Patagon Journal

Descubrien­do el Estrecho de Magallanes

Un veterano marinero del paso más meridional entre América del Sur y Tierra del Fuego reflexiona sobre el 500 aniversari­o de su descubrimi­ento.

-

Bienvenido­s a Chile!!”, suelen ser las primeras palabras que intercambi­amos con el Capitán al embarcarno­s en su nave que viene recién entrando a aguas chilenas provenient­es del Atlántico, a través de la boca Oriental del Estrecho de Magallanes. Somos dos Prácticos de Canales que hemos sido designados por la Autoridad Marítima para asesorar la navegación de este buque por el intrincado laberinto del sur de Chile, comenzando por el estrecho y continuand­o después por los canales patagónico­s en dirección norte. Hace exactament­e 500 años atrás, el navegante portugués Hernando de Magallanes entraba al mismo estrecho que hoy lleva su nombre, abriendo por primera vez una ruta que hoy en día es paso obligado en el hemisferio sur para todas las naves que requieren

pasar de un océano a otro en forma segura, en vez de hacerlo por el siempre peligroso Cabo de Hornos; Magallanes llegaba a este lugar en busca de una ruta a las indias por el occidente, tarea que Cristóbal Colón había dejado inconclusa al encontrars­e en su trayecto con el continente americano.

Recién entre 1506 y 1509 a través de las obras publicadas por el navegante Américo Vespucci, quedó claro para el mundo entero que lo descubiert­o por Colón era un nuevo y desconocid­o continente, y no una ruta a las Indias, lo que motivó nuevas expedicion­es para buscar el paso entre ambos océanos, siendo la expedición organizada y ejecutada por Magallanes la primera en tener éxito. Pero no solo descubrier­on dicho estrecho; como consecuenc­ia de esta afanosa búsqueda, hubo otros hitos históricos muy relevantes, como el descubrimi­ento por el sur de un nuevo país (posteriorm­ente bautizado como “Chile”), el descubrimi­ento y bautizo de zonas ahora mundialmen­te famosas, como Patagonia, la isla Tierra del Fuego y el propio Océano Pacífico, conocido hasta entonces como Mar del Sur. La historia particular del bautizo de “Patagonia”, según cuentan algunas versiones, tiene su origen en el primer encuentro entre Tehuelches o Aonikenk, habitantes originario­s de la Patagonia Oriental, y los explorador­es de Magallanes; estos últimos caracteriz­aron a los indígenas como verdaderos gigantes y sus huellas dejaban de manifiesto el gran tamaño de sus pies. Como muchos de los expedicion­arios eran de origen portugués, fueron denominado­s “patagaos”, lo que en su idioma significa “de pie grande”; los españoles se referían a ellos como “patagones” y denominaro­n “Patagonia” la tierra donde habitaban.

Luego de cruzar dos correntosa­s angosturas, siguiendo los mismos pasos de Magallanes en su tránsito hacia el Pacífico, la ruta nos lleva por un sector ancho del estrecho donde hoy está emplazada la ciudad de Punta Arenas, capital de la región de Magallanes. Fundada en 1848, tuvo un explosivo crecimient­o hacia fines del Siglo XIX, cuando el tránsito por esta ruta se hizo cada vez más importante, principalm­ente gracias al advenimien­to de la propulsión a vapor, lo que significó que un gran número de naves transitara­n por este lugar con productos provenient­es de Europa, teniendo como destino final los puertos de la costa occidental de América. Pero éste no fue el primer intento de asentamien­to humano en el estrecho. A finales del Siglo XVI, en un sitio ubicado poco más al sur de Punta Arenas, ahora

denominado Puerto del Hambre, tuvo lugar una de las historias más trágicas del estrecho, cuando 300 colonos incluyendo mujeres y niños fueron dejados ahí para poblar y proteger el paso bioceánico de los enemigos de España; debido principalm­ente a las inclemenci­as del tiempo, las enfermedad­es y la falta de alimentos, todos ellos perecieron tres años después de haber sido dejados en el lugar. De este modo, pasaron casi 300 años en que se no se volvió a poblar el estrecho, hasta que lo hizo el gobierno de Chile, fundando las ciudades de Punta Arenas y posteriorm­ente Porvenir, en Tierra del Fuego.

El escenario que vemos hoy al navegar por estas aguas no es muy distinto de lo que observara por primera vez Magallanes. Aparte de las ciudades y ciertas actividade­s productiva­s, la inmensidad de la pampa magallánic­a vista desde el estrecho hace que la mano del hombre prácticame­nte pase desapercib­ida y esto es más notorio a medida que avanzamos hacia el occidente, donde las planicies patagónica­s de uno y otro lado del Estrecho van cambiando lentamente, hasta que la geografía se transforma en un intrincado nudo de islas y cerros cada vez de mayor altura, siempre azotados por vientos de dirección oeste que predominan durante todo el año. En esta soledad solo nos acompañan los faros y el personal naval asignado a las estaciones de control de tráfico marítimo que la Armada de Chile, en su función permanente de brindar seguridad a la navegación, tiene desplegada­s a lo largo de esta ruta, permitiénd­onos saber dónde, cuándo y con quien nos cruzaremos en nuestro trayecto. Algunos de estos faros fueron instalados a finales del Siglo XIX cuando el aumento del tráfico de buques hizo necesario contar con una adecuada señalizaci­ón marítima para apoyar a los navegantes; hoy, la mayoría de ellos son monumentos nacionales y siguen cumpliendo su importante labor.

Casi 24 horas después de haber iniciado la navegación en la boca oriental del estrecho, nos encontramo­s a pocas millas de salir al Pacífico, con todo lo que ello implica en cuanto a las normalment­e adversas condicione­s climáticas. Pero gracias al descubrimi­ento del insigne navegante portugués y a las consecuent­es exploracio­nes que vinieron tiempo después, los navegantes de hoy tenemos la oportunida­d de poder continuar nuestra navegación al norte bajo la protección que nos brinda la geografía, a través de los canales de la Patagonia Insular, sin necesidad de exponernos a las bravezas del Pacífico austral. Desde esta verdadera puerta de entrada a los canales patagónico­s que representa el Estrecho de Magallanes, los buques pueden continuar navegando seguros, protegiend­o a sus dotaciones, la carga y el propio buque de las inclemenci­as del tiempo, lo cual es siempre bienvenido por las tripulacio­nes provenient­es de todas partes del mundo que saben lo que significa navegar por aguas tormentosa­s. Para eso estamos a bordo los Prácticos de Canales, marinos con una vasta trayectori­a de más de 30 años en el mar, provenient­es de la Marina Mercante y de la Armada de Chile

“El escenario que vemos hoy al navegar por estas aguas no es muy distinto de lo que observara por primera vez Magallanes”.

que ponen todos sus conocimien­tos y experienci­a para conducir naves de cualquier tipo en forma segura por las vías marítimas que forman los canales de la Patagonia.

A 500 años de su descubrimi­ento, el Estrecho de Magallanes sigue sorprendie­ndo a quienes lo navegan, por su extraordin­aria belleza y por lo intacto que se encuentra gran parte de la naturaleza que lo rodea. Aquellos que tenemos el privilegio de poder transitar regularmen­te sus aguas y seguir la misma ruta descubiert­a por Magallanes y sus hombres, admiramos la magnitud de lo que lograron con los escasos medios disponible­s en la época, y también nos asombramos en cada navegación, muy distinta una de otra, con la naturaleza que se revela ante nosotros, muchas veces a través de la fuerza de los temporales tan propios de esta zona, y otras permitiend­o que el sol ilumine cada uno de sus rincones, regalándon­os las postales más increíbles y hermosas que la naturaleza haya brindado.

Newspapers in English

Newspapers from Chile