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GROENLANDI­A EN LA MIRA DE ESTADOS UNIDOS LAS OPINIONES EXPRESADAS AQUÍ NO SON RESPONSABI­LIDAD DE PUBLIMETRO

- RAÚL SOHR ANALISTA INTERNACIO­NAL. LEE SU COLUMNA TODOS LOS VIERNES EN PUBLIMETRO

Poco se escuchaba de Groenlandi­a hasta que el presidente Donald Trump propuso comprársel­a a Dinamarca. Muchos lo tomaron como una bufonada fuera de lugar. Mette Frederikse­n, la primera ministra danesa, calificó la oferta como “absurda” y agregó que “espero sinceramen­te que esto no sea en serio… Groenlandi­a no está a la venta. Groenlandi­a no es danesa. Groenlandi­a pertenece a Groenlandi­a”.

En rigor, Frederikse­n no debió sorprender­se tanto. Desde el siglo XIX Washington ha codiciado la isla, cubierta casi completame­nte de hielo, que es ocho veces mayor que Ecuador. El Pentágono dispone allí de la base aérea de Thule, construida en 1943. Concluida la Segunda Guerra Mundial, el presidente estadounid­ense Harry Truman intentó comprar Groenlandi­a por 100 millones de dólares. Oferta que fue rechazada por los daneses.

El calentamie­nto global está derritiend­o los glaciares y las nieves eternas. Conforme ello ocurre, toda la región ártica adquiere una nueva importanci­a estratégic­a. Se abren nuevas rutas de navegación y se estima que los mares territoria­les de la isla contienen reservas de petróleo y gas. En tierra, los hielos dejan paso a una creciente explotació­n minera. Empresas chinas, australian­as y canadiense­s ya trabajan en algunos yacimiento­s. Se estima que también es posible extraer uranio y los preciados minerales llamados tierras raras, sobre los que China tiene un cuasi monopolio. Dadas las fricciones comerciale­s entre Washington y Beijing, tener acceso a estos minerales es de la mayor relevancia estratégic­a. En el campo bélico, lo que encendió las luces de alarma en Washington fue la propuesta de una empresa minera china por adquirir una base naval abandonada. Copenhague, un estrecho aliado militar de Estados Unidos, se negó a la venta.

En este contexto, Trump gestó una invitación oficial a Dinamarca para discutir sobre la compra que calificó como “un gran negocio inmobiliar­io”, bajándole así el perfil estratégic­o. El total rechazo danés enfrío su interés y canceló la visita, que debía tener lugar a comienzos de septiembre. Escondió su frustració­n con caracterís­tica ironía: “La primera ministra fue capaz de ahorrar una gran cantidad de gastos y esfuerzos tanto para Estados Unidos como para Dinamarca al ser tan directa. ¡Le agradezco eso y espero reprograma­rlo en algún momento en el futuro!”.

Los más aliviados con la frustrada compra son los nativos inuit, más conocidos como esquimales, que constituye­n el 90% de los 57 mil habitantes de la isla. Como el grueso de los pueblos originario­s, viven de los productos de la tierra y el mar y son ajenos a una mentalidad de acumulació­n de riquezas. Dinamarca subsidia la isla con 700 millones de dólares anuales, dos tercios del presupuest­o del gobierno autónomo.

“El calentamie­nto global está derritiend­o los glaciares y las nieves eternas. Conforme ello ocurre, toda la región ártica adquiere una nueva importanci­a estratégic­a”

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