El ataque de los Pókemon a cientos de niños en Japón
Cerca de 700 niños japoneses sufrieron epilepsia televisiva a causa de un programa de animé. que los menores fueron afectados por el bombardeo luminoso de la serie de televisión.
Cerca de 700 niños fueron afectados.
Daniel Pérez Pavez
El 16 diciembre de 1997 Japón fue el foco de la atención mundial por una situación tan increíble como insólita: más de 700 escolares de todo el país tuvieron que ser hospitalizados como producto de crisis epilépticas, luego de ver en televisión la serie de dibujos Pokemon, basada en los populares personajes del videojuego Pocket Monsters, fabricado por la compañía Nintendo.
Desde 3 a 15 años, los niños con alteraciones fue
ron llevados a los hospitales aquejados de convulsiones, vómitos, irritación de ojos y problemas respiratorios, y cerca de 208 debieron recibir tratamientos prolongados. La crisis que los afectó se desencadenó a los 20 minutos de programa -de mayor rating de la tarde, cuando tras las imágenes de una explosión siguieron cinco segundos de bombardeo de flashes rojos provenientes de uno de los personajes más populares de la serie, el hoy célebre Pikachu .
El episodio titulado “El guerrero informático Porigon”, describía a los protagonistas entrando en un ordenador y luchando unos contra otros. Y la explosión que acabó rompiendo los nervios de los niños consistía en la detonación de una bomba para destruir un virus informático.
El impacto del accidente fue tal que provocó desde la intervención del primer ministro nipón, Ryutaro Hashimoto, hasta la caída en un 1,5% de las acciones de Nintendo en las Bolsas de Osaka y Tokio.
Hashimoto alertó contra la fascinación de las animaciones por las pistolas de rayos y los misiles láser porque en el fondo son “armas” y “sus efectos sobre los espectadores no han sido completamente determinados”.
El Ministerio de Telecomunicaciones abrió una investigación, y los médicos explicaron el fenómeno como un caso de “epilepsia fotosintética” o, de “epilepsia televisiva”, producido por la exposición continuada de los niños a un bombardeo de luces brillantes en la pantalla.