REVELACIÓN ANIMADA (Y ARÁCNIDA)
¿Una nueva película del “hombre araña”, apenas un año después de la anterior (la entretenida y refrescante “Spider-Man: De regreso a casa”), y luego de seis largometrajes previos a lo largo de 16 años? ¿Y más encima en estos tiempos, en que a muchos ya nos tiene agotados el permanente desfile de superhéroes por la cartelera?
Sí, y créanlo o no, esta “Spider-Man: Un nuevo universo” no sólo es muy efectiva y funciona a la perfección en muchos niveles, sino además merece los elogios casi unánimes que está recibiendo de la crítica estadounidense: está ganando todos los premios a mejor película animada del año, desplazando a anteriores favoritas de este 2018 en ese apartado, como “Isla de perros” y “Los increíbles 2”. De repetir ese éxito en el Oscar, sería la primera vez que una producción de superhéroes Marvel recibe un premio de la Academia hollywoodense más allá de los apartados técnicos.
Pero ésta no es cualquier película de superhéroes Marvel, aunque estén presentes sus marcas de fábrica, incluyendo, entre otras, el ineludible cameo del recientemente fallecido Stan Lee y una escena post créditos. De hecho, desde los primeros minutos hasta los excelentes créditos finales, queda claro que acá hay un gran cariño por la tradición de Spider-Man, pero al mismo tiempo resalta la capacidad de tomarse con humor e ironía su legado e iconografía (desde los cómics y las series animadas, hasta las adaptaciones fílmicas).
Ese sentido del humor fresco y contemporáneo -que a algunos les recordará lo que también hace Deadpool, pero aquí va mucho más allá- destaca particularmente en esta película que en vez de contar de nuevo la misma historia, despliega en su trama una creatividad e ingenio imparables y una animación renovada y vital, sorprende permanentemente con un ritmo vertiginoso e incluso consigue también emocionar. Eso sí, no se puede dejar de advertir que los múltiples y constantes guiños a la historia de Spider-Man pueden dejar fuera a muchos “no entendidos”. Ah, y ojo con la atractiva y energética, casi adictiva, banda sonora del ascendente Daniel Pemberton.
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