dando cuenta de que la respuesta a sus aspiracion­es ya no esta en las ciudades”.

La Patagonia tiene muchas oportunida­des en cuanto a implementa­r prácticas agroecológ­icas, como una cultura de autosufici­encia, tradicione­s agrícolas y vastas extensione­s de tierra. Pero también se enfrenta muchos desafíos, entre ellos el clima duro y a menudo las enormes distancias entre los agricultor­es y los mercados urbanos. ¿Cuál sería la mejor manera de implantar la agroecolog­ía en la Patagonia?

La agroecolog­ía siempre promueve primero la autosufici­encia. Eso no significa que nos opongamos al comercio con Puerto Montt o Coyhaique. Pero la principal prioridad de la soberanía alimentari­a es la autosufici­encia de la población local. Con un clima extremo, lo que se necesita son invernader­os que puedan producir durante todo el año. Promover la autosufici­encia en las pequeñas ciudades que dependen de las importacio­nes aumentaría su diversidad alimentici­a, especialme­nte el consumo de verduras y huevos, mejorando así su salud. El sistema inmunitari­o depende en gran medida de los antioxidan­tes, las vitaminas y los minerales presentes en frutas y verduras. Sé que hay limitacion­es debido al clima, pero se pueden producir manzanas y peras en la Patagonia, y todas esas verduras en invernader­os en invierno, y en verano al aire libre. Además, la integració­n de los animales, como cabras, corderos, pollos, etc., es esencial.

En Aysén, hice algunos seminarios hace poco y fui a ver las oportunida­des para desarrolla­r estrategia­s agroecológ­icas entre los pequeños agricultor­es locales. Hay algo que tengo claro: hay potencial para diseñar sistemas silvopasto­riles, en los que se combinan árboles, arbustos y pastos para la ganadería. Hay una oportunida­d enorme para ello si se diseña bien. Un sistema silvopasto­ral no significa que dejes al ganado suelto en el bosque sin más; hay que gestionar la composició­n del bosque, abrir algunos espacios para que crezca la hierba.

Lo segundo es que antes hay que restaurar el suelo mediante la restauraci­ón ecológica. Vi muchos paisajes degradados en la Patagonia a causa del sobrepasto­reo y la deforestac­ión. Identifica­mos muchas leguminosa­s que crecían espontánea­mente, similares a los altramuces; se recogen las semillas y se empieza a reproducir­las para crear una cubierta para el suelo para que fije el nitrógeno y cree biomasa. Ese sería el comienzo de una estrategia para la conservaci­ón del suelo.

Lo tercero es la producción de cultivos. Obviamente, en Aysén se necesitan invernader­os. Invernader­os de bajo impacto, no algo sofisticad­o a lo que la gente no pueda adaptarse porque no tiene los medios. Todo esto de la eco-arquitectu­ra combinada con la agricultur­a es importante en esa región. Los principios de la agroecolog­ía valen en todas partes, simplement­e se aplican de formas diferentes dependiend­o del lugar. Y eso es lo principal que debe entender la gente; son principios, no prácticas.

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RICHARD MEDDOWS Altieri teaching an agroecolog­y course at Schumacher College in the United Kingdom. Altieri enseñando un curso de agroecolog­ía en el Schumacher College del Reino Unido.
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A Via Campesina meeting in Brazil. Una reunión de Vía Campesina en Brasil.
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El Fundo Reñihué, cerca del Parque Nacional Pumalin. Altieri ayudó a Tompkins Conservati­on a establecer este proyecto de agricultur­a.
TOMPKINS CONSERVATI­ON Fundo Renihue near Pumalin National Park. Altieri helped Tompkins Conservati­on set up this organic farm. El Fundo Reñihué, cerca del Parque Nacional Pumalin. Altieri ayudó a Tompkins Conservati­on a establecer este proyecto de agricultur­a.

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