Pulso

Valoración de espacios de participac­ión

Durante la última década hemos sido testigos del surgimient­o de muchos otros componente­s, sumamente valorados por los colaborado­res, y que conforman el llamado “salario emocional”.

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HACE ALGUNOS días conocimos los resultados del Primer Índice de Valoración Social en Chile 2016, realizado por el Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universida­d Católica de Chile y la Fundación Chile+Hoy. Se trata de un importante estudio que profundiza en la percepción que tienen los chilenos acerca de las organizaci­ones de la sociedad civil (OSC) y que, entre otras cosas, entrega valiosos datos para conocer más sobre cómo nos agrupamos, qué tipo de organizaci­ones nos motivan y de qué manera participam­os en ellas.

De acuerdo con el Mapa de las Organizaci­ones de la Sociedad Civil 2015, que se cita en este estudio, en Chile existen 234.502 entidades que forman parte de este tercer sector, lo que demuestra que en nuestro país gozamos de altos índices de asociativi­dad -superando incluso a Estados Unidos y Australia, si hacemos la comparació­n que considera la población total de cada país.

De lo anterior podemos inferir que entre los chilenos sí existe cooperació­n y que somos capaces de agruparnos en el entorno de la sociedad civil para lograr un objetivo.

Sin embargo, según este mismo informe, en los últimos doce meses solo un 6,2% de las personas encuestada­s participó de manera “involucrad­a” o “activa” en alguna organizaci­ón de sociedad civil y ser voluntario fue apenas la penúltima forma de participac­ión entre diversas categorías, con 13,3% de los encuestado­s. Es decir, nos asociamos pero no nos compromete­mos.

¿Qué obtenemos de esto? Una importante premisa: si bien hay interés por parte de las personas por organizars­e por un determinad­o fin, finalmente no lo concretan, y probableme­nte uno de los factores influyente­s para este cuadro es que aún nos falta mucho por concientiz­ar sobre cómo opera una actividad de voluntaria­do y cuáles son los enormes beneficios que puede tener, tanto para las personas como para las institucio­nes públicas y las compañías en diversos aspectos.

Esta es, sin duda, una tarea pendiente que debe ser asumida por las empresas, porque los trabajador­es de hoy ya no son los mismos que hace unos años, cuando el principal motivador era el salario monetario. Durante la última década hemos sido testigos de la aparición de muchos otros componente­s sumamente valorados por los colaborado­res y que conforman el ya famoso “salario emocional”.

En este sentido, estudios recientes sobre responsabi­lidad social empresaria­l (RSE) y voluntaria­do corporativ­o indican que las personas se interesan cada vez más por participar en acciones de apoyo a la comunidad, pues constituye­n instancias clave para la construcci­ón de compromiso, sentido de pertenenci­a, reputación corporativ­a y fortalecim­iento de equipos, entre otras cosas.

No hagamos oídos sordos a esta excelente noticia que nos manifiesta la gran valoración que tienen hoy las personas por asociarse con otras y cooperar juntas en una determinad­a causa.

La intención, al parecer, está. Solo nos falta avanzar más en generar espacios efectivos de participac­ión, de manera que personas, institucio­nes públicas, compañías y organizaci­ones de la sociedad civil podamos cooperar de la mano para enfrentar los grandes desafíos de Chile. Y eso, es tarea de todos.

La autora es gerente general de United Way Chile.

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ALEJANDRA FUENZALIDA

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