Publimetro Chile

JULIÁN ELFENBEIN

Regresó a la televisión con “Pasapalabr­a”, el exitoso programa de Chilevisió­n. Un buen momento que viene a coronar una vida familiar estable, respetuosa y lúdica, donde sus hijos ocupan todos los espacios

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llorar a los niños hasta que se acostumbre­n. ¡Odio todas esas técnicas! A los niños hay que disfrutarl­os porque, cuando van creciendo, se alejan. De hecho, el Benja con suerte me da un beso ahora.

¿Qué actividade­s haces con tus hijos?

-Con el Benja somos fanáticos de la “U”, somos muy partners. Es el único hombre además. Las niñas son mis princesas, pero él es mi partner. Soy medio obsesivo con los niños, los amo tanto. No hay nada que me guste más que estar en mi casa, somos súper caseros los dos. Igual salimos a veces de carrete, incluso llevo a los niños a los carretes y se acuestan tarde. No somos tan rigurosos en esas cosas. Si el Benja está viendo el bloque de deporte en las noticias y se terminan pasadas las diez de la noche, lo dejo no más.

¿Las tareas se reparten o las mujeres siempre se llevan el mayor peso?

-Soy muy ordenado, casi maniático en el orden. Soy el que lava, si la cocina quedó mal cerrada, la voy a cerrar…, soy súper ordenado con eso. Viví solo muchos años, había que hacerlo y ahora nos repartimos las tareas totalmente. Más ahora que tengo la oportunida­d de llevarlos al colegio. La verdad es que antes era un sueño llevarlos, porque nunca pude. Yo era el típico papá que no estaba en la foto del primer día de clases.

¿Existe culpa por eso?

-No siento culpa. Siento que reflejo a mamás y papás de Chile. No creo que todos tengan la oportunida­d de ir a dejarlos o buscarlos. Ahora que tengo la oportunida­d, la disfruto. Me puedo acostar a las cinco de la mañana y me levanto igual.

Tu salida de TVN, ¿se convirtió en un golpe a nivel familiar?

-Más allá del golpe interno, o que uno piense que era una injusticia o no, fue una oportunida­d familiar. No es que antes estuviese ausente, pero me perdía muchas cosas que Para nada. En mi casa los reyes y reinas son mis hijos. Ellos tienden a adueñarse de la escena. Aunque, insisto, somos dos hombres y en la casa vivimos con hartas mujeres, así que ellas son las dueñas de la casa y nosotros somos el último eslabón de la cadena.

¿Te consideras un papá lúdico?

-Más que papá lúdico, soy lúdico en esencia. Cuando me ven el trabajo, encuentran que el papá está loco. Les hago personajes, los hago reír, hago de payaso, me pego en las murallas. Desde que nacieron vieron a un papá loquillo.

Los niños provocan que uno se conecte con su lado más infantil.

-Absolutame­nte, aunque yo vivo conectado con mi parte más infantil. Uno va creciendo, pero siento que tengo mucho menos edad de la tengo. A veces soy un niño más en la casa (ríe).

Si pudieras resumir, ¿qué te han enseñado tus hijos?

-De todo. Mis hijos me han enseñado que la familia es lo principal, a ser más sociable, a compartir más, y también a ser más riguroso. Uno puede ser amigo, pero también debe poner la cuota de rigurosida­d en la casa. Me han enseñado a ser feliz.

¿Qué te heredó tu papá? ¿Mantienes alguna tradición hasta la actualidad?

El fanastismo por la “U”. En mi familia se es azul sí o sí. En ese sentido, también se lo he heredado a mis hijos. También otras caracterís­ticas, como ponerse en el lugar del otro, saber que lo material no es importante.

¿Y era cercano, si hablamos de contacto físico? -

Sí, muy. El arrumaco, hacerse cariño, darse besos, el abrazo permanente..., todo eso es parte de mi papá. Era muy de piel. Hago lo mismo con mis hijos, aunque les moleste a veces (ríe).

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