Manuel Amaya “La pandemia levantó una cortina que dejó al descubierto la verdadera dimensión de la inequidad”
La pandemia nos ha hecho cuestionar todo. Cómo vivimos, qué es lo importante, nuestras relaciones, lo que hacemos.
Y en ese análisis, temas no menores son el sentido de la ciudad, la manera en que ha sido construido el entorno urbano y cuánto debe cambiar la “polis” a la luz de las necesidades evidenciadas por la emergencia sanitaria.
Preguntas que desde la academia inquietan al decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, Manuel Amaya Díaz, quien desmenuza lo que estamos viviendo.
“Pasamos con rapidez y definitivamente de una realidad a otra, de lo análogo a lo digital, lo que en el mejor de los casos dejará un sistema mixto. Pero ello implica desde una mirada positiva un universo libre, colaborativo, inclusivo, cocreativo y participativo. En el fondo, es una democratización que le hace muy bien a la arquitectura”, dice el académico.
La pandemia develó grandes desigualdades. Muchos no olvidan la declaración del exministro Jaime Mañalich, cuando dijo que no sabía que tanta gente vivía hacinada...
—La vulnerabilidad por la migración y la pobreza siempre estuvo ahí, como en los campamentos, que han aumentado. Hay que abordarla integralmente, pues esfuerzos aislados serán insuficientes. Es innegable que la pandemia levantó para muchos una cortina que dejó al descubierto la verdadera dimensión de la inequidad socioterritorial y la falta de asistencia y servicios en varios sectores de las ciudades, lo que impide poner primero el cuidado de la salud. ¿Cuáles son los desafíos de la arquitectura pospandemia?
—Hay que asimilar los aportes de la globalización, trabajar en la conservación del patrimonio y repensar la estructura sanitaria, por los constantes cambios y necesidades del sector de la salud. Lo nuestro va asociado a desafíos en lo social, cultural, económico y político. ¿Cómo se debe pensar a la ciudad pospandemia? —La arquitectura debe estar contextualizada en un mundo sustentable. Hay que centrarse en la calidad de vida de los barrios, construir viviendas con mayores superficies y menor consumo energético, ocuparse de un transporte público diverso e integrado, reforzar las áreas verdes y los servicios, y enfatizar en el uso de la bicicleta aumentando las ciclovías. Chile es uno de los países latinoamericamos más urbanizados, con un 89,5%, por eso no es cosa de destruir todo.
¿Será posible frenar proyectos como los “guetos verticales” de Estación Central? —Ahí tienen mucho que ver las políticas públicas para regular y que así las inmobiliarias no usufructúen al máximo, perjudicando la calidad de vida de los moradores de esos espacios. ¿Se puede sacar algo bueno del confinamiento?
—Se nos plantea la chance de concebir positivamente la ciudad que queremos, de repensarla, recuperando el terreno perdido y los años de mal uso y abuso. Vendrá un gran esfuerzo de planificación, pero sólo si hay cambios de verdad podremos decir que este sufrimiento tuvo algún significado.
El decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile dice que hay que “repensar” las ciudades y recuperarlas de años “de mal uso y abuso”.
“La vulnerabilidad producto de la migración y la pobreza siempre estuvo ahí”.
“Sólo si hay cambios de verdad podremos decir que este sufrimiento tuvo algún significado”.