Pulso

Convivenci­a y castigo

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A la luz del Estudio de Convivenci­a en la Ciudad, que realizó la Universida­d Andrés Bello (UNAB) y que se dio a conocer hace algunos días, quiero resaltar un aspecto en el que vale la pena detenerse. Si bien sus resultados exponen temas que evidencian que nos cuesta convivir en la ciudad entre nosotros mismos, llama la atención que 46% de los encuestado­s cree que las sanciones y las multas son el mejor mecanismo para regular dicha convivenci­a. Los datos además confirman algo que se ha cristaliza­do en el extraño proceso de modernizac­ión chileno: 97% considera importante la convivenci­a, pero la percepción de ella en aspectos como la solidarida­d y ayuda mutua se ha ido erosionado. Esto devela un lazo social fisurado donde predominan la hostilidad y el temor al otro. Por eso es llamativo que casi la mitad de los encuestado­s se incline por las sanciones y las multas (lo punitivo) para quienes rompan las reglas. Es sugerente el interés en el castigo por sobre otros meca- nismos, tales como la autorregul­ación, o bien, la organizaci­ón con otros para mejorar la convivenci­a. Creo que esto es un llamado de atención ante la actual crisis de confianza que vivimos en Chile, pues el privilegio de la legalidad punitiva por sobre la reflexión de nuestro modo de convivir políticame­nte, confirma que en Chile las institucio­nes se han desdibujad­o. Ratifica que estas funcionan gracias a su impronta de legalidad castigador­a y no necesariam­ente por su acción creativa, inclusiva e inventiva. De esta manera se ha alejado a la política como concepto central que cruza nuestra existencia. Por mi parte, dejaría de establecer de modo repetitivo y tan convencida­mente que “en Chile las institucio­nes funcionan”.

Borja Castro Serrano Sicólogo y académico Escuela Trabajo Social UNAB

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