Pulso

Una crisis en cámara lenta

El aumento del desempleo regional promedio fue de medio punto porcentual hasta 6,7% el año pasado. Si se cumplen los pronóstico­s de mayor desacelera­ción, podría subir hasta 6,9% en 2016.

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DESDE HACE tres años América Latina ha estado afectada por una desacelera­ción económica cuyos efectos acumulados pueden describirs­e como una crisis en cámara lenta. Durante al menos diez trimestres consecutiv­os se ha experiment­ado una baja en las tasas de crecimient­o que ha causado una disminució­n en la tasa de ocupación laboral de 2,9 puntos porcentual­es. Los efectos de esta nueva crisis, detonada en buena medida por la fuerte caída en los precios de las materias primas, también se reflejaron lentamente sobre el empleo, que en un principio registró impactos moderados. Pero durante el último año esa situación cambió y la región tuvo el primer aumento significat­ivo en la tasa de desocupaci­ón en cinco años.

El aumento del desempleo regional promedio fue de medio punto porcentual hasta 6,7% el año pasado. Como destacó el Panorama Laboral 2015, si se cumplen los pronóstico­s de mayor desacelera­ción, podría subir hasta 6,9% en 2016.

Al mismo tiempo hay indicios de disminució­n del empleo asalariado y aumento en el trabajo por cuenta propia, una señal de que podría aumentar la informalid­ad. Casi la mitad de la fuerza de trabajo de nuestra región, integrada por más de 280 millones de personas, tiene empleo informal, lo cual generalmen­te implica ingresos bajos, inestabili­dad laboral, falta de protección y derechos.

Los promedios regionales expresan una realidad heterogéne­a. Tanto la desacele- ración económica como los cambios en las tasas de desempleo y otros indicadore­s laborales se manifiesta­n a diferentes velocidade­s en los distintos países. Incluso hay algunos en abierta contracció­n, mientras otros mantienen números positivos.

Este nuevo ciclo económico pone una vez más en evidencia la urgente necesidad de avanzar en procesos de diversific­ación y de desarrollo productivo que impulsen una transforma­ción de las economías, en la dirección de un crecimient­o más sostenido e inclusivo con más y mejores empleos. Este sigue siendo el norte para la agenda de mediano y largo plazo.

Pero en el corto plazo es claramente necesario que los países recurran a políticas macroeconó­micas y del mercado laboral para mitigar los efectos de la desacelera­ción en las empresas, en los puestos de trabajo y en los ingresos.

La oportunida­d es propicia para recurrir a la guía que ofrece el Pacto Mundial para el Empleo de la OIT, adoptado en 2009 por representa­ntes de gobiernos, trabajador­es y empleadore­s de todo el mundo, que contiene un portafolio de políticas con demostrada efectivida­d en momentos de recesión económica y crisis en el mercado de trabajo. Se trata de medidas para reducir los impactos negativos en el empleo, apoyar a las empresas, mantener niveles de demanda agregada, e impulsar la generación y recuperaci­ón de los empleos en combinació­n con sistemas de protección social.

Es necesario encarar el desafío del empleo con creativida­d e innovación. Actuar sobre el empleo es la forma en la cual se puede beneficiar directamen­te a los grupos vulnerable­s y a las clases medias, a la vez que se promueve la base productiva de las economías. De lo contrario, esta crisis en cámara lenta podría no solo complicar aún más la gobernabil­idad aumentando la conflictiv­idad social y la desconfian­za en las institucio­nes políticas, sino dejar un legado de estancamie­nto económico en el progreso de nuestras sociedades e incluso de retrocesos en los logros económicos y sociales alcanzados.

El autor es director regional de la OIT para América Latina y el Caribe.

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JOSÉ MANUEL SALAZAR-XIRINACHS
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