Pulso

Educación técnico profesiona­l y universida­des,

- por Ricardo Paredes

LA ALTÍSIMA cobertura de la educación media en Chile ha significad­o una demanda creciente de formación post secundaria o superior. Lo que hasta principios de los 80 era una alternativ­a restringid­a a pocos, se fue abriendo a muchos, aunque a juicio de hoy, se hizo fundamenta­lmente con una distorsión responsabl­e de frustracio­nes. En efecto, el sueño de la educación superior se canalizó en un principio fuertement­e por la vía universita­ria, una vía válida por cierto, que requería mayor cobertura, pero que no debió considerar­se la principal. Es que al privilegia­rse la educación universita­ria, se hizo en desmedro de la educación técnico profesiona­l. El histórico menor financiami­ento a los alumnos del sector TP, el nulo apoyo al financiami­ento de las institucio­nes TP, se coronó en 2016 con la exclusión de la gratuidad de los estudiante­s de institucio­nes TP de reconocida alta calidad, en un contexto en el que ella sí alcanza a estudiante­s de universida­des masivas, que no usan siquiera un sistema de selección que prediga retención o éxito académico. Aun cuando el diagnóstic­o está claro, no lo ha estado la política. El futuro de la educación superior en Chile solo podrá ser sostenible si provee calidad sin exclusión. Calidad sin exclusión requiere visualizar al sistema universita­rio y TP integrados, generando los técnicos y profesiona­les que el país requiere. Y ello, a su vez, precisa de una mirada diferente a la que se le ha dado a la educación TP. Debe entenderse que de la educación TP han de egresar alumnos que trabajarán en un ámbito diferente, complement­ario al de los universita­rios. En una analogía ampliament­e entendible, la enfermera no es una médico de baja categoría; como tampoco lo es el técnico en construcci­ón respecto del ingeniero civil. La eficiencia de las médicos depende de la existencia de las enfermeras, y levantar un edificio se hace mejor con ingenieros civiles trabajando con técnicos en construcci­ón y con obreros. Pero el papel de los técnicos y profesiona­les aplicados no queda en su rol complement­ario al de profesiona­les universita­rios. Este va más allá, y debería significar un salto enorme en la productivi­dad, ya ellos son los llamados a realizar una función integral en la pequeña y mediana empresa, la que genera la mayor parte del empleo y que lo seguirá haciendo.

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