Cabildos con esperanza
Hay que reconocer lo inédito de esta convocatoria y el valor político para realizarla, aunque es difícil abstraerse de sus problemas.
elección presidencial.
Este movimiento y su llamado, con todos los problemas y desprolijidades que pudo haber tenido (no hubo cuantificación de su impacto, ya que no es competencia del Servel medir otra cosa que no sea el voto y no existió la capacidad de levantar un conteo paralelo), parece sin embargo haber contenido el germen de algo realmente potente y que anticipó un escenario político.
Tanto es así, que en el contexto de crisis política en que estamos sumergidos parece que se piensa en la Constitución como una forma de canalizar el descontento ciudadano y de solución a problemas de índole muy diversa y no siempre relacionados con el alcance de una Constitución.
Aun más, el propio Gobierno se ha hecho cargo, comenzando ni más ni menos que a través de un discurso de la Presidenta de la República, donde se anunció el inicio de un “proceso constituyente” para instalar una conversación a nivel nacional sobre el tema. Si bien un primer paso fue la conformación del Consejo de Observadores, hoy se presenta una ruta más clara, con plazos y actores señalados por el Gobierno. La idea sería incentivar y canalizar la participación espontánea de las personas (aquí ciudadanos) para recoger opiniones sobre los contenidos para esta nueva Constitución.
Hay que reconocer lo inédito de esta convocatoria y el valor político para realizarla. Desde la mirada del vaso medio lleno, siempre parece positivo motivar la conversación entre los ciudadanos sobre temas tan importantes para un país e impulsar en alguna parte nuestra escuálida formación y participación cívica. Para quienes desean opinar y son activos en ello, aquí hay un espacio estructurado donde hacerlo, y para otros (la mayoría del país) menos integrados y poco acostumbrados a interacciones de este tipo, puede ser motivador participar fuera de los espacios ya consagrados pero poco cercanos, como son hoy los partidos políticos. propias de organización. El Gobierno se ha comprometido a impulsar la participación a través de diversas acciones (comunicacionales, por ejemplo), pero sigue siendo un tema que -en la mirada pública- dará mayor o menos validez al proceso.
Para ser claro, no se objeta la participación en un proceso constituyente de quienes tienen una vida política más activa y están más organizados. El tema es que de eso justamente trata la política (pensar en lo común y organizarse para levantar proyectos de sociedad), por lo que no está clara la ventaja de este diseño paralelo más allá de una ilusión participativa. Suena todavía algo ingenuo pensar en que grupos de personas que nunca han opinado o participado en debates o conversaciones sociales se movilicen para opinar sobre temas relativamente complejos. Ojalá así sea, en todo caso.
Pero es un signo esperanzador, si uno logra imaginar a cientos de personas organizándose, escuchando, dialogando, opinando y discutiendo entre tantos algo tan clave para la convivencia social. Solo eso sería ya sin duda un gran paso, un paso en un camino casi imposible, que es llevar la política a la base de la sociedad, de una sociedad tan atomizada como la de hoy en Chile.
Si uno logra además imaginar organizaciones que se dedican a estudiar y a pensar en la sociedad articulándose para ayudar a los ciudadanos a participar, potenciando conversaciones, facilitando la participación, disminuyendo temores, entregando herramientas a la gente para que de la mejor manera dé su opinión, todo esto sería un objetivo cumplido en sí mismo, más allá de los resultados finales del proceso.