“PASAPALABRA”: LA FILTRACIÓN SIN SENTIDO
“Las filtraciones son parte esencial del trabajo periodístico. Sin ellas, un buen reporteo sería simplemente inviable”
Las filtraciones son parte esencial del trabajo periodístico. Sin ellas, un buen reporteo sería simplemente inviable, puesto que lo que algunos procuran esconder, muchas veces es aquello de lo que la ciudadanía se debería enterar.
Una “zona gris”, en términos del sociólogo británico John Thompson, el lado oculto de las cosas, casi siempre revelado por quienes forman parte del engranaje de las organizaciones. Funcionarios hastiados de asentir con su silencio ante lo que consideran inaceptable, los que ven un beneficio propio en la revelación de los pecados ajenos, y hasta aquellos que pagan algún favor o que negocian algo, con su indiscreción como moneda de cambio (valga aclarar que no todos los informantes anónimos son héroes del tipo “Garganta Profunda”).
La dinámica suele darse en ámbitos ligados al poder, o a instituciones cuyo accionar incide directamente en el devenir de la sociedad, como gobiernos, iglesias o grupos económicos. Sin embargo, la competencia mediática también la ha estimulado en otros ámbitos. Así es como hemos conocido anticipadamente que un futbolista negocia con otro equipo, que un rostro de televisión podría cambiarse de canal, o que un director de cine analiza un giro radical para la siguiente entrega de una saga. Y aunque después de esas revelaciones el mundo sigue girando tal como antes, no vamos a negar que tras ellas hay un genuino interés por parte de la audiencia.
¿Pero se puede decir lo mismo de lo ocurrido hace unos días, cuando se filtró que el concursante Nicolás Gavilán resultó ganador de un millonario premio en “Pasapalabra”? Por cierto que no.
Los programas con desarrollo en el tiempo y progresión dramática, tal como las teleseries, son espacios en que el desconocimiento en torno a su futuro es precisamente una de sus fortalezas. Quien los sintoniza está dispuesto a vivir el día a día, ser testigo directo de lo que allí vaya ocurriendo, puesto que en la incertidumbre radica buena parte de la emoción y la entretención.
Aquello es una ley sagrada, tal como la prevención del spoiler lo es al cine, y los que forman parte de la maquinaria del entretenimiento lo tienen más que claro, y aceptan gustosos formar parte de este juego colectivo de mantener el suspenso. De ahí que su transgresión suela registrarse en las esferas de los hackers y las redes sociales, mientras los medios sólo se hacen eco cuando la bomba ya ha estallado. Antes de eso, hasta los más inescrupulosos saben que ése no es un territorio en el cual sea digno hurgar.
¿Qué habrá pasado entonces por la cabeza del funcionario de CHV que filtró el desenlace de “Pasapalabra”? ¿Vengarse de su empleador, pegándole donde a todas luces le dolería? ¿Pavonearse entre sus cercanos, como responsable de un revuelo generalizado? ¿Saberse capaz de traspasar un límite? ¿O la simple torpeza de enviar el material incorrecto a la persona equivocada, que a su pesar terminó divulgándolo?
Preguntas sin respuesta, que llevan a otra que sí la tiene: ¿Qué se consigue filtrando el desenlace de un programa? Nada que valga la pena. Simplemente aguar la fiesta de quienes lo siguen, arruinar su pasatiempo con un dato que ninguno busca ni desea, y que puestos en la encrucijada de conocer anticipadamente o no, con toda seguridad responderían “pasapalabra”.
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